Los herederos del olvido: en torno a Thou Shalt Forget 1 de Pierrot Ross-Tremblay 2

Luis Martínez Andrade

47. 2020 ; (49)



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portada del libro


Alternate Text: Imagen portada del libro.

Texto introductorio de Philippe Néméh-Nombré

Desde hace un año, en el momento de la aparición de Thou Shalt Forget (Los herederos del olvido) ―publicado en noviembre de 2019 por la editorial de la Universidad de Londres―, Pierrot y yo nos hemos escrito. 3 Precisamente, nos escribimos en torno a la próxima publicación de su libro, de aquello que representa, las palabras o lo que se les escapa, del diálogo y de sus proximidades posibles. Hablarse, escucharse, comprenderse. Hablar juntos, escuchar juntos, quizás comprenderse juntos. En octubre, en algún lugar, recibo el libro y lo devoro. Texto difícil y bello, es preciso. Me acerco del exterior y, al mismo tiempo, me interpela muy de cerca.

Las dinámicas que se abordan me parecen tan escurridizas en su materialidad geo-histórica, como familiares en cuanto a su eco. Con y a través de la experiencia en Essipit y de los essipiunnuat, 4 Thou Shalt Forget trata de las dimensiones psicológicas del colonialismo y contextualiza la producción colonial del olvido. El 19 de noviembre de 2019, en Tiohtià:ke, nos encontramos en un pequeño café para discutirlo.

Entrevista

Philippe Néméh-Nombré: Pierrot, soy muy afortunado por haber podido leer Thou Shalt Forget y de poder hablar contigo, de discutirlo, a través y a partir de este importante trabajo. Aprendí mucho leyéndolo. Mucho. Estuve muy conmovido tanto por la profundidad del enfoque, por lo que permite en concreto, como por las resonancias que pueda tener; resonancias, quizás en apariencia, un poco lejanas, pero en última instancia, bastante sorprendentes, con ciertas realidades y sensibilidades que pudieran estar muy cerca de mí. Había preparado algunas preguntas, pero te propongo ver hasta dónde nos puede llevar la discusión. ¿Qué te parece?

Pierrot Ross-Tremblay: Sí, por supuesto. Te agradezco, Philippe, por tomarte el tiempo para entablar esta conversación, no solo porque inaugura efectivamente un diálogo a largo plazo, sino también porque posibilita un intercambio sobre este libro, el cual es resultado de muchos años de trabajo. El proceso de investigación y de escritura fueron igualmente importantes, así como el resultado en sí. Está en la naturaleza misma de las investigaciones sobre el olvido y la ignorancia el hecho de ser insatisfactorias, incompletas y, con frecuencia, problemáticas. Y el hecho de documentar su propia comunidad implica reconocer que nosotros mismos estamos afectados, en cierta medida, por los fenómenos que estudiamos.

Este libro es el resultado de todo un proceso de investigación comunitaria, durante una década dentro de mi propia comunidad en Essipit. El libro da cuenta de la experiencia de resistencia de los essipiunnuat (“humanos del río-de-las-conchas”) de aquello que recordamos como la Guerra del salmón, ocurrida en los inicios de la década de los ochenta y, posteriormente, de una lucha por conservar la memoria del evento frente a las fuerzas y actores que favorecen la desaparición y las formas de reescritura. El contenido del libro se apoya en más de una treintena de relatos autobiográficos, de los cuales veinte fueron grabados, de personas que estuvieron implicadas en el evento, y en tanto miembros de la resistencia, sus acciones son ampliamente documentadas.

El libro también se apoya en los relatos y la experiencia de los essipiunnuat de la generación posterior a la que vivió dicho evento. Así, el libro permite democratizar el acceso a la memoria y la producción de la historia de los essipiunnuat, generar nuevas interpretaciones del pasado y honrar la memoria de la memoria de aquellos que pusieron su vida en peligro en la defensa de la soberanía ancestral de las futuras generaciones. Honrar una palabra que se ha vuelto casi muda por el tejido de un complejo código de silencio.

Cuanto más avanzaba la investigación, más me parecía necesario comprender nuestra relación con el pasado, mucho más que el pasado en sí, la mnemohistoria (estudio de nuestras relaciones con el pasado) y la amnesiología (estudio del olvido como producción) se colocaron, pues, en el corazón de mi proceso de investigación.

Philippe Néméh-Nombré: Doce años. El trabajo abarcó doce años.

Pierrot Ross-Tremblay: Mi investigación doctoral había tomado forma cuando vivía en Matimekush-Lac John, donde tomé realmente consciencia de la magnitud y profundidad del colonialismo que afecta a nuestro pueblo y de las políticas genocidas de los gobiernos de Canadá, de Quebec y de Terranova y, además, de las heridas internas generadas por las estructuras coloniales de los concejos de bando (conseils de bande) 5 y prácticas de dominación colonial, reproducidas algunas veces localmente por nuestro propio pueblo. Allí también me di cuenta, a partir de mi trabajo de campo, hasta qué punto los innu forman un pueblo entero, con su propia consciencia histórica y sus relaciones diplomáticas, pero que nuestra autodeterminación y nuestro derecho a disponer de nosotros mismos estaba mutilado tanto por el régimen constitucional como por la hegemonía cultural de Quebec y la influencia desmedida de las grandes empresas extractivistas y de los diferentes proyectos de “desarrollo” en Nitassinan. 6

Mi primer proyecto de doctorado, desarrollado en el Instituto de Altos Estudios Internacionales y del Desarrollo (IHEID) de la Universidad de Ginebra, trataba sobre el derecho de los innu para disponer de ellos mismos frente al colonialismo interno en Canadá. Estudiaba al pueblo innu como un actor de derecho internacional y las formas de acciones colectivas que combinan nuestra unidad como pueblo y, también, las fuerzas que engendraban divisiones y conflictos en nuestro seno. Asimismo, fui voluntario en las Naciones Unidas, y esto me permitió reflexionar sobre el derecho internacional y la prevención de genocidios, sobre la defensa de la dignidad humana, la cual depende ante todo de la capacidad de resistencia de las personas, de su poder.

Me dije que, si no podía hacer nada en mi propio entorno para mejorar el mundo, entonces no lo podría hacer en ningún lugar. Al mismo tiempo, veía la incoherencia de los círculos y de los actores internacionales en materia de derechos humanos, donde se denuncian violaciones, pero sin que haya intervención, y sin que se evite que la violencia de masas se vuelva a producir. Entonces, al principio, el proyecto emergió de una reflexión sobre los genocidios por la que me dije que la mejor manera de prevenirlos era el empowerment (empoderamiento) y la adquisición de poder por los micro-grupos. Decidí producir una historia oral de esta experiencia de autodeterminación y de desarrollo comunitario con el caso de mi comunidad, que yo veía más desde el punto de vista de mi generación en ese momento, sin conocer profundamente la perspectiva de las generaciones precedentes.

Posteriormente, después de las discusiones con las personas mayores de Matimekush Lac-John, decidí trabajar específicamente en la experiencia de mi propia comunidad, Essipit. En Matimekush-Lac John, tuve una significativa toma de consciencia como innu y siempre le estaré agradecido a mis amigos y amigas de Matimekush por su hospitalidad y generosidad.

Un encuentro decisivo en el plano académico fue en 2006, cuando escuché a Colin Samson pronunciar un discurso, en Ginebra, en el grupo de trabajo sobre los pueblos autóctonos. Su denuncia de las políticas del gobierno canadiense destinadas a los innu me interpeló tan profundamente que fui a verlo y tuvimos una larga discusión. Fue el inicio de una amistad. Entonces, decidí permutar mi doctorado a la Universidad de Essex, con la finalidad de que él se convirtiera en mi director, junto al historiador sudafricano Jeremy Krikler. Su vasta experiencia en materia de imperialismo, de colonialismo y de la resistencia, y su apoyo fueron esenciales. Me permitieron escribir mi tesis mientras regresaba a vivir en mi comunidad, en 2007, con mi familia.

Allí fue donde comenzó el trabajo de investigación y de escucha de las personas mayores y de la gente de la comunidad. Por supuesto, como en toda verdadera investigación, los descubrimientos que hicieron son sorprendentes y cambiaron los prejuicios y percepciones que teníamos al principio. Si no fuera así, ¿sería realmente una investigación? Las mías se vieron profundamente alteradas de diversas maneras. Más que el pasado en sí, me interesé en las causas profundas de una forma de olvido cultural que vivimos como herederos de una sociedad genocida, mutilada de su memoria y que vive de manera cotidiana formas avanzadas de colonialismo psicológico. Yo mismo estaba, al igual que muchos de mis contemporáneos, agobiado de este olvido y de una crisis de auto referencialidad. El tema es difícil, pero fundamental para una reconexión más efectiva con las fuentes de nuestra memoria cultural innu y una capacidad mayor de resistencia, de movilización colectiva y una verdadera autodeterminación; pero diferente de aquella definida por los gobiernos, tanto federal como provinciales, y que emanan de las burocracias de los conseils de bande completamente estructuradas a partir de una gramática estatal.

Además de la reflexión teórica y de la reconstrucción de una cierta interpretación de la experiencia histórica del grupo, el valor de Thou Shalt Forget se encuentra en el relato de las personas, en tanto fuente de saber, y en la extraordinaria manera en que las personas cuentan y hacen converger sus historias en una nueva trama comunitaria. La inteligencia de la gente es fina y siempre sorprendente, su relato es de una riqueza abrumadora, siempre y cuando se les escuche y se reflexione seriamente. Por tanto, el cruce de sus voces permite una mirada nueva sobre aquello que fuimos, de en lo que nos convertimos y queremos o podríamos ser.

La voz de las personas es muy potente, sobre todo la de los ancianos que vieron y vivieron, y que no temen hablar y contar las cosas como son. Me tomó mucho tiempo entender completamente lo que decían, viviendo yo mismo en el adoctrinamiento y estando profundamente afectado por el colonialismo. Ser un investigador autóctono nos obliga a descolonizarnos nosotros mismos, tener la mirada más clara posible, estar conscientes de nuestras propios anteojos y equipaje plenos de colonialidad. Esta investigación me transformó y siempre estaré agradecido con las personas de mi comunidad, y en deuda con los ancianos.

El libro también proporciona un método para acercarse a las memorias difíciles y aprehender mejor el tema del olvido. Las personas de muchos países, sobre todo las generaciones de la posindependencia, se interesan en los aspectos psicológicos del colonialismo y de las tiranías endógenas experimentadas posteriores a los movimientos de descolonización. El libro incluye pues “claves” de interpretación, derivadas de la digestión del proceso endógeno de la propia investigación y de lo que reveló y es interesante para todos los investigadores que trabajan en contextos de posindependencia y anteriores países colonizados. Cómo se reproduce internamente el colonialismo en el seno de nuestras pequeñas comunidades es una pregunta cruel, pero necesaria. La investigación debe ayudarnos a comprender nuestro propio colonialismo, nuestras propias tiranías, nuestros puntos ciegos y cómo nos lastimamos a nosotros mismos. Como lo ha dicho con elocuencia mi buena amiga Hadley Friedland, para las pequeñas comunidades, la cuestión central continúa siendo la de saber “cómo proteger a aquellos que amamos y a aquellos que no”. Excavar en la memoria colectiva no está exento de consecuencias, sobre todo cuando, a diferencia de los no-autóctonos, nosotros y nuestros seres queridos vivimos y tenemos un vínculo fuerte de filiación con la comunidad donde llevamos a cabo nuestra investigación.

Por eso, es crucial que el trabajo académico que apunta a la descolonización busque abarcar la relacionalidad y la multidimensionalidad, y reconocer el potencial terapéutico de la investigación. Esto significa buscar soluciones que tengan efectos inmediatos y prácticos en la mejora de las condiciones de vida de las personas. Los resultados deben proporcionar antídotos y remedios para los diagnósticos y problemas que las personas mismas han planteado, y traducirse a lo que yo llamo “literatura medicinal” o, para usar la expresión de Shawn Wilson, la concepción de la investigación como ceremonia.

En mi caso, muchos de los obstáculos encontrados son descritos y nombrados, las barreras en el camino de la rememoración se convirtieron en datos cruciales para comprender nuestra relación con el pasado, como essipiunnuat. Y ciertas barreras internas fueron muy poderosas. Nadie nos puede realmente ayudar cuando decidimos tomar el sendero del estudio del olvido cultural en casa, explorar nuestras “verdades”, sacudir el legado de “omerta” (Ley del silencio). Cualquier cosa que busque impedir nuestra expresión, a silenciarnos o a ponernos piedras en el camino es crucial, sorprendente y revelador. Este tipo de investigaciones sobre los regímenes internos de poder pueden ser peligrosas para el investigador mismo, algunos desean no solo borrar las verdades incomodas, sino también enterrar a aquel o a aquella que las porta. Pero esta dimensión de la experiencia, del investigador que estudia las políticas del olvido, es decisiva.

Philippe Néméh-Nombré: Precisamente, eso es parte esencial de tu trabajo. Deber ser extremadamente difícil.

Pierrot Ross-Tremblay: Conocemos el destino reservado a los disientes y aquellos que han decido de “speak truth to power” (decirle sus verdades al poder) para hacerle un guiño a Edward Said. En mi caso, las dificultades fueron aliviadas gracias al apoyo inquebrantable de mi círculo íntimo y de mis mayores, asimismo, porque gocé de una libertad académica, lo cual es un gran estímulo para un escritor. También porque así lo veo hoy, entiendo el sentido de esas dificultades, tanto el valor como los resultados de ese proceso. Fue una gran lección de integridad y de humildad. Un investigador íntegro no hace las cosas para complacer a las autoridades, ni se deja dominar por las amenazas o el miedo y honra las verdades reveladas, aunque estas sean incómodas, incluyendo las que competen a uno mismo. Dicho esto, la experiencia del investigador se vuelve efectivamente más espinosa cuando se vive en la comunidad con su familia, sus parientes, sus hijos y cuando todo el mundo es un pariente en el seno del grupo, como es mi caso.

Hundirse en las profundidades del olvido cultural nos obliga a revisitar las discontinuidades, las rupturas y escuchar con más atención las fuentes reales de los silencios y de las ausencias. Obviamente, en las comunidades que han experimentado y vivido el colonialismo, las políticas de eliminación y el genocidio de muchas generaciones, inevitablemente se debe hacer frente a los traumatismos intergeneracionales, a los bloqueos, a las fuerzas que favorecen el olvido y la disimulación a favor de una interpretación colonial, favorable a los hombres y, sobre todo, a los hombres en puestos de autoridad.

Hay, pues, una tensión permanente. No solo existe una, sino muchas cajas de pandora que se arriesgan a cada instante de hacer emerger en el presente las razones profundas del silencio, del olvido; una barrera que impide que el río suba, una piedra en el camino que impide avanzar, una fuga, una interrupción, una ausencia y otros. Me gusta decirles a mis estudiantes que no reproduzcan este tipo de investigación “en casa” o excepcionalmente bajo la supervisión de los ancianos o de los investigadores avezados.

Fueron muchas personas mayores y su defensa de la verdad y de la integridad quienes me motivaron a continuar, a superar los obstáculos, a ver la búsqueda de la verdad como un acto de curación, pero también como un elemento axial de la justicia comunitaria. ¿No es el papel del investigador el de escuchar a las otras fuentes y de generar otras interpretaciones a partir de todos, y no solo de los investigadores no-autóctonos y de los dirigentes? Como profesor de universidad, puedo permitirme decir cosas que los demás no pueden. No trabajo para que los dirigentes locales me estimen o para ser popular en el interior de las sociedades coloniales. No perderé mi empleo o mi cátedra de investigación, ya que mi trabajo es investigar, buscar la verdad y permitir a las personas expresarse, sobre todo a los invisibles y marginalizados y aquellos que padecen los abusos de poder. El investigador emerge de su investigación con una visión nueva, más clara y, como lo escribo al final de Thou Shalt Forget, llegamos al final del camino con raspaduras, pero con el corazón ligero y esto no tiene precio.

El libro también expone un método original y esa es una de las razones por las que tardó en ser publicado. Metes la mano en el hueco, vas a buscar las historias más escondidas, las más ocultas o vuelves a escribir o a interpretar eventos que las personas han sido orilladas a silenciar y que se les forza a olvidar… Desde el principio, mi investigación estaba concebida para ser un proyecto comunitario que vislumbrara y documentara la historia oral de nuestro “sistema comunitario” pero, en la medida que avanzaba, hice hincapié en nuestra relación con el pasado hasta intentar comprender nuestra condición cultural sin complacencia.

Philippe Néméh-Nombré: ¿Desde el inicio, la problemática central de la investigación no estaba articulada en función de esas cuestiones ligadas a la relación con el pasado y la producción del olvido como legado colonial?

Pierrot Ross-Tremblay: Para nada o muy poco. Debido a la falta de experiencia, no lograba percibir de forma pertinente en qué medida algunas determinantes del olvido podrían ser internas. En parte, estaba consciente de ser un heredero del olvido, como muchos de mis contemporáneos, pero sin conocer las causas colectivas. Matimakush me había sumergido en el corazón de la condición de mi pueblo, pero no específicamente en el interior de mi propia comunidad donde había vivido de niño. Una vez, durante muchas semanas en nutshimit (la vida en el bosque), el proceso me permitió cierta cicatrización de mi identidad cultural y espiritual. Así, tomé consciencia de que el olvido cultural y sobre todo el endógeno, o que producimos nosotros mismos como personas, provienen de pueblos subyugados, y que esta era quizá la mayor amenaza respecto a nuestros órdenes jurídicos y la protección de nuestras soberanías ancestrales; debido a que el olvido cultural avanzado puede engendrar el no-acceso a los relatos de la historia y de la tradición oral que portan esas normativas y, de esa manera, generar la idea de que no tenemos historia, ni órdenes jurídicos endógenos.

En el libro, llamo a esta creencia en nuestra propia ausencia el sui nullius, en cuanto forma de interiorización de la doctrina del terra nullius. El Viejo Herb Nabigon ha empleado la expresión “hollow tree” (tronco hueco) para ilustrar los efectos psicológicos de la opresión colonial que debe ser vaciada de uno mismo. Las políticas históricas de Canadá están fundadas sobre un imperativo (commandement) de olvidar, guiadas por el espíritu genocida y racista del primero de sus primeros ministros, John Alexander Macdonald. Al desconectarse de su memoria y, sobre todo, a través de las rupturas de transmisión intergeneracionales, las primeras poblaciones tuvieron que abandonar aquello que era sagrado para ellos, su tierra ancestral, y aceptar su propia aniquilación. Incluso, si sabemos que las primeras poblaciones han resistido desde siempre y hasta hoy, ¿podemos realmente evitar la cuestión de los efectos de esas políticas, hoy, en nuestras comunidades que viven aún en las estructuras creadas por este régimen constitucional?

Después de mi llegada, algunos “viejos” comenzaron a hablarme de un evento que fue extraordinario para ellos, muy importante y del que los más jóvenes de mi generación, incluyéndome, nunca habían escuchado o quizá muy poco: la Guerra del salmón. Un evento del que tenía, a lo sumo, como mis contemporáneos, algunos pequeños recuerdos de mi infancia. Sabíamos que algo muy grave había sucedido, pero no sabíamos qué había sido, mientras que para los más viejos era de gran trascendencia. Y esta ruptura de la memoria, precisamente, comenzó a parecerme particularmente enigmática y significativa, tanto por su magnitud como por sus efectos en la transmisión o la no-transmisión de nuestra herencia cultural.

En Thou Shalt Forget, llevo al lector más allá de las percepciones que rondan en torno de mi comunidad, Essipit. Critico esta imagen cosmética y a aquellos, algunos innu y otros euroquebequenses que coadyuban a su proyección. Más allá de la comunidad “modelo”, “moderna” ―si no es que superior a las otras, pues se inscribe en los parámetros que la sociedad dominante define como “éxito”―, otorgo una voz a la gente de Essipit. Las imágenes construidas de esta gente, en la investigación, o en los medios masivos de comunicación, son, en gran parte, proyectadas por los “líderes” y los expertos en comunicación, y los “mercenarios” o aquellos que son pagados para crear y mantener esta imagen.

Pero, más allá de esta representación de mercadotecnia y detrás de la “reserva que lo logró”, tal como es proyectada, existe otra comunidad llevada por los valiosos relatos de las personas, con sus interpretaciones, algunas veces diferentes de las que porta el órgano de comunicación de la comunidad. [Más allá de] las perspectivas creadas y a menudo críticas del poder y de los mitos coloniales quebequenses, por lo general, propagados por los “consultores”, “historiadores, y otras personas sujetas a la administración local. Pero, sobre todo, estos relatos transmiten conocimientos que abordan la historia de la resistencia del pueblo innu frente a siglos de hegemonía y de opresión, así como valiosos saberes ancestrales conservados con mucho cuidado y esperando a ser revelados a aquellos que sabrán escucharlos.

Philippe Néméh-Nombré: Es eso que se convirtió en la urgencia.

Pierrot Ross-Tremblay: La urgencia de decir las cosas como la gente las ve. La urgencia de volver a colocar la cuestión del colonialismo interno, el legado de la colonialidad que incluye la misoginia y el racismo como reificación de tierras ancestrales. La urgencia también de hacer el quehacer en la herencia colonial que impide un intercambio real de memorias individuales para sanar las heridas de la historia y permitir una mayor justicia entre nosotros. La liberación de los relatos, de las verdades de las personas es una potente medicina y sabemos que el olvido no es muy eficaz a largo plazo.

A medida que avanzaba en mi investigación, identificaba dentro de mí formas de esencialización que percibía también en mi medio social inmediato. Mi sed de memoria y del pasado de la comunidad me llevaban a mitologizar la historia. Al igual que muchos de mis contemporáneos que vivieron las consecuencias del colonialismo avanzado, y por necesidad de pertenencia y acercamiento, como los jóvenes de mi generación, estaba dentro de un proceso de revitalización cultural, de reapropiación, de reconciliación. Descubría fotos, fotos de los antepasados, y me encontraba en exaltación, esencializaba y mitologizaba, sin cuestionar la fabricación de la memoria de la comunidad y cómo su relación con el pasado se había constituido. Y le daba un lugar desproporcionado a las interpretaciones del pasado que surgían de las figuras de autoridad local.

Rápidamente me di cuenta de esto, con la idea de los viejos y de mis directores de tesis, recurrí a la mnemohistoria: mi propia relación con el pasado y la de mi generación, en vez del pasado tal como fue o como sería. Me interesé en las prácticas mnemónicas. ¿Qué es lo que se quiere olvidar y por qué?

Philippe Néméh-Nombré: En lugar de aquello que fundamentalmente se quiere recordar y transmitir.

Pierrot Ross-Tremblay: Al final del libro, las personas me hablan de aquello que debe ser transmitido para garantizar la continuidad cultural del grupo y cómo. Cierto, el libro juega un papel en la transmisión de la memoria colectiva. Está la historia oral y la memoria de la resistencia que es crucial, pero el libro aporta una reflexión particular, desde el interior, sobre las diferentes capas de la no-transmisión y sus razones. Este aspecto es muy poco estudiado en la investigación. Una de las razones es que la investigación en relación con las primeras poblaciones pasa prácticamente todo el tiempo por los conseils de bande, la élite y los hombres, y, por tanto, es mutilada de los aspectos más sociales y psicológicos de la vida de las personas.

En los hechos, la investigación no contiene una crítica del poder y de sus dirigentes. La investigación también está sujeta al filtro impuesto por los investigadores no-autóctonos, generalmente euroquebequenses o franceses, que imponen un poderoso filtro y que no son consciente de su propio legado de colonialidad, de su relación particular con la autoridad local y cómo reproducen el colonialismo en sus enfoques. A veces, estos investigadores tienen enfoques teñidos de romanticismo frente a las primeras poblaciones y esencializan, a partir de sus propias concepciones heredadas de las representaciones coloniales. Además, es difícil hacer investigación sin pasar por los conseils de bande y estos últimos juegan, a veces, estos juegos de imágenes, ocultando las realidades más complejas y las visiones más diversas de las realidades vividas dentro de las comunidades.

Estos fenómenos del colonialismo en la investigación, con una intensidad específica en el campo jurídico, son extremadamente problemáticos a largo plazo. Entonces, me interesé especialmente en el aspecto del papel del poder interno, como determinante del olvido, tal que es ilustrado en los relatos. En el último capítulo, las personas son demasiado claras tanto en aquello que nos mutila de nuestras memorias como de aquello que debe ser transmitido de nuestro repertorio de experiencias y cómo.

Entonces sí, lo que está en juego del olvido cultural se convirtió para mí, en estos últimos años, en el principal interés. Pero la historia de este olvido y de su producción comienza mucho antes, con la llegada de los jesuitas y de su guerra contra nuestros rituales y ceremonias, y todas las fuerzas que intentaron borrar ―y escribir― los relatos y la contribución de nuestras valiosas civilizaciones. ¿Quién puede relatar la historia de estas eliminaciones y cómo? ¿Quién se interesa realmente en los efectos de la memoria colonial y selectiva quebequense, por ejemplo, en la condición cultural de los innu, de los atikamekw, de los anishnabeg? Se necesita coraje y medios para abordar estas cuestiones en el contexto en el que estamos, constantemente bajo la hegemonía de la sociedad colonial. Esto no es común, se ganan muchos enemigos terribles, sobre todo dentro de las filas ultranacionalistas para quienes las representaciones de los “autóctonos” juegan un papel central en sus concepciones de sí mismos y afecta su supervivencia de identidad. Cuestionar estas representaciones, entonces, tiende a minarlas y genera formas laterales y violencia epistémica. Esta crítica cultural radical de Quebec ha sido necesaria para crear el espacio mental para reflexionar el colonialismo interno, dentro de nosotros, en el contexto de una impregnación avanzada del imaginario colonial, pero eso no era el objetivo. Por una vez, quería que la atención no fuera desviada y fuera completamente dedicada a las personas de Essipit.

Philippe Néméh-Nombré: Efectivamente, te encuentro muy valiente. Muy valiente para invertir todas esas imbricaciones y tensiones, que inmediatamente se sienten en la lectura, de esa forma.

Pierrot Ross-Tremblay: Es que existe el contexto de la comunidad, la historia de nuestras familias a través de esto, esta voluntad que tuvieron los abuelos y los padres, en general, para protegernos de los traumatismos intergeneracionales de todo el sufrimiento o de las memorias traumáticas de la comunidad. Con el tiempo, a fuerza de observar y escuchar, llegué a comprender mejor los silencios intergeneracionales vividos y apreciar en las personas esa preocupación, modulada de silencio y de reescritura; tratar de solo transmitir lo mejor.

Como a muchos de mi generación, me habían dicho muy pocas cosas sobre el tema de la reserva y ese silencio se convirtió, con el tiempo, en el corazón de mis investigaciones. Como en muchos grupos que han vivido la opresión, efectivamente, descubrí deseos de distanciarse de algunas desdichas y emociones, para no reproducir los traumatismos, para no transmitir el sufrimiento a los niños. Recordemos que nuestro condicionamiento para asociar nuestra indignidad con el dolor y el sufrimiento, corazón de las políticas coloniales, ha dejado profundas marcas. El desarrollo económico, la finanza, los bienes materiales no curan las heridas del alma de las familias y de los grupos. Ni el olvido, ni la negación.

Así que me sumergí en estos silencios a través la escucha atenta y a largo plazo, cuestionando en qué medidas estos silencios y esta reescritura de nuestra propia historia de resistencia cultivan la ignorancia y la “omerta” (Ley del silencio). En qué medida, establecen muchas trampas y asumen el riesgo precisamente en favorecer la reproducción del colonialismo a largo plazo, entre otras cosas, impidiéndonos el acceso a la valiosa memoria más antigua del grupo y que desempeña un papel crucial en la definición de aquello que es realmente sagrado y no-negociable tanto para las personas como para el grupo.

Philippe Néméh-Nombré: Tu reflexión se articula pues desde el inicio de tu doctorado hasta después de su sustentación. ¿En qué momento, o mejor dicho, cómo llegas a precisar la dirección de tus interpretaciones y conclusiones, y la forma que su difusión va a tomar?

Pierrot Ross-Tremblay: Es al momento de redactar la conclusión de mi tesis, en 2011, cuando nuevos elementos aparecieron frente a mí. Durante mi investigación, la administración había contratado a un historiador para hacer entrevistas sobre la historia de la comunidad antes de que yo hiciera las mías. Muchas personas pensaron naturalmente que era la misma investigación y se instaló la confusión. Esto, por un momento, saboteó mi proceso y me demoró durante muchos meses. Enseguida, un universitario quebequense se me presentó como guía y se me acercó para obtener una versión preliminar de mi manuscrito prometiéndome confidencialidad. Después me enteré de que este investigador había entregado la versión preliminar de mi tesis al conseil de bande y que una carta fue enviada a nombre de este investigador a mi universidad, en Inglaterra, acusándome de falta de ética. Afortunadamente, mi universidad hizo una investigación y notó el comportamiento inaceptable de dicho investigador y, por tanto, me brindó su apoyo.

Esos eventos me hicieron comprender en qué medida mis investigaciones sobre el pasado, a partir de un punto de vista de las personas, se convertía en el principal interés (enjeu) del poder dentro del grupo, ya que atacaban la única interpretación que servía a los intereses del dirigente en turno. Debo decir que el consejero de comunicación del conseil de bande me había advertido, antes de que terminara mi tesis, que mi caso era ya considerado como “gestión del riesgo”. Sin embargo, muchas personas me animaron y me dijeron que era importante el hecho de romper la interpretación única que se había construido con el tiempo. Esos eventos y otras formas de violencia psicológica, posteriormente, me abrieron los ojos sobre lo que los viejos me contaban en sus relatos, pero que no veía o no quería ver, ya que yo mismo me encontraba adoctrinado. Así que comencé con el trabajo de tesis y de los relatos autobiográficos para redactar el libro, pero anexando las claves de interpretación que me fueron ofrecidas por la experiencia para leer, de una mejor manera, los relatos y sus significados.

Thou Shalt Forget describe de manera bastante clara las prácticas inherentes de un régimen de poder autoritario que se ha instaurado en el interior de la comunidad, al menos hasta el año 2016. Pero el detonador, o el proceso de toma de consciencia es que, a medida que avanzaba en mi investigación y a través de aquello que las personas y sobre todo los viejos me decían, comprendí lo que se vivía en el interior de la comunidad. El hecho de producir y de buscar producir este tipo de saber, y el hecho de oponerse así al poder, hace emerger cosas imprevistas, otras informaciones, dimensiones que no pueden ser comprendidas hasta que se viven de manera personal. Los viejos me lo habían advertido.

Philippe Néméh-Nombré: Vivías lo mismo que describías.

Pierrot Ross-Tremblay: Hay muchos elementos que no veía. A medida que las cosas se presentaban, racionalizaba los obstáculos y entonces encontré nuevas claves, nuevas herramientas para decodificarlos. Como me pasaban cosas cada vez más dramáticas, me tomó tiempo digerirlas, de allí el tiempo que me llevó llegar a Thou Shalt Forget. De cualquier forma, siete años para digerir y asegurarme de ver claramente aquello que quería decir, seguir los relatos de las personas y cerciorarme de que mis interpretaciones estarían lo más ecuánimes o, por lo menos, bien reflexionadas.

Philippe Néméh-Nombré: Es una pregunta que pensaba hacerte al final, pero creo que quizá ahora es buen momento; es, tal vez, simplemente una decisión práctica o secundaria, ¿pero no es una necesidad haber publicado en inglés?

Pierrot Ross-Tremblay: Por supuesto. Para mí, eso que denomino el exilio epistémico es muy importante. Al principio, no podía realizar una tesis en Quebec porque me faltaba oxígeno intelectual, pero tampoco escribir estas cuestiones en francés. El francés fue realmente impuesto por medio de tortura en nosotros, mutilando la lengua innu y mutilando además el inglés (porque nosotros también hablamos inglés dentro de la familia). Es otro nivel de opresión y de borradura. Y tuve que tomar distancia con Quebec porque se tiene la tendencia, incluso nosotros mismos, de mutilar nuestra voz, no decir nada para no molestar o conmocionar al ocupante. Por miedo de este reflejo que conoces, en el contexto de Quebec, cuando se habla de estas cuestiones.

Ir a Londres me colocaba pues en distancia, tenía una libertad académica y un lugar para articular una crítica radical de Quebec, de Canadá y del colonialismo sin ningún compromiso; tener demasiado espacio para ver las cosas como son, en la medida de lo posible. Como también el racismo es interiorizado: hablar de colonialismo quebequense y de su interiorización en la comunidad es un tabú. Pocas personas se atreven a hablar de ello. Llegamos a un momento de nuestra historia donde ya no nos podemos permitir el silencio, a riesgo de convertirnos en colonizadores. Esto es cierto por los abusos del poder y otros, pero también es cierto con respecto de la opresión padecida por nuestra comunidad, por la colonización al estilo quebequense. Me he ganado muchas enemistades por decir esto, pero creo que es necesario.

Philippe Néméh-Nombré: ¿Piensas que el hecho de que el libro no esté escrito en francés puede afectar su potencial utilidad? ¿Piensas que eso puede limitar el impacto que tendría en Quebec y, especialmente, en Essipit?

Pierrot Ross-Tremblay: Actualmente estamos trabajando con un editor una versión francesa. Efectivamente es necesario que el libro sea accesible en francés para que circule en el espacio francófono. Algunas personas de Essipit leen en inglés, pero no todo el mundo. La gente pide una tradición entera. Se tienen muchas ganas por leerla. Voy a aprovechar para hacer una segunda edición mejorada porque la versión inglesa, me parece incompleta. A la fecha, la recepción ha sido muy positiva y estoy muy contento de anunciar que la Editorial de la Universidad de Londres ha liberado mi texto para ser consultado en acceso abierto.

En lo que respecta a su recepción en Quebec, ésta no está tan ligada a la lengua, aunque sea un obstáculo, sino a la crítica virulenta que dirigió al colonialismo y a los puntos ciegos de Quebec, incluyendo los relatos de racismo y la violencia colonial en el contexto de la Guerra del salmón. Esto es inhabitual e incómodo. Así, asumo una postura autóctona, lo cual es poco común en el universo académico francófono. En ocasiones, estas historias son difíciles de ser escuchadas y complicadas para ser aceptadas para quienes persisten en ver a los quebequenses más como colonizados que como colonizadores e invasores de tierras ancestrales innu.

Philippe Néméh-Nombré: ¿Sabes si antes que tú han existido investigadores en esta dirección?

Pierrot Ross-Tremblay: A excepción de Elders, quien conduce nuestras memorias y conocimiento a través de las tradiciones orales y de las historias, hay pocas investigaciones realizadas por investigadores autóctonos que traten sobre la relación al pasado y de las relaciones de poder en el interior de nuestras propias comunidades. Primero, aunque el número de investigadores aumente en el mundo académico, todavía hay pocos investigadores autóctonos, sobre todo los que puedan trabajar en su lengua y en francés, y en las universidades no hay profesores que gocen de libertad académica. Es muy difícil criticar al poder, sobre todo en su comunidad. Segundo, hay que decir que los investigadores no-autóctonos presentan, de manera general, la perspectiva de los dirigentes, frecuentemente hombres, y son remunerados para hacerlo. Dependen también de los concejos (conseils) para recibir certificados éticos y poder llevar a cabo sus investigaciones. Como resultado, las perspectivas críticas, desde el punto de vista de las personas, sobre los regímenes internos de poder y sus efectos sobre el acceso al pasado están ausentes, demasiado ausentes por razones evidentes.

En un artículo de 2005, 7 el antropólogo Paul Charest describió este fenómeno y sus efectos a largo plazo, aquel de los “mercenarios” dirigidos por las administraciones para realizar investigaciones, algunas veces para apelar contra los oponentes de los líderes, dando como resultado una mutilación de saberes cruciales correspondientes a las relaciones de poder en el interior de las comunidades, y de dimensiones cruciales sobre la condición de las primeras poblaciones. Por tanto, todo lo relacionado con el colonialismo psicológico es generalmente descartado. Esta es otra razón por la cual he continuado, pues esta postura crítica podrá servir para otras comunidades.

La gente habla de eso por todas partes, pero el mundo de la investigación es lento para nombrar estos fenómenos interiores. Es la responsabilidad de los investigadores autóctonos. Existe una gran ausencia: el fenómeno del olvido cultural es lo más importante, es aquello de lo que poco se habla. Afecta los traumas intergeneracionales y es difícil de abordarlo. A menudo, nos conformamos con análisis superficiales cuando no se debe escatimar sobre estas dinámicas y este ejercicio de poder, sobre todo, el poder de los hombres. Ya no podemos guardar silencio sobre las relaciones de abuso, por ejemplo. Desde que estamos tratando con el Estado colonial canadiense, con el colonialismo estatal y cultural quebequense y con el espíritu neoliberal que domina el mundo, sin mencionar el daño que nos hacemos a nosotros mismos y que reproducimos, no lo vamos a superar. En inglés, hay muchos tipos de expresiones críticas de los regímenes indígenas internos de poder, pero poco o nada en francés.

Encontramos expresiones autóctonas críticas en diversas esferas, en canciones, poesía, teatro, en narrativa y en otras formas de relatos. No hay que olvidar los escritos de la gran pionera de los textos anticoloniales entre nosotros, la escritora An Antane Kapesh (1926-2004) que abrió brecha. En literatura, mencionaré aquí la mirada crítica y perspicaz de Louis-Karl Picard-Sioui con su excelente novela Kitchike: La grande débarque. Su retrato, entre otros, del jefe

Tuktuk es fuerte y simboliza los fenómenos políticos con los que se enfrentan muchas comunidades. Dicho esto, nuestros antiguos relatos (atanukan) o la tradición oral contienen todas las lecciones necesarias para hacerse cargo o, al menos, sanar los abusos tanto externos como internos del poder y el ejercicio interno de la justicia.

La cuestión del mal y su gestión se refleja, por ejemplo, en la figura de Atshen o Witiko. Y la gente nunca dejó de expresar estas realidades, solo que estas no fueron documentadas. Este trabajo se está haciendo cada vez más, entre otras cosas, por medio de las historias de vida de las mujeres, incluidas las ancianas, que aportan otro punto de vista de la realidad y de la condición humana. Estas historias nos hablan de aspectos sensibles, demasiado dolorosos, de los que nadie quiere hablar, pero que contribuyen al nacimiento de monstruos. Y a nuestros propios monstruos debemos persistir en aproximarlos.

Philippe Néméh-Nombré: La primera parte del libro coloca las piezas. Allí presentas lo que las personas consideran como el origen de la Guerra del Salmon, las causas externas como el colonialismo, las políticas del gobierno de Quebec y las representaciones que hacen los euro-quebequenses de las primeras poblaciones y de su soberanía, pero también de las causas internas como el levantamiento de la propia comunidad y su agencia como una fuente del conflicto. Presentas la Guerra del Salmon, a partir de lo que las personas entrevistadas la piensan y la comprenden. Al leer el libro, es claro que algunas historias de la Guerra del Salmon fueron ocultadas y que una interpretación “única” o “unificada” se constituyó con el tiempo en el interior de la comunidad. ¿Cuáles son estos elementos? ¿Qué fue realmente silenciado o evacuado?

Pierrot Ross-Tremblay: Primero, hay que decir que los determinantes externos de la guerra no desparecieron después de la guerra y que los colonialismos, canadiense y quebequense, interiorizados en diversas intensidades, siguieron funcionando. En particular, la Guerra del Salmon está lejos de ser una historia gloriosa par los euro-quebequenses; revelar estas historias puede generar relaciones muy negativas, sobre todo, entre los nacionalistas. Todavía es un tabú hablar de racismos hacia las primeras poblaciones en Quebec, la gente prefiere, de manera general, hablar de “reconciliación” y de “mestizaje” como forma de escapar a la verdad enarbolada por aquellos que vivieron la guerra. De hecho, las historias demuestran con virulencia la violencia, el racismo, el negacionismo de la época en relación con la soberanía ancestral innu, entre otras cosas.

Los políticos nacionalistas han dejado mucho que desear, como lo demuestra de manera elocuente la película de Alanis Obomsawin Les évènements de Restigouche que ayuda a sumergirse en esta época problemática y ayuda a percibir la manera en la que las primeras poblaciones fueron tratadas en aquellos años, en particular, por el gobierno de Quebec. Estos episodios tienden a ser borrados automáticamente por los euro-quebequenses que desean mantener una imagen positiva de ellos mimos y así proteger la idea que tienen de su historia, de aquello que se narran en relación con ellos mismos, y también de su ídolo René Lévesque. Esos rostros de Quebec son complejizados para poder ser develados y eso es un determinante mayor del olvido y de la eliminación del evento, dada la influencia de la memoria selectiva quebequense sobre la gente de Essipit.

En lo que respecta al ocultamiento de ciertos aspectos de nuestra memoria colectiva, un elemento central ―y hay muchos― es el hecho de que, con el tiempo, el régimen interno de la comunidad se ha vuelto cada vez más monocrático, y es descrito detalladamente en el libro. Esta realidad, que al inicio no era el objeto del libro, se volvió central. Como en todos los regímenes que se vuelven monocráticos, es la participación colectiva, la participación de todos y todas en una obra colectiva, que con el tiempo va a ser reinterpretada como la obra de una célula de algunas personas y, posiblemente, de una sola. Podríamos decir, sin equivocación total, parafraseando a Orwell, que quien controlaba el presente se volvió el que controla el pasado y que, controlando el pasado, se convirtió en el que controla el futuro.

Explico los efectos de la monocracia en la relación de las personas de Essipit con su pasado, en el epílogo del libro titulado Heirs of Oblivion: The Interiority of Leaders as a public issue (La interioridad de los líderes como interés público). Es crucial comprender el papel de los líderes locales en el diseño de nuestras memorias, en la escritura de una historia según la cronología de sus acciones y en el elogio de sus hazañas. Es un fenómeno fascinante.

Vemos claramente en las historias durante la guerra que los héroes no son los mismos protagonizados públicamente cuatro décadas más tarde. No hubo un héroe sino muchos, demasiados miembros de la resistencia. La resistencia es una obra colectiva, como una red, cuyas mallas emergen de todas nuestras relaciones, de la fuerza de nuestros vínculos. A través de las historias de los participantes, cruzando todo eso que las personas me dijeron sobre las figuras y personajes de la guerra, vemos claramente la dimensión colectiva, la esperanza colectiva del movimiento en el inicio. ¿No es la promesa de la historia oral la democratización de la memoria, de hacer justicia a la acción de cada uno en la construcción de obras colectivas? La comunidad fue construida por todos los miembros y la cronología de las acciones de un solo dirigente puede hacer sombra a la realización de personas, y no dar cuenta de manera fehaciente de la experiencia colectiva.

Por tanto, son las historias individuales, en especial de los miembros de la resistencia que fueron posteriormente marginalizadas del poder, las que están más ausentes. Entonces, por una parte, Thou Shalt Forget permite poner en cuestión quiénes éramos en esa época, así como toda la normatividad de esta memoria, pero, por otra parte, interrogarse sobre las razones de la eliminación y de la ausencia de estas historias de la guerra en el presente. Esto, precisamente, por la distancia que se ha tomado entre las normas que emergieron durante la guerra y el orden social actual.

Tengamos en cuenta que la memoria de la resistencia y la afirmación de la soberanía ancestral continúa siendo una poderosa base para evaluar el presente, para criticar el orden actual de las cosas, incluyendo la relación con el Estado y con la tierra, la quebequización (québécisation) de nuestra memoria y el avance de la burocracia y de los valores neoliberales. Con otros determinantes del olvido de la resistencia, efectivamente, existe la evacuación estratégica de ciertos aspectos de la experiencia del grupo para limitar la capacidad de evaluación y de crítica del poder en el presente; borrar el colonialismo quebequense; legitimar los modos de control social; una cierta visión de la política que ve la indigenidad (indigénéité) como una enfermedad por ser curada, y promover, conscientemente o no, la asimilación en el interior de la cultura dominante.

Philippe Néméh-Nombré: Quisiera continuar y hacerte una pregunta sobre las representaciones, auto-representaciones y las formas de contarse y de comprenderse a sí mismo durante la guerra. Sugieres que una estética de la lucha toma forma en las memorias de la Guerra del salmon, mientras que las historias mitifican especialmente algunas figuras que tomaron parte en la guerra. ¿No piensas que esta mitificación de figuras del pasado hace difícil la movilización del espíritu de la lucha en el presente?

Pierrot Ross-Tremblay: Al contrario, me parece que esta reemergencia de figuras centrales en la mente de la pasada generación libera modelos precisamente posibles para actualizar en el presente; libera un imaginario insurrecto tanto cercano como ausente y una estética de la resistencia. Estas figuras surgen de las historias de las personas y, en el libro, son la co-construcción de los participantes mismos. Doy cuenta de la manera en que las personas me lo contaron. En general, estaban muy afectados en el momento de hablar: hay algo muy importante que se produjo hace cuatro décadas y nadie había hablado, ni siquiera ellos mismos. Es decir, los jóvenes nunca habían escuchado hablar de esto y los viejos no habían hablado de ello. ¡Es fascinante!

Entonces, al escucharlos hablar, con todas sus emociones, eso comenzaba a desarrollarse y veía recurrencias muy claras. Me hablaban de este o aquel personaje, con todos los sentimientos que acompañan el hecho de sumergirse en ese pasado. Cuando las personas comenzaron a hablar de ello, observaba cambios en su comportamiento, alteraciones que atestiguaban realmente de la imposición de un pasado personal colectivo y de la normatividad de la memoria. También, los viejos hablan copiosamente en el libro sobre las apuestas involucradas en la movilización de los jóvenes ciudadanos de Essipit en el presente, pero definen precisamente la transmisión intergeneracional y el conocimiento de una cierta pedagogía de la Guerra del salmón, con los saberes que esto implica, como un determinante principal capaz de optimizar la lucha en el presente.

Finalmente, la normatividad contenida en estas memorias es sorprendentemente contradictoria con aquello en lo cual, “aparentemente”, nos convertimos, con el tipo de discurso, con el tipo de dispositivos de poder que observamos actualmente. Entonces, sí, es un conflicto profundo que tenemos con nosotros mismos, y actualizar esta memoria puede tener efectos asombrosos, incluida la nostalgia que expresa la distancia con aquello que éramos y la crítica social de lo que somos, pero, al mismo tiempo, libera lo que podemos llegar a ser.

Entonces, finalmente la pregunta que intento responder, al final del libro, es pues la de saber, de manera más amplia, por qué el hecho de sumergirse en las memorias de la guerra cambia la evaluación del presente: una pregunta de mnemohistoria, de saber cómo el pasado puede ser un espejo del presente.

Philippe Néméh-Nombré: Mientras leía, me hice una pregunta que a menudo me hago, que necesariamente nos hacemos cuando hablamos de aquello que sucede en el interior de nuestras comunidades. ¿Cuáles son los riesgos que esto puede implicar respecto a “exponer” la crítica en el exterior, hacia el exterior de la comunidad? Te hago esta pregunta porque me la he hecho muchas veces.

Pierrot Ross-Tremblay: Muchos de los viejos que encontré reiteraron el papel central que debía desempeñar la honestidad para la curación y el reforzamiento de nuestras relaciones familiares y comunitarias. Si algunos políticos me decían que yo era muy “honesto” para ser considerado como alguien razonable, los viejos, por otro lado, me decían que no es razonable pensar una curación y un futuro si no a través de una postura de honestidad y que es desde el círculo y del intercambio de nuestras historias que puede surgir una lógica superior. Mientras que en el medio político de la comunidad algunos me pedían guardar silencio para no molestar a los “abusadores”, las personas más cercanas, tanto al interior como al exterior, me decían: “Necesitamos escuchar esta historia. Necesitamos saber lo que sucedió y lo que sucede”. Entonces, continué investigando, a través de Essipit y estos espacios habitados desde hace milenios por las primeras poblaciones. Es un poco la arqueología del colonialismo en América en sus etapas desarrolladas lo que podemos llevar a cabo.

Recordemos que la crítica viene, primero, de las personas mismas, y que esta crítica no se dirige solamente a la gente de Essipit, sino que también hacia el régimen constitución canadiense y quebequense. Las historias, en esta investigación, cuentan a los demás aquello que sucede si juegan a ser “buenos indios”: así es hasta donde irá la asimilación, así las consecuencias sobre nuestra consciencia, así la defensa de nuestras tierras ancestrales. Si el texto incluye algunas críticas muy duras al poder interno, ante todo, honra a las personas de la comunidad. Lo que se dice del poder es algo muy conocido y ha sido padecido por la comunidad. Cierto, el libro se dirige a las personas de Essipit, pero también a todos los innu, porque Essipit, al nombrarse como una comunidad innu tiene una responsabilidad hacia las otras comunidades.

El tesoro de Essipit no son solamente sus negocios comunitarios y su economía única, o eso que la publicidad turística nos dice. Al contrario, lo adoro, pero no hay solamente eso: este desarrollo económico no cura las profundas heridas. Entonces, con el tiempo, entre este materialismo, el racismo interiorizado, las cuestiones de identidad, de racialización, de esencialización, Essipit se encuentra en el crucero donde se puede realizar una arqueología de todas las etapas del colonialismo y, por tanto, es un trabajo que debe hacerse.

Por consiguiente, tomé todas las precauciones necesarias en el plano ético de la investigación como tal, pero todo lo que se encuentre en el libro son cosas comunes y vividas en muchas comunidades, pues el colonialismo nos afecta a todos. Entonces, para no crear presiones individuales sobre ciertas personas y para no hacer hincapié en algunos individuos, decidí mantenernos bajo el anonimato. Dicho esto, nuestra comunidad padece el colonialismo, y su reproducción, de lo cual hablo en el libro y pocas personas tienen la posibilidad de destacar. El desafío fue encontrar un equilibrio entre la historia de la resistencia y nuestras zonas oscuras, que producen y reproducen las formas de tiranía frente a nosotros mismos y de la que no podemos escatimar en nuestra reflexión.

Philippe Néméh-Nombré: Ya me dirás si sobreinterpreto, pero tengo la impresión de que el libro también tiene la intención, no solo de analizar lo que sucedió y se produjo en Essipit, sino de ligar los efectos de esos procesos en diferentes contextos.

Pierrot Ross-Tremblay: Sí, entre otras cosas, comprender de manera más amplia el imperativo de olvidar (commandement d’oublier) y los aspectos psicológicos del colonialismo padecidos por las personas colonizadas y, también, los efectos del olvido. Además, la transmisión intergeneracional y el imperativo y la resistencia.

¿Cómo llegamos a narrar la historia de nuestra ausencia, cómo interiorizamos el concepto de terra nullius al punto de convencernos de que no existimos y experimentar el sui nullius? Esto es lo que está en juego: ¿Cómo podemos defender una soberanía ancestral si no conocemos las bases, si no conocemos la filosofía del derecho innu? ¿Cómo resistir a la venta y a la destrucción de nuestras tierras ancestrales si no conocemos nuestra profunda relación con la Tierra y las vidas que sostienen a las otras, fuentes de nuestras obligaciones, de nuestra responsabilidad que heredamos de nuestros antepasados y abuelos?

Lo que más nos ayuda, como personas colonizadas, no es odiarnos a nosotros mismos, sino el hecho de preguntarnos cómo llegamos allí, es decir, comprender el proceso y la producción para entender que las cosas pueden ser de otra manera, que nuestra actual situación es el resultado de una historia, de las políticas de opresión destinadas, precisamente, a destruirnos. Este es el equilibrio que intenté encontrar entre la exposición de los diseños de aniquilación y las posibilidades de transformar las cosas, pensar la reversibilidad y las nuevas formas de autodeterminación efectiva. Los desafíos correspondientes a la protección de la tierra y de la dignidad humana, a saber, cómo resistir eficazmente a los gobiernos y a las grandes corporaciones es más actual y global que nunca.

Philippe Néméh-Nombré: Pienso, o al menos es la manera en la que sentí lo que leía, que estas conclusiones son y serán útiles, incluso más allá del contexto norteamericano, y más allá de los contextos coloniales de ocupación en sí. Es decir, quienes han vivido y viven el colonialismo de manera diferente. Pienso concretamente, en los pueblos africanos, esas cosas tienen el potencial de resonar muy fuerte. ¿Después de Thou Shalt Forget, o siguiendo esta veta, hacia dónde se dirigen tus investigaciones?

Pierrot Ross-Tremblay: Cierto, sigo estudiando las formas de abuso de poder, el racismo interiorizado y, sobre todo, la misoginia y sus efectos, a través del personaje de Atshen en el interior de la tradición oral innu, también conocida como Wetiko en el seno de la gran familia anishnabe. Liberar la palabra de las mujeres y de las abuelas es prioritario y es fundamental por cuestiones de verdad, justicia y curación.

Es mi obligación escuchar y permitir al mayor número posible de mujeres reunir sus historias en una nueva trama que nos permita acceder a una contra- historia, a una historia oculta, oprimida, vinculada a la Tierra. Es una cuestión de salud colectiva escuchar finalmente la voz de las mujeres, sus verdades, sus críticas al poder de los hombres y de los dirigentes. Los abusos del poder de los hombres, sus efectos intergeneracionales y el silencio que las rodea son un determinante principal del olvido y de la transmisión. Por ello, liberar las historias de las mujeres y cuestionar el silencio de los hombres me parece prioritario.

Pero los trabajos de mi nueva cátedra de investigación tratan, de manera más general, de las tradiciones intelectuales autóctonas correspondientes a la autodeterminación en el interior de nuestras historias y tradiciones orales. Ahora que he profundizado la cuestión del olvido cultural y los obstáculos que nos separan de nuestros legados e inventarios de experiencias, sigo sacando archivos. Por un lado, se encuentran los tesoros de la oralidad y testimonios de nuestros ancestros y de nuestros viejos y, por el otro, hay que generar relatos de vida en el presente, con las personas que lucharon para proteger la tierra y los seres humanos. La tradición oral es importante, pero las historias de vida de los viejos y de los portadores del saber también son centrales para dirigir nuestras acciones en el futuro; entre otras cosas, para liberar nuestra imaginación política, para resolver de mejor manera nuestros conflictos y problemáticas comunes, y para optimizar nuestras capacidades de autodeterminación. Saben que las cosas fueron de otra manera y que ellas pueden, si no es que deben, ser diferentes para preservar nuestras vidas y la vida en la Tierra.

En este nuevo conjunto de historias que constituye mi grupo de investigación, yo estudio nuestros órdenes jurídicos antiguos y las leyes, pero también las concepciones de soberanía ancestral que se despliegan y cómo estas obligaciones hacia la tierra pueden conjugarse y configurarse en el presente. Además, trabajo en nuevos modelos de autodeterminación efectiva, cuyos diseños se nutren de nuestras tradiciones intelectuales, de nuestras epistemologías e historias, incluidos los prototipos de comunidades autónomas experimentales al exterior de las reservas sobre territorios ancestrales, de las comunidades fundadas en los valores y visiones de nuestras antiguas filosofías y que emplean sabiamente tecnologías de punta, como el holograma, para fortalecer nuestras autonomías, del modo en que lo han hecho nuestros antepasados.

Finalmente, mi trabajo consiste en ver cuáles pueden ser y cuáles podrían ser los remedios en el interior. Así, mi laboratorio organiza círculos y grupos de trabajo (mini-task force), y reúne actores de diversas comunidades que hacen frente a los desafíos y problemáticas comunes. Siempre persigo la misma visión de reunir a las personas, las ideas y las acciones, con el fin de crear una mayor capacidad para disponer de nosotros mismos, como personas, familias, comunidades y pueblos.

Desde hace más de veinte años, trabajo para actuar por la descolonización de Canadá y hacer efectiva la transición constitucional: ¿Cómo salir de este régimen constituido para destruir y refundar nuestras vidas colectivas, a partir de nuestras soberanías ancestrales y valiosas epistemologías, y no en las estructuras que vislumbran explícitamente nuestra eliminación y hechas a la medida para que abandonemos nuestras tierras ancestrales? Este trabajo debe hacerse, a partir de un restablecimiento de nuestras perspectivas e historias como puntos de referencia válidos.

Philippe Néméh-Nombré: Superar la crítica, alimentarse de la crítica, más que terminar con la crítica.

Pierrot Ross-Tremblay: Efectivamente, una crítica de nuestra relación con el pasado para tener un mejor acceso a nuestras valiosas memorias y tradiciones intelectuales; una crítica al orden establecido y a las estructuras coloniales y apuntando sus finalidades inhumanas e hirientes para mejor expresar nuestras necesidades y aspiraciones. Una crítica de nuestra relación con la vida, para liberar un imaginario político que nos permita encarar una vida que respete a la Madre Tierra y un estilo de vida coherente con nuestras obligaciones hacia las generaciones futuras. La crítica de nuestros fundamentos epistémicos, de nuestras presuposiciones para liberar la mente, la palabra, el corazón y la acción, y pensarse, no tanto en virtud del mal que nos fue ocasionado, sino en virtud del bien que nos haremos a nosotros mismos, de nuestra potencial benevolencia, de ayuda muta, de respeto de la tierra, del amor verdadero de la vida. Mis premisas básicas son: la interconexión con la Tierra, con todos sus tesoros, y la humanidad como evidencia fundamental. El resto, lo escribiremos juntos.


Notas
1.

fn1 Entrevista de Philippe Néméh-Nombré a Pierrot Ross-Tremblay, traducida por Luis Martínez Andrade.

2.

fn2 Pierrot Ross-Tremblay (Essipiu Pienu) es profesor titular de la Cátedra de investigación canadiense en tradiciones intelectuales y autodeterminación autóctonas, y profesor en el Instituto de Investigaciones y Estudios Autóctonos de la Universidad de Ottawa ; Philippe Néméh-Nombré es doctorante en Sociología en la Universidad de Montréal.

3.

fn3 El libro ha sido liberado por la editorial y puede consultarse en este vínculo: https://humanities-digital-library.org/index.php/hdl/catalog/view/thou-shalt-forget/158/337-1

4.

fn4 Innu de Essipit, y de manera más exacta: “Humanos del río-de-las-conchas”.

5.

fn5 Estructura colonial resultante de la Ley de los Indios y el artículo 91 (24) de la constitución canadiense e impuesta a más de 630 “reservas” a las que pertenecen más de ochocientos mil estatutos de “indios”. Esta estructura fue establecida explícitamente para promover la asimilación y transferencia de tierras ancestrales y el abandono de las soberanías indígenas.

6.

fn7“Nuestra tierra” en innu-aimun.

7.

fn6 Charest cite Garneau. Charest, P., “Les assistants de recherche amérindiens en tant que médiateurs culturels: expériences en milieux innu et atikamekw du Québec”, Études Inuit/Studies, vol. 29, núm. 1-2, pp. 115-29.

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