El ocaso de la simulación democrática 1

ISAAC EMMANUEL PALESTINA DUARTE, 2

Estudiante de la Licenciatura en Derecho en la BUAP y de la Licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública en la UNAM, Suayed, UNAM, Suayed, México

2 * Estudiante de la Licenciatura en Derecho en la BUAP y de la Licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública en la UNAM, Suayed. (padu_isaac@hotmail.com)

48. 2019 ; (26)


El pueblo y yo nos adoramos. Es reciproco. Amor con amor se paga. ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR

El libro que a continuación reseño es el recuento intelectual de un historiador muy destacado en la comentocracia nacional: Héctor Aguilar Camín. El libro se divide en tres apartados, relativos a la búsqueda de comprender el ocaso de una clase política y el surgimiento —en algunos casos, resurgimiento— de otra. La primera parte es un bosquejo de los orígenes de nuestras tradiciones políticas, que no dejan de ser, en muchos casos, vicios permanentes de nuestro sistema político; un problema fundamental de cultura política. La segunda parte, “Casa en construcción. Democracia sin demócratas”, es un balance histórico de los resultados políticos que generaron los políticos, intelectuales y ciudadanos de nuestra democracia electoral, en la que abunda un inconformismo notable y, en cierto sentido, la búsqueda de una justificación. La tercera parte es un distanciamiento político, una definición personal y la búsqueda de un discurso que contradiga, incluso ideológicamente, la postura asumida por el presidente de la república y su apabullante triunfo, que le dio mayorías inusitadas e impensables a un movimiento político, institucionalizado en partido: Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).

LA QUINTA TRANSFORMACIÓN

Camín inicia el libro buscando el origen de la nación mexicana, afirmando que es fruto de un patriotismo criollo que retomó un pasado milenario con el que no se identificaba y que se consolidó como la clase gobernante que sustituyó a los españoles. Por eso, afirma que la Independencia no es la primera transformación de la vida pública de México, sino la segunda, toda vez que la época de la Conquista es la primera. Consideramos que el debate histórico respecto a si el país ha vivido tres o cuatro transformaciones se debe entender a la luz de una de las prospectivas más importantes del gobierno de la república, que es tener un impacto profundo en la sociedad mexicana: la cultura, la política, las instituciones y la economía, al punto que se ha llegado a decir que el 1 de julio de 2018 inició “la cuarta transformación de la vida pública de México”. Pensamos que, en efecto, se puede decir que la nación mexicana ha vivido tres transformaciones, ya que en el periodo de la Conquista no se puede hablar de una nación mexicana, aunque el proceso haya ocurrido en el territorio mexicano, pues nuestra identidad política es consecuencia del mestizaje; por ello, es correcto decir que la Independencia es la primera transformación de la vida pública.

En el capítulo 4, “En ausencia del rey, La independencia, el monarquismo y la república”, se buscan las herencias cohesionadoras de la nación mexicana: la religión —el rito guadalupano, con especial énfasis—, el autoritarismo, el centralismo y la corrupción. Respecto al siglo XIX, nos habla de una nación profundamente conservadora que constituye instituciones que no corresponden con la realidad, y que las leyes liberales terminan siendo aspiraciones que rara vez son cumplidas. Según el autor, esto tiene como consecuencia la fragilidad de nuestro Estado de Derecho. Reconocemos que el trabajo institucional de los liberales distaba con las tradiciones políticas del país de ese momento; sin embargo, el objetivo era precisamente romper con esa herencia, con la propuesta caduca y de continuidad de entreguismo y servilismo de los conservadores. Era necesario un proyecto fruto de la modernidad y acontecer del mundo en ese momento. En razón al siglo XX, el autor busca los orígenes de nuestro nacionalismo y concluye que “victimismo y resentimiento son caras de la misma moneda. Una de esas monedas ha sido nuestro nacionalismo” (p. 22); sin más, destaca la construcción de un nacionalismo revolucionario del que AMLO recicla sus ideas políticas frente a la nación. Añade que es una constante defensa hacia el exterior, particularmente hacia Estados Unidos, y que, en síntesis, ese nacionalismo es un cúmulo de mentiras que llegaron a ser fundadoras del Estado mexicano: el ejido, “una de las instituciones más desastrosas para la productividad en el campo”; la soberanía energética, un recurso discursivo demagógico. Per se, el movimiento obradorista es una mentira descarada de los caudillos de la revolución. En este punto diferimos en todos los aspectos. El nacionalismo revolucionario fue una aportación cultural que evidentemente impactó en la consciencia del mexicano, al punto que arraigó una identidad como en pocos países del mundo; por consecuencia, no es un actor el que recicle esas ideas, sino que esas ideas están latentes y vigentes frente a la situación de ilegitimidad y debilitamiento de nuestras instituciones por un proyecto económico que, como en el siglo XIX, no correspondía con nuestra realidad. Pareciera que el autor considera mítica o legendaria la contradicción con el vecino del norte; al respecto, sólo basta evocar el nombre de Donald Trump, para afirmar que sí debemos tener una postura de defensa, mas no de confrontación frente a Estados Unidos. De manera particular, para decir que el ejido, una institución de propiedad comunal que protege el interés de grupos vulnerables, es un desastre faltaría precisar más bien cómo, por qué y quiénes lo llevaron a ser ese desastre, situación que comparte la industria energética, frente a la cual es viable y legítima la defensa nacional a nuestros recursos e instituciones.

ODIAN LA DEMOCRACIA (2000-2018)

La democracia, como sistema político, formalmente ha estado en todo nuestro devenir constitucional; sin embargo, desde 1977 inició una serie de modificaciones constitucionales que permiten hablar de una democracia electoral que poco a poco fue ganando terreno. Desde 1997 el partido en el poder perdió la mayoría en el Congreso de la Unión, y en el 2000, la presidencia de la república. Los gobiernos se encontrarán con un poder dividido y con el reto de la gobernanza “democrática”. Hasta ese momento, la democracia había tenido grandes avances, y el autor comenta de manera muy amplia los retos para esa nueva etapa de la entonces democracia electoral mexicana, retos que siguen siendo los mismos —incluso, la lista ha crecido—.

Aguilar Camín dota de una decepción absoluta el texto al abordar este tema; reconoce las limitaciones del sistema político en cuya construcción participó. En 2005 se quebró toda la intención de democratizar la vida pública de México, con el intento de desafuero al entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal, con el posterior fraude electoral del 2006, con la creación de clientelas políticas, de negocios obscuros y de una irresponsabilidad increíble en el manejo del gasto público.

El aumento de la desigualdad por la concentración de la riqueza y generalización de la pobreza, la paralización del crecimiento económico, a pesar de contar con grandes épocas petroleras y, sobre todo, con una pérdida de confianza y de legitimidad en las autoridades formales de la vida pública de México lo llevan a concluir que: “Esta sociedad ha democratizado su vida electoral, pero no sus valores y su cultura cívica. Era demasiado moderna para vivir en el molde del PRI. No es suficientemente moderna para construir una democracia estable” (p. 112).

Un capítulo fundamental para entender la descomposición del Estado mexicano es el capítulo 6, “La captura criminal del Estado democrático”, pues ayuda a entender la lógica de la llamada “guerra contra el narco”, sus vergonzosos costos, la modificación de los acuerdos de plazas, el surgimiento de los “zetas” y el nuevo giro, ya no sólo actividades relacionadas con el tráfico de drogas al vecino del norte, sino extorsión, secuestro, robo de automóviles, asaltos, asesinatos a sueldo y robo de combustible (huachicol). Es un apartado crudo, sustentado con profundo análisis y también con mucha valentía, pues se aborda el peligro de ejercer la profesión del periodismo en esta época.

El título de la segunda parte es fulminante: Democracia sin demócratas, y aún se queda corto. Hace poco, Gibrán Ramírez escribió una columna en Milenio titulada “Odian la democracia”, 3 haciendo énfasis a ese doble discurso en el que, por un lado, se apela a la pluralidad, al consenso, a los modos y a las formas, pero en los hechos, existió un modelo económico y político, elitista y excluyente en razón de un anacrónico racismo y clasismo que evidenciaba el aborrecimiento por los métodos democráticos. De ahí que, sin proponérselo, acabaron con su legitimidad, con la confianza del mexicano; consecuencia de lo anterior, su deslucimiento de la arena política, y es por eso que el gobierno de la república se encuentra francamente sin oposición partidista, siendo sus únicos contrapesos las instituciones y mecanismos provistos por nuestra Constitución.

EL PODER DE LA CONFIANZA

La tercera parte del libro es una crítica al “proyecto alternativo de nación” que encabeza AMLO, proyecto que ha venido construyéndose como su nombre lo dice, en paralelo al proyecto que él llama “neoliberal”. Analiza el perfil político del tabasqueño, su carrera política, su discurso, sus formas y también el recuento de sus diferencias sobre cómo atender el problema de la impunidad, la corrupción y el hartazgo generalizado del sistema.

Para Aguilar Camín, todo esto es un retroceso, por ser un gobierno de mayorías, con un discurso que apela a los desposeídos, que busca el fortalecimiento de un nacionalismo y por un estilo personal de hacer política anteponiendo la moralidad y la ética. Entendemos, por ejemplo, que esto pueda ser visto como una réplica de un evangelio o de un paternalismo, sin embargo, consideramos que más bien es la necesidad de refundar el poder, de relegitimar las instituciones y de recuperar la confianza; todo lo anterior, en razón del liderazgo moral y político de un hombre del que pocos pueden dudar de su honestidad e incorruptibilidad —el mismo autor se lo reconoce—.

Por primera vez en la historia de nuestra democracia moderna, un candidato a la presidencia de la república gana una elección con más de 50% de la votación emitida. El sufragio les pone fin a los gobiernos divididos en el Congreso de la Unión, y se logra consolidar como primera fuerza política un partido-movimiento que apenas ha participado en cuatro procesos electorales. Sin lugar a dudas, coincidimos con el autor cuando reitera que esto es resultado de las ganas de confiar, de pensar que todo estará mejor, incluso de la necesidad de la felicidad del pueblo mexicano; sin embargo, no consideramos que esto sea un “salto al pasado”, como afirma, pues tenemos un sistema fortalecido, una sociedad plural, mayor debate en el espacio público y mayor participación de la sociedad civil; además, es notoria la voluntad política del gobierno de democratizar a la sociedad, de respetar las libertades civiles y políticas de los ciudadanos. Incluso, me resulta extraño que un historiador insista en la posibilidad de un regreso al pasado. Más allá de las diferencias, la lectura del libro es desenvuelta y apasionada; recomiendo a simpatizantes y detractores del presidente la lectura del libro, por el sólo hecho de nutrir el ya muy debatido nuevo rumbo de México.


Notas
1 .

fn1 Aguilar Camín, Héctor, Nocturno de la democracia mexicana, México: Debate, 2018.

3 .

fn3 Ramírez Reyes, Gibrán, Odian la democracia, Milenio, 18 de febrero de 2019.

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