Del estudiante consciente al compa zapatista: Cambios en la hegemonía y militantismo zapatista en la región de Puebla



Resumen

Este artículo aborda, a partir de una investigación doctoral de tipo histórico y etnográfico, la difusión de la Sexta declaración de la Selva lacandona en 2006 en el estado de Puebla, México. De modo especial, el artículo se centra en la participación de diferentes organizaciones de la ciudad de Puebla en este proceso. El autor se apoya en nociones gramscianas como las de sentido común y revolución pasiva así como sobre la noción de desarrollo desigual y combinado para comprender este proceso. El análisis subraya el peso de las dinámicas locales y de algunos presupuestos de lo que Gramsci llamaba “el sentido común”, en tanto que obstáculos a la difusión de la propuesta zapatista.

47. 2020 ; (49)

Keywords: Palabras clave Puebla, región, hegemonía, movimientos sociales, zapatismo.

Introducción

En junio de 2005, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) reorganizó su estrategia de acción política en México. Así, luego de una década de levantamiento, los integrantes de este movimiento armado del sureste mexicano decidieron lanzar un llamado a la organización de la resistencia anticapitalista nacional e internacional a través de la "Sexta declaración de la selva Lacandona", mejor conocida como "La sexta". La difusión de este llamado se apoyó en la creación de una caravana que recorrió el país y que permitió, durante su desplazamiento, tanto la integración de nuevos simpatizantes como la adopción de la propuesta zapatista por parte de diferentes movimientos políticos regionales. El objetivo de este artículo es utilizar algunas nociones del pensamiento gramsciano para comprender las dificultades asociadas al proceso de difusión de la propuesta zapatista a escala regional. En particular, el artículo se interesa en el modo cómo este proceso ocurrió en la región del estado de Puebla, específicamente, en lo que se refiere a la adopción de la Sexta declaración por diferentes grupos de jóvenes militantes de la capital de ese estado. El artículo se basa en información obtenida en el marco de nuestra disertación doctoral 1 , misma que se apoyó de modo importante en la realización de investigación etnográfica y documental (observación participante, realización de entrevistas -n=37 y estudio hemerográfico). El artículo está organizado de la siguiente manera: después de presentar el enfoque teórico del trabajo, describimos de modo general la sexta declaración zapatista.

Posteriormente, realizamos una breve revisión de la historia reciente de la región mexicana de Puebla para concluir con una reflexión sobre la difusión de la campaña zapatista al interior de dicha región.

Consideraciones teóricas

El enfoque teórico utilizado en este texto se inspira en gran medida de los trabajos que insisten en la pertinencia del pensamiento gramsciano para la comprensión de las dinámicas de poder regionales en México. El texto se apoya, en particular, en el uso de nociones como hegemonía, sentido común y revolución pasiva. Tal y como fue desarrollada por Antonio Gramsci, la noción de hegemonía se refiere, grosso modo, al hecho de que, como parte del proceso de dominación, las clases subalternas tienden a reconocer como legítimos diferentes principios ético-políticos propios de las clases dominantes. Este reconocimiento por parte de los subalternos consolida la dominación de clase a través de la formación de una suerte de sentido común, es decir, de un modo de interpretar el mundo que impide a los miembros de las clases dominadas el actuar de manera unificada (de ahí su carácter subalterno y fragmentado). El conglomerado de los grupos subalternos integrados en torno a los principios hegemónicos es, para Gramsci, la sociedad civil. La noción de revolución pasiva, por su parte, fue retomada por Gramsci de los trabajos del escritor Vicenzo Cuoco para retratar la condición de letargo en la que un movimiento revolucionario puede entrar cuando el grupo que lo lidera es incapaz de “comportarse a la altura” de su rol histórico de transformación del orden establecido. Esta condición de pasividad permite que en lugar de la transformación revolucionaria de las relaciones de poder lo que se logre sea, más bien, una serie de modificaciones graduales que permiten la permanencia, aunque ligeramente modificada, de las viejas estructuras de poder.

Ciertamente, el pensamiento de Antonio Gramsci ha sido utilizado en diferentes ocasiones en el estudio del caso mexicano. Recientemente, por ejemplo, autores como Alan Knight y Adam Morton 2 se han apoyado en el pensamiento de este intelectual italiano para tratar de entender la evolución general del estado mexicano a la luz del proceso mayor de la revolución de 1910-1920. En el caso de estos trabajos, una cuestión central ha sido la de determinar el tipo de régimen que se formó en el contexto de la postrevolución (¿burgués, corporatista?). El enfoque gramsciano ha sido también utilizado por algunos autores para entender las dinámicas de poder regionales que acompañaron la construcción del régimen postrevolucionario mexicano (Claudio Lomnitz-Adler, Will Panster, Erik Van Young). Este tipo de trabajos ven en ese proceso (el de construcción del estado postrevolucionario) la expresión de la integración accidentada de múltiples formaciones políticas y culturales regionales en torno a la definición de un poder político central. En términos de Vang Young, dicho proceso implicó la consolidación de las dinámicas de clase en tanto que eje estructurante del estado moderno, esto a expensas, precisamente, de las formaciones de poder regionales y de sus dinámicas de dominación específicas 3 . Sin inscribirme en contra de este argumento, con este trabajo intento subrayar la importancia persistente de las dinámicas regionales en la evolución de los conflictos hegemónicos en el México contemporáneo.

Particularmente útil para el objetivo de este trabajo es, en este orden de ideas, la hipótesis de Adam D. Morton 4 en el sentido de que las etapas de la revolución pasiva (cuya duración, recordémoslo, puede extenderse incluso durante siglos) pueden ser mejor entendidas a partir del análisis de las dinámicas del desarrollo desigual y combinado que tanto interesaban a Leon Trotsky. Morton, de hecho, caracteriza las relaciones políticas en el México de la postrevolución como representativas de una dinámica de revolución pasiva. De igual modo, el trabajo de Will Panster representa un referente importante para nuestra propuesta, pues se refiere de modo concreto al caso de Puebla y al modo como las relaciones de poder a su interior fueron moduladas por la evolución del estado central mexicano. Nuestra investigación intenta, en este sentido, arrojar luces sobre la evolución más reciente de las dinámicas de poder que Panster documentó para el periodo de los años sesentas y setentas y que giraban en ese entonces, como veremos, en torno al control partidario de la universidad pública del estado en un contexto de decadencia de la élite local.

Las formas locales de la revolución pasiva mexicana corresponden en el caso de Puebla a tres periodos: primero, al que se refiere al dominio de una elite regional desde el periodo colonial hasta los años sesentas del siglo XX; segundo, al periodo de integración definitiva de la economía regional en el estado moderno mexicano (y, por tanto, a la estructura de clases); y, tercero, al periodo de la llegada del libre mercado y de una mayor conexión de la economía poblana regional con la economía global, a partir de los años ochentas. Como veremos más adelante, estos tres momentos han dado forma al contexto dentro del que la iniciativa zapatista se difundiría en la región con resultados diversos.

Presentamos a continuación las características generales de la propuesta política zapatista que intentó difundirse en el contexto regional poblano a inicios del segundo milenio.

“La sexta”

Entre los comunicados del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (que irrumpió en el espacio público de modo paralelo al arranque del ahora cesado Tratado de libre comercio para América del Norte, en 1994, en Chiapas) existe una serie de pronunciamientos de especial importancia, pues en ellos el zapatismo intenta delinear una especie de programa de acción general para el zapatismo y para los movimientos afines a él tanto en México como en el extranjero. Dichos pronunciamientos, conocidos como Declaraciones de la Selva Lacandona, han marcado de modo importante la evolución del movimiento, pues señalan decisiones o cambios importantes en el despliegue de la estrategia zapatista ante la acción gubernamental. Si bien es cierto que todos y cada uno de esos pronunciamientos han revestido una importancia particular para el movimiento (la primera Declaración, por ejemplo, anuncia el intento zapatista de avanzar hasta la ciudad de México combatiendo al ejército federal), es posible afirmar que la Sexta declaración tuvo una relevancia singular porque implicó una reorientación en la estrategia zapatista de movilización, de colaboración y de transformación en lo que se refiere a su relación con la sociedad civil. La existencia de esta nueva estrategia se hizo particularmente patente en el conjunto del país gracias a la formación de una caravana militante que recorrió el territorio mexicano desde la Selva Lacandona hasta la ciudad de México y que fue conocida como “La otra campaña”.

Es posible identificar, en lo que se refiere a la relación entre el zapatismo y la sociedad civil, diferentes antecedentes al proceso de movilización que acompañó la movilización de “La otra”. Quizás el más importante de estos antecedentes sea la creación del Frente Zapatista de Liberación Nacional (FZLN), que, formado en 1996 en respuesta a la Cuarta Declaración de la Selva Lacandona (de 1995), buscaba crear una fuerza política nacional que actuara por fuera de las estructuras gubernamentales vigentes y desde la sociedad civil. “El Frente” fue disuelto diez años más tarde a iniciativa del mismo EZLN (en 2005). Con esta decisión, el neozapatismo buscaba terminar con algunos vicios desarrollados al interior de esta organización ciudadana, a la cual la dirigencia zapatista comenzó a percibir como desvirtuada por su cercanía con diferentes partidos políticos. Difundida en 2005, "La Sexta" abogaba, por su parte, por la realización de una campaña política cuyo objetivo sería el de facilitar la creación de alianzas entre los diversos movimientos políticos del país en pos de la formación de una fuerza política alternativa. La idea era que ésta última debía actuar, como en el caso del disuelto Frente, fuera de los canales políticos convencionales y en oposición a ellos. Empero, la sexta insistía en la necesidad de crear esta fuerza "por abajo y la izquierda", para evitar los vicios del disuelto frente.

La campaña política que surgió en este contexto fue llamada "La otra" porque se desarrolló al cabo al mismo tiempo que las campañas de los partidos políticos que buscaban ganar entonces las elecciones presidenciales de 2006 (en ese entonces, entre los candidatos, se encontraba el actual presidente del país, Andrés Manuel López Obrador). En este contexto, desde 2005, varios miembros del Ejército Zapatista, incluido el Subcomandante Marcos, recorrieron una parte importante del territorio mexicano (en una trayectoria que evocaba la forma de un caracol, símbolo de los territorios autónomos zapatistas) con miras a convocar a la movilización nacional de diferentes grupos sociales. En general, es posible decir que, dado que "La otra campaña" era un llamado más bien general a la organización política popular, y no un plan de acción definido, su efecto fue relativamente amplio en lo ideológico y en lo político, pues logró integrar como "simpatizantes" a diferentes tipos de organizaciones de todo el país y del extranjero 5 . Del mismo modo, "La otra" pudo también desarrollar vínculos de solidaridad con otros movimientos en conflicto con el gobierno en diferentes partes del territorio mexicano (como en el caso de las protestas contra la construcción de un aeropuerto en el pequeño pueblo de Atenco, en el estado de México).

Visto desde la actualidad, es imposible conceder un cierto grado de éxito a la difusión del discurso zapatista en el marco de “La sexta”, sobre todo si se tiene en cuenta que la "La otra campaña" fue realizada con recursos mínimos y mediante canales de comunicación relativamente precarios. Empero, al mismo tiempo, es importante no perder de vista el hecho de que “La otra” no alcanzó su objetivo principal de movilizar a la sociedad civil y de crear esa deseada gran alianza popular contra el capitalismo nacional e internacional. En efecto, la gran fuerza que “La otra” aspiraba a construir nunca se consolidó. En el resto de este artículo, me gustaría referirme a dos factores que, desde mi punto de vista, nos permiten explicar el “fracaso”, si así se le puede llamar, esta intentona zapatista. Por una parte, considero que es necesario tener en cuenta el efecto de las diferentes dinámicas regionales de lucha por la hegemonía en el país 6 . Dicha diversidad de dinámicas supuso la existencia de condiciones diferentes y desiguales de asimilación y de adaptación del discurso zapatista en el conjunto del territorio mexicano. El segundo factor determinante en el fracaso de la intentona zapatista fue el hecho de que muchos de los grupos que se movilizaban en torno a esta campaña arrastraban con ellos una serie de presupuestos de sentido común que eran más bien conformes con el orden que buscaban combatir. Desde luego, la mayor parte de dichos grupos no estaban conscientes de esta situación.

Ilustremos esta reflexión mediante la revisión del caso de diferentes grupos de militantes de la ciudad de Puebla.

Puebla

Ubicado en el centro del país, Puebla es uno de los 31 estados que conforman la Federación Mexicana. A pesar de la evidencia arqueológica (que sugiere una fundación precolonial), la capital de este estado, que lleva el mismo nombre, siempre ha sido considerada por su élite como una ciudad católica de origen español 7 . Esta suposición parece estar relacionada con el hecho de que, durante el período colonial y hasta el primer siglo de la independencia, diferentes empresarios de origen español dominaron la economía de la región gracias a su presencia en el ramo de la producción textil 8 .

Aunque presente durante mucho tiempo, el predominio de esta élite industrial se desvaneció gradualmente, en particular durante la década de los sesentas del siglo XX, en un contexto de estancamiento económico y de fuerte tensión social 9 . Impulsadas por el gobierno federal y desarrolladas a través de la instalación de empresas foráneas dentro del estado (ILSA, PEMEX, VOLKSWAGEN), una serie de medidas de reconversión industrial sentenciaron el declive de esta élite al mismo tiempo que modernizaron la industria y las relaciones laborales en la segunda mitad del siglo XX 10 . Puebla se integró entonces a cabalidad en la organización del Estado central moderno en el país. En este contexto, la capital del estado se expandió y devino rápidamente el centro de un área metropolitana que absorbió algunas localidades del vecino estado de Tlaxcala. Esta etapa de la historia poblana parece corroborar la tesis de Van Young 11 en el sentido de que una característica importante de la consolidación del Estado mexicano moderno fue precisamente la subordinación de los diferentes poderes regionales a una estructura de poder económico y político nacional en la que el eje articulador es el de la estructura nacional de clases.

Es importante mencionar, en este sentido, que la política de modernización industrial del gobierno federal implicó un cambio importante, al nivel federal, en lo que Charles Tilly llamaba “la estructura de oportunidades políticas”, concepto que se refiere, de modo general, al grado de apertura que el estado muestra ante los movimientos disidentes. En efecto, la adopción de políticas de reconversión industrial implicó una especie de apoyo indirecto, por parte del gobierno central, al movimiento universitario poblano, que, desde inicios de siglo, pugnaba por una influencia menor de los poderes regionales en el funcionamiento de la institución universitaria 12 . Una particularidad de este movimiento, que contrasta de modo importante con el movimiento universitario de la ciudad de México, de inspiración más bien liberal 13 , fue la influencia importante del partido comunista así como las diferentes alianzas que fueron construidas en el marco de esas luchas con otros movimientos populares. De tal suerte, que la imagen emblemática de este movimiento fue, para los universitarios la del “estudiante

consciente”, considerado más bien como “porro” por las elites conservadoras. El saldo de estos tiempos fue la inestabilidad política (en un periodo de 12 años, sólo 2 de 5 gobernadores pudieron completar su mandato) y, finalmente, la llegada al poder de una facción de las clases dominantes más cercana al gobierno federal 14 .

Posteriormente, en la década de 1980, el cambio neoliberal en la economía,

tanto nacional como global, afectó de modo importante a la región de poblana. La industria local (especialmente la relacionada con la producción de automóviles) fue gradualmente reorganizada mediante procesos de tercerización y gracias a la implantación de la industria maquiladora, especialmente desde la década de 1990, en el valle de Atlixco, en el centro del estado, y alrededor del municipio de Tehuacán 15 . La adopción, a nivel de la política económica nacional, de los principios políticos y económicos del libre comercio condujo a una deterioración importante (en términos de salarios y seguridad social) de los empleos en la región 16 . Este proceso coincidió con la desarticulación gradual de un régimen político que, basado en la figura del partido único y centralista, controló el país entero desde los años cuarenta. Como es bien sabido, la hegemonía de este régimen se basó en el uso clientelar de los recursos públicos y en la creación de un conjunto de instituciones que respondían parcialmente a las necesidades de la población (en cuestiones como salud -ISSSTE, IMSS- vivienda -INFONAVIT, educación -SEP).

La condición de fragmentación neoliberal del estado nacional llevó a México a una condición en la que las dinámicas de poder a la escala regional parecen haber reemergido de modo particularmente violento. Adam Morton 17 ha caracterizado este proceso gradual de descomposición del régimen postrevolucionario mexicano como uno de aceleración de los procesos de revolución pasiva que siguieron al movimiento armado de inicios del siglo XX y que permitieron la edificación (inestable) del Estado mexicano capitalista. Recordemos que Gramsci utilizaba el concepto de “revolución pasiva” para referirse a modificaciones graduales que, en el marco de una expansión fallida por parte de la clase que aspira a ser dirigente, dan lugar a la reorganización del estado sin que ocurra una transformación decisiva de las relaciones de fuerza 18 . En este sentido, si consideramos, con Van Young 19 , que la modernización del Estado mexicano postrevolucionario supuso, sobre todo en la primera mitad del siglo XX, la consolidación de las relaciones de clase en tanto que proceso capital para la construcción del estado mexicano moderno (así como la consecuente subordinación de las dinámicas de poder regionales al emergente poder central), entonces es válido suponer que el declive neoliberal del régimen de la postrevolución implicó, de modo inverso, el relajamiento de las dinámicas modernas que contribuían a la regulación de las relaciones de clase a la escala nacional. Este proceso parece haber favorecido una suerte de reactivación de las dinámicas de poder a la escala regional, lo que implicó, dada la presencia inveterada de diferentes despotismos o poderes locales 20 , la radicalización en las formas de violencia política a ese nivel. Es importante subrayar, en este sentido, que esta condición de fragmentación política parece haber estado ligada de un modo importante al desmantelamiento del régimen de partido único priista (que regulaba las relaciones de clase a través de sus sectores “campesino, obrero y popular”).

En el caso de Puebla, la revolución pasiva, en su etapa neoliberal, ocurrió a modo de un proceso de reafirmación del conservadurismo político. Este proceso implicó una suerte de convergencia de los intereses de la elite tradicional (“destronada” en los sesentas- setentas) con los valores de la nueva burguesía industrial. Otro factor que favoreció la reafirmación del conservadurismo político (y que fue al mismo tiempo su expresión) fue el retroceso en la evolución de los movimientos sociales locales, que habían logrado adquirir una influencia notable en el contexto político local durante las décadas precedentes (1960-1970). 21 Así, el movimiento estudiantil universitario fue violentamente atacado y, prácticamente, erradicado de la universidad pública regional en los años ochentas y noventas (asesinatos y balaceras en torno a la institución universitaria caracterizaron este proceso) 22 . Lo anterior significó, sin duda, una pérdida significativa para la disidencia política regional dada la prohibición expresa de toda clase de actividades abiertamente políticas dentro de la universidad. En este contexto, la lucha cotidiana por el acceso a espacios públicos (institucionales o no, abiertos o cerrados: plazas públicas, parques, plazas, centros de cultura) se hizo mucho más difícil y decisiva para los movimientos de protesta 23 .

La universidad pública se transformó de este modo en una suerte de casa chica del Partido Revolucionario Institucional (PRI), mismo que, vale la pena mencionarlo, no sufriría por muchos años ninguna derrota en las elecciones para el gobierno estatal (habría que esperar hasta la segunda década del nuevo milenio para que este hecho ocurriera). Para afianzar su dominio entre los universitarios, el partido mencionado se valió de modo importante del uso de diferentes tipos de violencia contra los grupos de protesta dentro de esta institución (sobre todo a los de ideología socialista y comunista, que jugaron un rol central en el movimiento universitario). El golpeteo constante contra el sindicato universitario y contra las organizaciones de estudiantes, la reducción del peso de la decisión estudiantil en la elección de sus autoridades y la disminución de la matrícula universitaria son algunas de las medidas que enterraron muy hondo la fantasía estudiantil de una universidad democrática, crítica y popular de los años setentas. A esto se agregó la debilidad de los propios partidos políticos de izquierda, que, tras la desaparición del Partido Comunista, no lograron posicionarse como una fuerza política significativa ni dentro de la región ni en el país.

Una consecuencia sin duda inesperada de estos hechos de violencia política fue que, con el tiempo, la difusión local de ideas o prácticas políticas, digamos, alternativas (misma que se apoyó por mucho tiempo en la institución universitaria), tuvo que apoyarse sobre la creación de diferentes espacios privados o semiprivados de consumo y sociabilización 24 . En efecto, ante la pérdida de espacios públicos abiertos o institucionales para la práctica de la disidencia política, diferentes establecimientos de consumo, muchos de ellos ubicados en el centro de la ciudad, adquirieron una relevancia política particular. Así, centros culturales, cafés o espacios artísticos alternativos se transformaron, a inicios del nuevo milenio, en los nuevos puntos de anclaje de una tímida y reemergente movilización política (para el estudio de una dinámica similar, pero en otra parte del país, véase el trabajo de Maurice Rafael Magaña 25 ). El hecho de que muchos de estos espacios aparecieran en el centro histórico de la ciudad no deja de ser paradójico, pues ello ocurrió al mismo tiempo en que esta parte de la ciudad se integraba a la ola de gentrificación que dio lugar a la revalorización simbólica y económica de los centros históricos y a su inserción dentro de las nuevas formas del turismo cultural transnacional 26 .

¿Cómo se insertó la campaña zapatista de la Sexta en este contexto?

La “Otra” en Puebla

Como en el caso de "La Marcha por la Dignidad Indígena de 2001, "La Otra Campaña" zapatista fue recibida por multitudes animadas en el zócalo de la ciudad de Puebla en el 2006 27 . Los grupos atraídos por la propuesta zapatista en ese año fueron, como en otras partes del país, maestros y estudiantes universitarios, artistas (individuales o colectivos), sindicalistas, empleados públicos, organizaciones populares rurales y urbanas y movimientos políticos de izquierda. Empero, en contraste con lo que ocurrió en la ciudad de México (donde los zapatistas fueron recibidos y alojados en instalaciones públicas como la Universidad Nacional Autónoma de México o la Escuela Nacional de Antropología e Historia), en Puebla la marcha del EZLN encontró sus principales puntos de apoyo y de difusión en algunas instancias religiosas y en diferentes espacios privados o semiprivados de “consumo cultural” como los mencionados anteriormente 28 . Este último punto es importante, pues indica el modo como las dinámicas de poder regionales (que son parte, finalmente, del desarrollo desigual y combinado) modularon de modo particular la expansión de la campaña zapatista. Veamos un par de ejemplos de esos espacios semiprivados que dieron acogida a los zapatistas en Puebla.

Creado en la década de los ochentas, el Centro cultural A. era una suerte de centro social localizado al sur de la ciudad, en la propiedad de una familia llegada del entonces Distrito Federal. Se trata de un espacio que ofrecía servicios de formación en artes y en deportes a los habitantes de los barrios de los alrededores. Su creación fue inspirada, a decir de uno de sus creadores, por el movimiento europeo "Okupa" y por los "Aguascalientes" zapatistas, que es como se llamó a los centros de discusión y de deliberación política construidos dentro de los municipios chiapanecos en rebeldía. Otro espacio era el E7, un café que funcionaba como centro cultural y que fue creado por diversos jóvenes adherentes a la "otra campaña" con el fin de desarrollar un lugar para la difusión de las propuestas del zapatismo. Con este objetivo, sus creadores decidieron alquilar un local en el centro de la ciudad y establecer ahí un café que funcionaría como un foro de discusión y de difusión de las propuestas de "la Sexta". El espacio funcionaba con el apoyo de diferentes organizaciones sociales locales: sindicatos (el automotriz y el del seguro social), movimientos sociales locales (comerciantes ambulantes), colectivos de jóvenes, artistas locales e incluso algunos empleados públicos municipales o del gobierno estatal.

En lo que se refiere a las dinámicas regionales de poder, la existencia de este tipo de espacios puede ser interpretada como la expresión de una suerte de repliegue hacia lo privado o lo semiprivado por parte de los grupos de protesta políticamente organizados de la ciudad. Y esto tanto en términos espaciales (pensemos en el uso de locales cerrados) como en términos económicos (recursos y “financiamiento” privados). La razón de dicho repliegue está ligada, como ya lo he sugerido, a la fuerte represión de la que fueron objeto los movimientos de protesta durante los años precedentes en la región, lo que prácticamente sofocó la acción política contestataria. Otra razón de dicho repliegue está ligada a la articulación más o menos explícita de las acciones de estos grupos al discurso público que, a escala más bien planetaria, celebraba, en el contexto del capitalismo globalizado de los noventas, la supuesta reemergencia de la sociedad civil 29 . En este sentido, es importante mencionar que los diferentes movimientos estudiados se posicionaban de modo diferente ante la posibilidad de colaborar con organizaciones “formales” de la sociedad civil, sobre todo en lo que se refiere a la figura de las organizaciones no gubernamentales. Así, mientras algunos grupos eran más bien renuentes ante esta posibilidad, otros no parecían estar completamente cerrados a ella. Con todo, es importante precisar que esta retirada hacia lo privado nunca se desconectó de una lucha por el acceso a los espacios públicos perdidos en la ciudad. De la existencia de dicha lucha dan testimonio los diferentes momentos de tensión que se daban entre las autoridades y los adherentes a la campaña zapatista cada vez que éstos intentaban realizar algunas de sus actividades en el espacio público urbano.

Ahora bien, pese a todas estas adversidades, la difusión de la propuesta política zapatista dio lugar a una especie de regeneración del discurso político y a una revitalización de la acción política en la ciudad de Puebla 30 . Así, la "Sexta Declaración de la Selva Lacandona" proporcionó los elementos y argumentos para la reedificación (contradictoria, ciertamente) del discurso socialista y anticapitalista que distinguía al extinto movimiento estudiantil. Además, dio a varios grupos de la izquierda local una visión más amplia de los objetivos de la lucha política y de los grupos por convocar, particularmente en lo que se refiere a la movilización de las poblaciones rurales. En este sentido, es pertinente insistir en el hecho de que la participación en "La otra" favoreció la creación de lazos de solidaridad entre diversos grupos sociales en esta región del país. Así, los zapatistas se vincularon efectivamente con los movimientos locales en defensa de los trabajadores de la "Maquila", con exintegrantes del movimiento estudiantil, con comerciantes ambulantes y con otros grupos zapatistas esparcidos por todo el país y en el extranjero. La utilización generalizada del término “compa” (y no del de “camarada”) entre estos grupos puede ser vista, a mi parecer, como un indicador del carácter más o menos expansivo de la alianza zapatista 31 .

Ahora bien, sin perder de vista lo antes mencionado, es necesario comprender el debilitamiento y la cuasi-derrota final de esos grupos en la región: el compa no sobrevivió y sucumbió ante la imagen de descrédito, que es, mitad pitorreo (derechista) y mitad desilusión (izquierdista), de la imagen “chairo”. Varios factores pueden ser evocados para comprender esta derrota, entre ellos los siguientes: a) la fuerte oposición, bajo la forma de represión por parte de los poderes regionales hacia las iniciativas zapatistas ; b) las duras condiciones económicas a las que se enfrentaron los proyectos zapatistas, sobre todo en su dimensión espacial (pensamos, sobre todo, en el costo económico de acceso a los locales que alojaban los cafés y los centros culturales) y, finalmente, c) la imposibilidad de deshacerse de o de romper con una serie de principios que, a partir de los años noventas, se instalaron y devinieron dominantes en el sentido común de los habitantes de la región en el marco de la etapa neoliberal de la revolución pasiva. Como lo he mencionado, por sentido común Gramsci entendía el conjunto desagregado, ocasional y abigarrado de ideas y opiniones que informan la concepción del mundo de los grupos subalternos en un contexto de dominación 32 . Para el caso que nos ocupa, estas ideas y opiniones más bien heteróclitas se refieren, en general, al abandono relativo de una crítica centrada en la dimensión de la clase social (que fue una característica central de la figura del estudiante “consciente” de los sesentas) así como a la adopción de referentes discursivos identitarios y culturalistas propios al nuevo orden hegemónico (lo que, quizás, constituiría el elemento distintivo del perfil de la caricatura del chairo para la gente de izquierda).

En este momento es quizás pertinente una pequeña digresión de corte teórico. Como es bien sabido, el abandono del concepto de la clase social ha sido un movimiento mayor en las ciencias sociales desde las últimas décadas del siglo XX. Aunque este desplazamiento parece encontrarse tanto en el medio académico (por ejemplo en el caso del paradigma de los “nuevos movimientos sociales” o en el de los enfoques pragmáticos de la acción política) como en el discurso de los diferentes movimientos sociales, diferentes autores se inscriben de modo claro contra esta tendencia reactivando de modo creativo una crítica centrada en la clase y reactivada por el pensamiento gramsciano (Peter Thomas, André Tosel, Gavin Smith) y Lacaniano (Slavoj Zizek, Alain Badiou). Nuestra crítica del abandono de la noción de clase social por parte de los colectivos zapatistas en cuestión se inscribe precisamente dentro de esta perspectiva.

Pero volvamos al caso poblano. Existen diferentes indicios de la inmersión de la acción militante de los grupos zapatistas poblanos en el sentido común propio del periodo neoliberal, que algunos califican de multicultural 33 . Veamos algunos ejemplos. En primer lugar, podemos mencionar la participación involuntaria y efectiva de estos grupos en la revalorización del centro histórico en tanto que espacio de consumo cultural y de ejercicio de la acción política “legítima”. No sólo dicha revalorización refrendaba algunos clichés ligados a la idea de la poblanidad española en la región (la identidad conservadora local a la que ya hemos aludido, tan querida para la vieja élite y tan evocada por la revalorización simbólica del centro), sino también reproducía la dinámica general que, a nivel espacial, hace de cierta arquitectura central el significante rígido en torno al que se estructura la hegemonía en tanto que experiencia espacial e ideológica 34 . Este hecho contrastaba fuertemente, por lo demás, con el hecho de que la mayor parte de estos jóvenes militantes habitaba en los barrios periféricos de la ciudad, dónde habita la mayor parte de la clase trabajadora y cuyo abandono económico, político y en términos de servicios culturales es notable.

Otro indicio del fuerte peso de algunas ideas del sentido común flotante en el contexto de la revolución pasiva neoliberal es precisamente la sobrevaloración de la autonomía en tanto que justificación última de la movilización política. Precisamente, la convergencia de estos posicionamientos con estrategias neoliberales de transformación del Estado ha sido señalada desde hace mucho por diferentes autores 35 . Las alusiones a la “sociedad civil” entendida como una especie de guarida o de refugio protector ante las embestidas del estado reproducían, de modo ambiguo, desde luego, la concepción (neo)liberal del estado, misma que se instaló con fuerza durante los noventas y que negaba el hecho de que la sociedad civil es un componente esencial de lo que Gramsci llamaba “El estado integral”. Lo anterior tuvo como consecuencia no sólo una suerte de negación del orden político en tanto que bloque histórico del que las clases populares son parte (según la perspectiva Gramsciana) sino también el rechazo de formas de movilización política de corte más clásico, en particular, en lo que se refiere a la formación de partidos políticos de tipo comunista o socialista.

Finalmente, como tercer indicio, podemos mencionar la valorización de la cultura y de la identidad (y no de la desigualdad económica) en tanto que justificaciones últimas de la necesidad de justica. Dicha reivindicación converge, en efecto, con el discurso multicultural que, desde el poder, confunde la cuestión de la desigualdad con la de la diferencia cultural. De hecho, la reivindicación de la cultura en tanto que factor estructurante de las identidades de estos grupos (algunos de los cuáles se hacían llamar, por ejemplo, “la banda del arte”) es un indicador del modo como los procesos de mediación hegemónica que, desde los años ochentas, hicieron de los jóvenes el consumidor de cultura por excelencia en México (y en otra partes del mundo) estaban presentes en la propuesta política de todos estos grupos 36 .

Los diferentes puntos de intersección entre el discurso de los jóvenes militantes zapatistas y el discurso neoliberal así como la evolución local de las relaciones de poder (que hablan de una suerte de estrangulamiento de los movimientos locales de protesta por parte de los poderes regionales) minaron el desarrollo exitoso de la propuesta zapatista en la región.

Conclusión

Escribe Adam D. Morton: “Las contradicciones de la revolución pasiva reflejan un equilibrio inestable que contiene dentro de sí mismo el peligro de la desintegración en un equilibrio catastrófico” 37 . La historia política y económica de la zona central de Puebla muestra, en este sentido, el carácter particularmente violento que ese equilibrio catastrófico puede adquirir así como sus consecuencias para las relaciones políticas entre las clases sociales locales. La historia de la región de Puebla muestra también el modo cómo la manifestación local de la revolución pasiva ha dependido de modo importante de las dinámicas del desarrollo desigual y combinado que han dado forma al capitalismo en la región. Es en este orden de ideas que debe de ser realizado el balance del éxito de propuestas políticas alternativas como la zapatista: su evolución depende, en gran medida, de su inserción en las dinámicas de poder regionales. Es importante resaltar que estas dinámicas comprenden no sólo procesos económicos, sino también una configuración particular del sentido común, que, recordémoslo, según Gramsci, combina, entre los grupos subalternos, concepciones, ideas y prácticas dispares, de origen diverso y contradictorio. El desafío, para los movimientos de transformación social es, en este sentido, romper con la versión local de dicha fragmentación para integrar a los subalternos en un movimiento de expansión/asimilación liderado por las clases trabajadoras en tanto que clases dirigentes 38 .

En el caso de Puebla, la apropiación del discurso zapatista por diferentes movimientos sociales demuestra cómo la difusión del mismo estuvo fuertemente condicionada por diferentes dinámicas políticas a nivel regional. Éstas devinieron particularmente dominantes y virulentas en el contexto de la transformación del Estado durante la etapa neoliberal de la revolución pasiva mexicana, lo que representó un serio obstáculo para la propuesta de los grupos zapatistas. Éstos, por otro lado, parecen haber encontrado en el mensaje zapatista una fuente de aliento que, aunque movilizadora, no parece haber sido capaz de romper con las diferentes aristas del sentido común dominante, al menos tal y como este fue modulado por las transformaciones de los años noventas. Una cuestión persistente (aunque fuera del alcance de este trabajo) es, en este sentido, la de determinar si el fracaso relativo de toda esta movilización zapatista es ya capítulo cerrado.


Notas
1.

fn1 AUTOR, 2012

2.

fn2 MORTON, A. David, Revolution and State in Modern Mexico; SEMO, Enrique, “Reflexiones sobre la revolución mexicana”. s/f.

3.

fn3 VAN YOUNG, Eric, “Introduction”. s/f.

4.

fn4 MORTON, A. David, Revolution and State in Modern Mexico. s/f.

5.

fn5 GULEWITSCH, Nicole. “Ya basta! A Cry that Echoes Beyond Borders”. s/f.

6.

fn6 MORTON, A. Revolution and State. s/f.

7.

fn7 MARIN, Fausto, Puebla de los Ángeles. Orígenes, gobierno y división racial. s/f.

8.

fn8 BARBOSA CANO, Manlio, El crecimiento industrial del estado de Puebla. s/f.

9.

fn9 Véase PANSTERS, Will, Política y poder en Puebla. Formación y ocaso del cacicazgo avilacamachista. Sobre el movimiento estudiantil, véase SOTELO, Humberto, 1972-73 Puebla de los demonios. s/f.

10.

fn10 MELÉ, Patrice, Puebla : Urbanización y políticas urbanas. s/f.

11.

fn11 VAN YOUNG, Eric, “Introduction”. s/f.

12.

fn12 SOTELO, Humberto, 1972-73 Puebla de los demonios. s/f.

13.

fn13 URTEAGA, Maritza, « Imágenes juveniles del México moderno ». s/f.

14.

fn14 PANSTERS, Will, Política y poder en Puebla. s/f.

15.

fn15 BARRIOS, Martín, Tehuacán, del calzón de manta a los blue jeans. s/f.

16.

fn16 JUAREZ, Huberto « ¿El sindicalismo independiente en Puebla?”. s/f.

17.

fn17 MORTON, A. Revolution and State. s/f.

18.

fn18 GRAMSCI, Antonio, Guerre de mouvement et guerre de position. s/f.

19.

fn19 VAN YOUNG, Eric, “Introduction”. s/f.

20.

fn20 Véase LOMNITZ-ADLER, Claudio, « Concepts for the Study of Regional Culture ». Véase también RUBIN, Jeffrey W., « Descentrando el régimen: cultura y política regional en México ». s/f.

21.

fn21 CASTILLO, Jaime, “¿Cuáles son los cambios en los movimientos sociales?”. s/f.

22.

fn22 SOTELO, Humberto, 1972-73 Puebla de los demonios. Véase también PATIÑO TOVAR, Elsa, El pasado en el presente. s/f.

23.

fn23 AUTOR, 2012.

24.

fn24 AUTOR 2012.

25.

fn25 MAGAÑA, Maurice Rafael, “Spaces of Resistance, Everyday Activism, and Belonging”. s/f.

26.

fn26 ZUKIN, Sharon, The Culture of Cities. s/f.

27.

fn27 AUTOR, 2012.

28.

fn28 AUTOR, 2008.

29.

fn29 BUTTIGIEG, Joseph A., “Gramsci on Civil Society”. s/f.

30.

fn30 AUTOR, 2016.

31.

fn31 AUTOR, 2012

32.

fn32 GRAMSCI, Antonio. Guerre de mouvement, p. 101. s/f.

33.

fn33 SMITH, Gavin, “Selective Hegemony and Beyond Population with ‘No productive Function’. s/f.

34.

fn34 AUTOR 2015

35.

fn35 Véase por ejemplo el trabajo de Stephen, Lynn, « The Zapatista Opening : The Movement for Indigenous Autonomy and State Discourses on Indigenous Rights in Mexico, 1970-1996 ». s/f.

36.

fn36 AUTOR, 2012

37.

fn37 MORTON, A. Revolution and State, p. 112. s/f.

38.

fn38 TOSEL, André, Étudier Gramsci, p. 107, s/f.

Sumario

-Introducción

-Consideraciones teóricas

-La sexta declaración de la selva lacandona

-La ciudad de Puebla

-La otra campaña en Puebla

-Conclusión

Referencias
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
10.
11.
12.
13.
14.
15.
16.
17.
18.
19.
20.
21.
22.
23.
24.
25.
26.
27.
28.

Enlaces refback

  • No hay ningún enlace refback.




Licencia Creative Commons
TLA-MELAUA por Benemérita Universidad Autónoma de Puebla se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.
Basada en una obra en www.tlamelaua.buap.mx.