El caso de las “Madres de Soacha” en el conflicto armado colombiano*

Liliana Mancilla Bautista; Alexander Montealegre Saavedra; William Eduardo Rojas Velásquez

Docente Investigadora del programa de Negocios Internacionales de la Corporación Unificada de Educación Superior CUN, Colombia, Corporación Unificada de Educación Superior CUN, Colombia , Docente investigador del Área de Formación Investigativa de la Corporación Unificada de Educación Superior CUN, Colombia, Corporación Unificada de Educación Superior CUN, Colombia , Investigador en la Escuela de Ciencias Económicas de la Corporación Unificada Nacional de Educación Superior CUN, Colombia, Corporación Unificada Nacional de Educación Superior CUN, Colombia



Resumen

Este artículo presenta una lectura alternativa del conflicto armado en Colombia desde diversos aportes teóricos y conceptuales para comprender de qué forma la securitización de la agenda doméstica generó escenarios de violencia sobre la población civil, especialmente el caso conocido como los “falsos positivos”, situación que propició la emergencia de un proceso político transnacional materializado en las Madres de Soacha y su articulación internacional como expresión de resistencia enmarcada en la búsqueda de verdad, justicia y reparación.

Received: 2019 April 8; Accepted: 2019 May 20

47. 2020 ; (48)

Keywords: Palabras clave Conflicto armado colombiano, madres de Soacha, resistencia, transnacional, securitización, violencia, justicia, población civil.
Keywords: Keywords Colombian armed conflict, mothers of Soacha, resistance, transnational, securitization, violence, justice, civil population.

SUMARIO

1. Introducción; 1.1 Apuntes preliminares / 2. Reflexiones Metodológicas / 3. Marco teórico y conceptual. Aproximaciones / 4. Desarrollo y hallazgos; 4.1 De la seguridad estatal a la inseguridad humana. Lecturas en el marco del Conflicto Armado Colombiano; 4.2 La transnacionalización de la resistencia: elementos de construcción para una agenda pública; 4.3 Resistencias como proceso individual y colectivo / 5. Comentarios Finales / 6. Referencias

“Mientras yo hable, mi hijo estará vivo, estará en la memoria de todo el mundo. Yo parí a mi hijo, pero mi hijo me parió para una lucha, para toda la lucha de un país”1

“La existencia de la muerte nos obliga, sea a renunciar voluntariamente a la vida, sea a transformar voluntariamente nuestra vida de manera tal de darle un sentido que la muerte no pueda arrebatarle”2

1. INTRODUCCIóN

La actual Política de Defensa y Seguridad (PDS) de la administración de Iván Duque expresa que “(…) La seguridad es cuestión de todo el Estado y contribuir a la misma es responsabilidad también de los ciudadanos”3, de esta manera se resume el espíritu de la actual PDS: “la seguridad es de todos”, lo que sugiere que el único responsable de la seguridad no es el Estado, sino que por el contrario la ciudadanía debe tomar un rol activo en la defensa del mismo. En esta línea, no sólo se promueve la presencia de múltiples actores de seguridad, sino que en sí misma lleva a pensar en experiencias pasadas en Colombia de seguridad privada y ejércitos civiles que de manera paraestatal ejercían violencia y control contra la población civil bajo la justificación de la defensa de intereses privados.

En este artículo se considera importante resaltar experiencias que han sido resultado de prácticas de violencia protagonizadas por actores de difusa distinción entre lo estatal y lo para-estatal, puesto que en la actual etapa de globalización se presentan actores que ejercen alguna influencia sobre el escenario internacional, de hecho, el sencillo ejercicio de observación sobre el tablero global, regional y local muestra que existe una multiplicidad de procesos sociopolíticos que están agenciados por actores no tradicionales (grupos terroristas, organizaciones de crimen transnacional, movimientos sociales, empresas transnacionales, Ong, solo por nombrar algunos) de las arenas internacionales. En particular, del abanico de asuntos de la agenda global, la seguridad, como proceso político, no ha quedado al margen de verse interpelada por otros actores fuera del Estado.

En este sentido, la seguridad sigue contando con un espacio privilegiado en las discusiones y en la asignación de recursos, y aunque la seguridad tradicional haya sido el equivalente al interés nacional de la mayoría de Estados durante el siglo XX y parte del siglo XXI, hoy el concepto y la práctica sistémica han evolucionado. Después de los sucesos del 11-S la agenda de seguridad hemisférica cambió y la mutación se manifestó al considerar la seguridad ciudadana, militar y económica en un mismo nivel, asimismo, se declaró la existencia de un vínculo estrecho entre problemas domésticos e internacionales. En este contexto, Colombia, que atravesaba por el recrudecimiento de su conflicto armado asumió la seguridad interna como tema de interés nacional, pues no sólo securitizó4 su agenda política sino que al adherirse a la guerra contra el terrorismo asumió como propia la tarea de defender el statu quo desde el territorio nacional, estos procesos “intermésticos”5, se configuraron como el ambiente necesario que dio cabida a la Política de Seguridad Democrática PSD (2002-2010) y a sus impactos sobre la sociedad colombiana.

En efecto, surge un especial interés en revisar cómo, en el marco del conflicto armado colombiano, la PSD contribuyó a revestir de un discurso legal ciertas prácticas ilegítimas so pretexto de garantizar la seguridad nacional, actividades orquestadas no sólo por las fuerzas militares sino por actores paraestatales, que generaron víctimas materiales y morales de la violencia de Estado en el caso particular de los “falsos positivos”, pero más allá de caracterizar esta práctica y visibilizar al responsable (el Estado) se persigue rescatar la construcción de resistencia de un grupo víctimas denominadas como las Madres de Soacha.

Junto a la materialización de estas prácticas hegemónicas, es importante, también, reconocer que se atraviesan tiempos aciagos, turbulentos y difíciles en el escenario internacional. Llenos de desafíos y, queremos creer, de posibilidades. Al final, ningún poder se ejerce de manera absoluta, y es allí donde brota la esperanza pues miles de hombres y mujeres en todo el mundo, buscan escenarios y acciones de resistencia. En esta línea, es muy importante rescatar una experiencia que, en medio de la ignominia de la historia, se erige en una muestra de dignidad y búsqueda de verdad y justicia.

Es el caso particular de un grupo de mujeres que ha logrado resignificar y transformar su condición de víctima para empoderarse de su destino, mujeres que han transformado su forma de estar en el mundo mostrando que la lucha por la justicia construye sentido y dignidad. Que la acción política y la reivindicación de derechos en cualquier lugar, implica también una necesaria articulación de luchas y trabajo en red, transnacional, bajo la construcción de nuevas formas de tejido social.

Este artículo surge de una ponencia presentada en el Primer Foro de Pensamiento Crítico6, pero recoge a su vez el desarrollo de una serie de inquietudes, divagaciones e investigaciones adelantadas de forma paralela, que a través de prácticas dialogantes y de amistad entre sus autores, convergieron en serias preocupaciones sobre el carácter dinámico y cambiante del conflicto colombiano, su creciente transnacionalización y privatización, el involucramiento de la población civil, la experiencia de mujeres y otros colectivos como ejes de resistencia, la negación de la oposición y el tránsito hacia nuevas formas de violencia, que genera a su vez, nuevas expresiones de subjetivación.

La complejidad del conflicto armado colombiano nos animó a buscar nuevos derroteros para su interpretación, al indagar hacia una lectura alternativa acerca de las dinámicas del mismo, incluyendo elementos implícitos en el concepto de nuevas guerras para pensar mejor el contexto que nos implica y reconocer que estas transformaciones inciden en el entramado social, y por eso, nuestro interés también se centró en los colectivos de resistencia femeninos surgidos de manera emergente en el desarrollo de una conflictividad que rebasó los límites estatales, nacionales, públicos, legales y éticos, haciendo cada vez más difícil una clara distinción con otros fenómenos de carácter ilegal (paraestatal).

En contraste, entendemos que el conflicto armado colombiano como expresión de guerra, reviste dimensiones de violencia física, psicológica, económica, cultural, y por supuesto política, pero el ejercicio de esa violencia no siempre ha sido desplegada por fuerzas de la ley y en contra del “enemigo”, al contrario la superposición de ejércitos legales e ilegales y su retroalimentación (FFMM – paramilitares) caracterizaron la confrontación y le brindaron a la guerra nociones de desestatalización, toda vez que el Estado al actuar en contra de la población civil pierde el monopolio de la representatividad7.

De forma simultánea, esta pérdida de representatividad supone una oportunidad para los actores diversos al interior de la comunidad política, puesto que pone de manifiesto que las articulaciones locales y transnacionales no están mediadas por Estados8, sino que emergen unidades marginadas de poder y de representatividad que en la búsqueda de reivindicaciones de intereses específicos y particularistas toman forma de movimientos, organizaciones, o colectivos sociales9.

Estos colectivos implican dos escenarios alternativos interesantes: por una parte, la constitución de un nuevo movimiento social10 que involucra aspectos privados y demandas públicas, articula luchas y exigencias nacionales e internacionales y asumen una representatividad transformativa transversal. Por otra parte, en el plano más íntimo, contribuyen a la generación de nuevas formas de existencia, nuevas subjetividades que se empoderan de la situación al transformar sus modos de estar en el mundo, nuevas formas de gobernarse que involucran la razón, la acción política y el cuerpo, como escenarios de resistencia política y deliberativa. En líneas generales, lo anterior será el desarrollo de los temas de este artículo, alternando siempre con reflexiones teóricas, metodológicas y vivenciales a partir de la experiencia misma de la investigación.

1.1 Apuntes preliminares

En el siglo XXI la violencia se ha manifestado de maneras diversas y, en la actualidad, se ha reconocido la violencia sobre las mujeres, como violencia sistemática y estructural, de hecho, se estima que a nivel planetario la mayoría de las víctimas de guerra son mujeres. De allí que revisar la violencia que se ejerce sobre ellas no solo tiene una tipificación en el abuso sexual o físico, sino que la violencia social y moral destruye el tejido social. Así entonces, la militarización y control de los territorios, por los diferentes actores armados, ha generado, entre otros efectos, la destrucción de las organizaciones de mujeres11. En este escenario, es preciso comprender que la primera organización social en sufrir esta pérdida es la familia, y la práctica de destrucción está en el despojo del territorio, el asesinato o desaparición de los suyos (hijos, compañeros, familiares).

Para el caso de Colombia, las mujeres víctimas del conflicto armado comparten junto a otras mujeres ubicadas en diferentes latitudes un sentimiento de indignación por no conocer la suerte que han corrido sus seres desaparecidos. Este tipo de escenarios también se configuran como espacios para cuestionar e impugnar el rol de diferentes instituciones oficiales en la tarea del esclarecimiento de la verdad, la justicia y la no repetición de las ejecuciones extrajudiciales y desapariciones. No obstante, en la incertidumbre entre el miedo y la esperanza surgen experiencias de dignidad12, materializadas en comunidades que continúan en la búsqueda de sus hijos y desaparecidos: “Se solía decir por aquí que lo peor que puede suceder a alguien es enterrar a su propio hijo. Hoy en día hay algo mucho peor: no saber en absoluto lo que le sucedió”13

Ahora, de cara al caso particular de Colombia su conflicto armado interno cuenta con una duración de más de seis décadas, dependiendo siempre del ángulo desde el cual se analice, con expresiones discontinuas, con rupturas y elementos que aún existen, que inician coyunturales y devienen estructurales como el narcotráfico. De acuerdo con el Centro Nacional de Memoria Histórica el número de muertes asciende a 262.19714 más de seis millones de desplazados y el mismo número de víctimas. Desde finales de la década de los años ochenta, el conflicto ingresó en una espiral creciente de confrontación y degradación, expansión y consolidación de las diversas insurgencias, involucramiento de la población civil y auge del fenómeno paramilitar. Después del fracasado proceso de paz del Caguán (1999-2002), el país pareció girar hacia una percepción según la cual el conflicto tendría una solución militar y se inició uno de los periodos más polémicos en el escenario de la política nacional, las dos administraciones de Uribe Vélez (2002-2010).

El escenario se enrarece, la acción legal del Estado es difícilmente discernible frente a prácticas ilegales como detenciones, interceptaciones, señalamientos, hostigamientos, desplazamientos y, para el caso que nos interesa, ejecuciones extrajudiciales en personas protegidas en el marco del Derecho Internacional Humanitario. Para el año 2008, al menos 18 jóvenes residentes en el municipio de Soacha (cercano a Bogotá), caracterizado por ser uno de los receptores de mayor número de población desplazada, deficiencias en el acceso a servicios públicos, marginalidad y exclusión, fueron engañados, secuestrados, asesinados y presentados ante la opinión pública como efectivas bajas en combate.

El drama no termina allí. La reacción de las principales autoridades del momento fue negar la sistematicidad del hecho, evadir responsabilidades y suponer, como lo afirmó el entonces Presidente, que “no fueron a coger café, [pues] iban con propósitos delincuenciales y no murieron un día después de su desaparición, sino un mes más tarde”15. En consecuencia, la degradación del escenario de la confrontación pasó en su momento no sólo por involucrar a la población civil, sino como se infiere de las declaraciones de un testigo, por consolidar una “red criminal que había hecho de las ejecuciones un negocio”16. Los llamados “falsos positivos” demostraron la combinación (o estrecha indistinción) del uso legal del monopolio de la violencia por parte del Estado con la actividad económica dentro de los marcos legales e ilegales, incrementando su marcado grado de privatización y enrarecimiento, para generar formas de gobierno signadas por el miedo y por el odio. Todos estos elementos como parte fundamental del concepto de nuevas guerras17 que se desarrollará más adelante.

Como corolario de esta contextualización general, hay que decir que en el marco de la Justicia Especial para la Paz se ha venido generando un proceso de reestructuración de los acuerdos iniciales para beneficio de los terceros implicados, se intentó modificar el texto acordado en beneficio de algunos sectores militares y, en ese sentido, la verdad ha quedado en cuestión frente a las presiones de que ha sido objeto la implementación de los acuerdos del proceso de paz, especialmente en relación con la competencia de este tribunal frente a los crímenes presentados en el marco del conflicto y otro tipo de delitos que pasarían a la justicia ordinaria, propiciando así un alto grado de impunidad, dilación del proceso y obstáculos para la construcción de la verdad histórica.

Una mención especial desde este espacio, tiene que ver con la violencia sistemática ejercida en contra de los líderes sociales y defensores de derechos humanos. Las cifras son disímiles, los intentos de justificación desde el gobierno nacional inaceptables, los gritos de indignación necesarios pero insuficientes. Más de 300 líderes desde la firma de los acuerdos en 2016 y no pasa nada, son símbolo de una historia que parece repetirse pero que jamás vamos a olvidar.

2. REFLEXIONES METODOLóGICAS

El interés metodológico e investigativo surgió de la importancia de rescatar una experiencia significativa inscrita en la necesidad de visibilizar posibles escenarios de transformación del conflicto, y generar también espacios de apropiación y reflexión circunscritos a contextos de resistencia política propios de la realidad nacional. A través de la revisión documental (teórica y de prensa), algunos testimonios emitidos por sus protagonistas y la indignación que produce un hecho como el registrado, se pretendió cuestionar la idea de neutralidad, según la cual, puede hacerse investigación independientemente de los valores constitutivos de una sociedad democrática.

En este sentido, los signos de inconformidad frente a la realidad que nos ha correspondido vivir, signada por la injusticia y por formas de victimización cada vez más sutiles, pero también, más contundentes, nos lleva a cuestionar el rol que puede desempeñar la academia y los escenarios intelectuales, en el posicionamiento o visibilización de ciertos aspectos de la realidad, mientras se contribuye, de manera premeditada o no, a negar otros. Creemos necesario recuperar el compromiso activo con una práctica ético-política que ayude a dilucidar múltiples escenarios alternativos al estado de cosas existentes. He aquí nuestra apuesta y nuestra responsabilidad.

El artículo recogió un ejercicio de triangulación de la información (actores, autores e interpretación por parte de los investigadores) que permitió la identificación de categorías centrales surgidas en un primer momento del rastreo documental. En este sentido el artículo trabaja con algunos elementos del método de enfoque inductivo y cualitativo, toda vez que, a partir de elementos expuestos tanto de evidencias materiales como del respaldo teórico y conceptual, se orienta al lector hacía la comprobación de la hipótesis presentada, por medio de la exposición de argumentos interpretados de contextos y de la experiencia propia de los autores de la investigación. De esta forma, la re-interpretación de las fuentes consultadas, se contrasta con los testimonios abordados de los actores sustanciales de este proceso social, y a su vez la mirada particular de los investigadores permite un ejercicio de reflexión íntegro, pues se genera un ejercicio dialéctico de cambio, contracción y síntesis de lo abstracto y lo concreto, en búsqueda de explicar las realidades sociales a partir de aportes teóricos, -a pesar de que muchos de esos aportes aún resultan escasos para sustentar la complejidad humana- donde como investigadores no sólo somos interlocutores sino mediadores de esa relación entre el científico y el político como menciona Weber.

Se identificaron diversas fuentes, entre las cuales se encontraron los testimonios de las madres de Soacha registrados en diferentes publicaciones y, con un especial interés, se buscó un acercamiento personal con algunas miembros del Colectivo, al igual que con integrantes del movimiento Abuelas y Madres de Mayo en Argentina con el fin de conocer sus experiencias en la tarea de la resistencia transnacional. Sin embargo, la imposibilidad general de llevar a cabo este encuentro generó cuestionamientos acerca de la discrecionalidad en la aceptación y acceso a la información por parte de los actores y colectivos, así como puso en evidencia la brecha existente entre ciertos círculos endogámicos erigidos para la construcción y concentración del saber y las instancias de investigación no reconocidas por dicho círculo. Esto, por supuesto, más allá de las entendibles y difíciles condiciones de seguridad que acarrea una situación como la actual.

Por lo anterior, se priorizaron los aportes académicos de las y los autores que han trabajado fenómenos en la órbita de interés del artículo con el fin de obtener elementos potentes que permitieran la interpretación presentada. Bajo estas circunstancias se abordaron fuentes secundarias, revisión de prensa escrita, documentales y entrevistas, que posibilitaron la identificación de los elementos o categorías centrales para la construcción de este artículo. También se organizó la información obtenida bajo estos criterios y se mantuvo un diálogo crítico permanente con los límites propios de una investigación adelantada con las características descritas. Hay que mencionar un aspecto adicional, pues se trató de un fenómeno interpretado a la luz de tres saberes y perspectivas diferentes (las de cada investigador), lo que permitió a nuestro criterio, romper las lógicas del pensamiento unívoco y lineal.

3. MARCO TEóRICO Y CONCEPTUAL18. APROXIMACIONES

Con este trasfondo, iniciamos la discusión teórica y conceptual acerca de los principales referentes para entender lo que había ocurrido o, por lo menos, intentar lecturas divergentes a las más recurrentes en el campo de las ciencias sociales. Habría que indicar que un elemento central de nuestra apuesta metodológica, tiene que ver con la definición, apropiación y utilización de los referentes conceptuales que contribuyan a pensar escenarios de confrontación política e ideológica para significar e interpretar la realidad.

Uno de los ejes articuladores encontrados durante la investigación fue el elemento de “nuevas guerras” desarrollado por Kaldor19, que centra su análisis en los cambios producidos en el marco de los conflictos contemporáneos, los actores intervinientes, las formas de violencia, los intereses, medios, sujetos, objetos y las condiciones de las guerras más recientes y no tradicionales en las que se presentan estas características, destacando la actual indistinción o superposición entre lo local y lo global, lo político y lo económico, lo legal y lo ilegal, lo estatal y lo paraestatal, entre otros, así como la creciente privatización y transnacionalización de la violencia y de sus impactos.

El carácter político de la confrontación se mantiene, pero va mutando, se encuentra cada vez más permeado por intereses de tipo económico y mercantil, que a su vez, generan nuevos espacios de privatización de las relaciones de poder. Es lo que también explica, por ejemplo, la multiplicidad de actores armados en nuestro país y las dificultades para construir un escenario alternativo (con justicia social) a la confrontación. Rita Laura Segato reconoce esta situación como una “ficción institucional”20 donde la verdad es un objeto en disputa y las acciones criminales de la guerra se ejercen sobre la población más vulnerable, alentando a su vez, históricos patrones de discriminación e invisibilización multidimensional (de clase, raza y género).

Desde esta perspectiva resulta muy útil la categoría de informalización de la guerra21, pues permite comprender la no-convencionalidad del conflicto, su carácter cambiante, dinámico, la inclusión de nuevas estructuras bélicas (escenario de privatización) y, por supuesto, el involucramiento de la población civil bajo lo que eufemísticamente se denominó como “falsos positivos”. Sin embargo, esta creciente privatización implicó, para el caso colombiano, más bien el trabajo mancomunado con las fuerzas estatales, su permanente indistinción y la nivelación en cuanto a la reciprocidad de sus prácticas.

No deja de ser sintomático la manera como se ubica a un grupo poblacional específico, las características que debe revestir como sujeto “prescindible22: su contexto, condición de clase23, de raza, de género, su forma de pensar o estar en el mundo. La perpetuidad de ciertas prácticas “crueles”24 sobre las víctimas y la manera en que un manto encubridor parece legitimar el estado de cosas existente, es decir, apoderándose de la memoria y de la historia como campos de batalla que deben ser silenciados pues la violencia se concibe como necesaria o civilizada. No hay que soslayar los argumentos esgrimidos por uno de los victimarios en el sentido de que era necesario para evitar un problema mayor, pues se trata de simples “bandidos” que seguirían su carrera criminal25. Se trata de una violencia espectáculo dirigida hacia la dominación y la entrega de resultados efectivos, no sólo hacia el control territorial, es a su vez una forma de reducir material y moralmente a una sociedad, la exhibición del poder sobre la vida26.

Se puede afirmar que la guerra en el mundo contemporáneo se encuentra “menos encaminada a la destrucción general del enemigo y más inclinada a la transformación o incluso la producción del enemigo”27. Desde esta perspectiva, la actual etapa de globalización ha estado caracterizada por “la doble vía” como la denomina Castells28, donde a pesar de que el discurso hegemónico invite a la aceptación de las diversas formas de vida, cultura, religión, orientaciones políticas y sexuales, hay una tensión contradictoria y coexistente que niega la posibilidad de construcción y desarrollo de una sociedad justa con una amplia aceptación y celebración de la diferencia, aunque en el mundo los conflictos bélicos hayan disminuido después del fin de la Guerra Fría, aún parece una constante el enfrentamiento violento, un capítulo reciente de la reconfiguración del criterio del otro, del amigo-enemigo29 que no sólo se presenta como una constante en Colombia, sino que es un patrón entronizado en esta época de globalización.

Esta lectura no pretende negar que la eliminación del opositor ha sido una práctica recurrente en la historia política, pero la materialización de ciertas prácticas violentas no concluye con la muerte o desaparición del sujeto señalado desde ese mismo poder como amenaza, sino que hay que recrear escenarios donde sea posible perpetrar el hecho violento en sí mismo para normalizarlo. En esta orientación se debería iniciar la compleja comprensión de las dinámicas de paz y guerra en la historia más reciente del país. El péndulo ha oscilado entre uno y otro vector de manera reiterativa al menos desde finales de los años 70, coincidiendo con cambios mundiales que, entre otras cosas, imposibilitan hoy una delimitación clara entre las fronteras de la guerra y de la paz. El informe de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas30 es un oportuno ejemplo de ello. Cuando se abordan los orígenes, causas, impactos, desarrollos y prospectiva del conflicto armado en Colombia, es imposible e indeseable ubicar una sola explicación que pueda dar cuenta general de los procesos ocurridos. Esto es, la multidimensionalidad del fenómeno del conflicto armado implica reconocer y problematizar diversos escenarios de confrontación y de expresión del mismo.

En el siglo XXI no se han logrado solucionar estos diversos problemas, por el contrario, los desafíos contemporáneos son producto de los retos anteriores transformados y ¨evolucionados¨ que hoy se presentan como amenazas no sólo locales, sino regionales y transnacionales. En este sentido, es importante mencionar que la lucha contra el terrorismo establecida como amenaza global a partir del 11-S, condujo a que los actores estatales alinearan y acoplaran su política doméstica de seguridad respecto al discurso internacional. De esta manera se securitizó la agenda interna que para el caso colombiano adoptó la PSD bajo las administraciones Uribe (2002-2010) y la importante colaboración de los Estados Unidos en términos de asistencia militar.

Pero en medio de este enrarecido escenario, decidimos rastrear la experiencia de ciudadanos y ciudadanas que decidieron avanzar en el camino de exigibilidad de sus derechos. Ir de la imagen de víctimas a agentes que reivindican derechos y un espacio de interpelación frente al poder constituido; un escenario de construcción de verdad y justicia. Un grito de dignidad frente al ejercicio autoritario del poder, frente a las expresiones más concretas de discriminación social y racial.

En el caso de las Madres de Soacha, se trata de un colectivo que se circunscribe en lo que Offe denomina “nuevos movimientos sociales”31, esto es, colectivos cuyas demandas están inscritas entre lo privado (el dolor) y lo público (las reclamaciones de justicia y verdad), alimentando una serie de exigencias que, por el contexto regional y mundial, son de oportuna recepción en escenarios transnacionales y de reivindicación de los derechos humanos. En este marco, de manera paradójica, el reconocimiento vino de los organismos internacionales, de otros colectivos y movimientos que comparten su lucha y su resistencia. Sin embargo, la validez y legitimidad le es otorgada por su propia lucha, por su condición desde abajo en la construcción de resistencia, por la búsqueda de mecanismos de asociación transnacional de sujetas privadas y naturales que en su activismo rechazan la política convencional e involuntariamente construyen lo que Kaldor denomina “cosmopolitismo desde abajo”32.

Se trata de espacios de autonomía social y de constitución organizacional que reclaman independencia tanto del Estado como del mercado. Son manifestaciones de la sociedad civil, término que se revaloriza en la década de 1970 a través de la expansión de la lucha por la democracia y los derechos humanos, en particular, las luchas adelantadas en Polonia por el Sindicato Solidaridad contra el Estado, los verdes en Alemania en su intento por responder a la crisis del Estado de Bienestar, por los procesos de transición democrática en algunos países europeos (España, Portugal y Grecia) y, desde luego, de América Latina.

Pero más allá de las múltiples divergencias de cada proceso mencionado y de la enorme “elasticidad semántica”33 atribuida al concepto de sociedad civil, es posible reconocer un núcleo común que se expresaría en los siguientes elementos: 1. esfera diferenciada o incluso opuesta al Estado, 2. puede incluir redes de protección legal, asociaciones voluntarias y formas de expresión pública independiente, 3. algunas expresiones incluyen a la familia y los grupos informales, otras comprenden a los movimientos sociales y otras pretenden la despolitización del concepto, como los discursos que se centran en el mercado34.

La emergencia de estos colectivos contribuye a una redefinición de la política donde el referente será la profundización de la “estructura democrática en términos no de sus valores sino de su eficacia para obtener fines colectivos, y de recuperar el espacio de lo público como no-idéntico al Estado”35. Este autor reconoce que la concepción “no se agota en la ‘civilidad’ ni en la promoción de valores comunitarios sino que intercepta diversos ámbitos de la realidad política”36 como una forma de trascender los estrechos marcos de representación política a través de los partidos, particularmente, en lo que tiene que ver con la construcción y consolidación de la democracia, lo que implica proyectar su importancia en el marco de la negociación de conflictos armados, o como expresión concreta de la lucha respecto a la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición como en el caso que se analiza.

A partir de esta rejilla teórica y conceptual que se ha trazado en los apartados anteriores, la emergencia en Colombia del concepto de sociedad civil está ligado a la lógica de la paz, la resolución política del conflicto armado y la reivindicación como actor autónomo en la consolidación de la democracia. Recuérdese la exigencia en términos de “neutralidad” por parte del movimiento indígena, campesino y social, así como su permanente apoyo a los procesos de negociación del conflicto armado realizados desde la década de los años ochenta. Hoy cobran importancia también las organizaciones de víctimas que reivindican su condición y luchan por el esclarecimiento de lo acontecido: la tan anhelada pero siempre manipulable verdad.

Bajo el marco de referencia descrito, la pregunta subyacente para el caso del colectivo Madres de Soacha es ¿de qué forma se articulan las transformaciones acaecidas en el marco del conflicto armado con el concepto de nuevas guerras y la generación de espacios de resistencia transnacional femeninos en la redefinición de nuevos escenarios de acción política?

Para lo anterior, el artículo muestra que las transformaciones del conflicto armado colombiano circunscritas, en la defensa de la seguridad nacional, dieron origen a acciones de violencia estatal caracterizadas por la ausencia de límites y la combinación de factores estructurales en la privatización de la guerra, la internacionalización del conflicto, las interacciones políticas y económicas ilegales, la violencia contra las personas y la emergencia de nuevos actores, elementos que son entendidos bajo el concepto de las nuevas guerras. Sin embargo, se resalta que estas transformaciones han generado contextos de violencia estatal como los falsos positivos, pero a su vez, han resultado en la emergencia de un complejo escenario de resistencia por parte de un colectivo de mujeres que ha trascendido los límites locales para iniciar un tejido de identidades a nivel transnacional, convirtiéndolas en actores activos de la construcción social y política en el escenario contemporáneo

4. DESARROLLO Y HALLAZGOS

4.1 De la seguridad estatal a la inseguridad humana. Lecturas en el marco del Conflicto Armado Colombiano.

En este punto, se hace necesario abordar la relación que existe entre la interpretación del conflicto armado colombiano y el colectivo de madres de Soacha. Para empezar, la ocupación de los “cuerpos frágiles”37 en las nuevas guerras se convirtió en un objetivo estratégico durante el periodo de exacerbación de la violencia en el conflicto doméstico. A pesar de que las madres de Soacha no fueron violentadas de manera física directamente, han sufrido la violencia al experimentar la profanación de sus cuerpos a través del dolor causado por el daño material y moral del asesinato de sus hijos.

Estas madres que lloran a sus hijos asesinados de manera extrajudicial y presentados como bajas subversivas son parte de lo que Segato denomina “pedagogía de la crueldad38, la cual se hace vigente allí donde el propósito de los diversos grupos violentos no es el fin de la confrontación sino la prolongación a largo plazo del proyecto de guerra. En consecuencia, durante la extensión de la conflictividad armada en Colombia, parte de esa violencia se ha escrito en el cuerpo de las mujeres, y estas madres que no se resignan a dejar en la impunidad el asesinato de sus hijos se manifiestan como una resistencia a esa amenaza colectiva de desposesión, agresión y captura de lo femenino y lo popular, pues los falsos positivos buscaban escribir en el cuerpo de las víctimas materiales, así como en las víctimas morales (madres), un mensaje de efímera victoria de la ilimitada capacidad violenta del Estado.

Se advierte la emergencia de novedosas estructuras de personas asociadas hacia un compromiso de valores humanos a veces particulares que actúan por encima de las fronteras como grupos organizados que procuran presionar al Estado, como en el caso de las madres de Soacha que han transnacionalizado su lucha para corregir el déficit democrático como se mencionó anteriormente. En este orden de ideas, estas nuevas guerras han dado espacio para la organización de nuevos activismos y movimientos conformados por personas que rechazan la política tradicional, de tal suerte que al ampliar su lucha doméstica y extenderla hacia la consecución de identidades en el terreno internacional, les brinda una forma de movilización y articulación desde abajo, desde la condición de mujer y madre víctimas de guerra.

Las madres de Soacha de los falsos positivos, epíteto que los medios de comunicación empiezan a utilizar desde septiembre de 2008, una vez se conoce públicamente el escándalo se configura como un colectivo cuya dinámica organizativa no da cuenta de un tipo claro de estructura (inorgánica), pero que no por ello ve reducida su esfera de acción. Pero también es posible observar elementos difusos como su composición de clase, pues éste no es un elemento central ni trascendente en su conformación, aunque en el “imaginario social” se alimenta un escenario de marginación y exclusión hacia los habitantes del municipio de Soacha cercano a Bogotá, uno de los municipios “receptores” de un mayor número de población desplazada de manera forzosa en el marco del conflicto armado, fenómeno que a su vez, ha impuesto el predominio de hogares monoparentales con jefaturas maternas. Precisamente, “reclutar” jóvenes de esta localidad para mostrarlos como integrantes de grupos armados al margen de la ley dados de baja en combate, era una actividad militar vista desde el discurso institucional como una práctica natural de la defensa de la seguridad nacional, sin embargo, su accionar muestra que fue una actividad sistemática contra población vulnerada por su condición de pobreza y marginalidad, lo que implica reconocer la situación de inseguridad humana de esta población. Como afirma Bernal39, se trató de “un sistema que venía ocurriendo con gente indígena, afrocampesina, raizal, pero que posteriormente se amplió a ciudades, municipios o barrios desfavorecidos donde, lamentablemente, el Gobierno colombiano no es generador de oportunidades ni de estudio ni de trabajo ni de techo digno para las familias”.

También se puede observar la recreación del lugar como elemento de identidad y un imaginario compartido como expresión de solidaridad en relación con el “ser víctimas” directas del conflicto armado y sus dinámicas de degradación. Plantea Offe40 al respecto que “la subjetividad más duradera y los parámetros distintivos de identidad social ya no son la propia identidad como capataz, o médico, o ama de casa, o negociante o protestante, sino la propia identidad en términos de edad y sexo, quizá también de lengua, de origen regional o étnico o del lugar actual de residencia y, naturalmente, la propia identidad como un ser humano viviente con sus ansiedades y vulnerabilidades”.

En la construcción y visibilización de esos vínculos identitarios, no se debe soslayar el hecho de que “el lugar todavía sigue siendo importante en la vida de muchas personas, quizás la mayoría, si lo entendemos como experiencia de una locación en particular con alguna medida de anclaje (inestable, sin embargo), con un sentido de fronteras (permeables, sin embargo) y de conexión con la vida cotidiana, aun si su identidad es construida, atravesada por el poder, y nunca fija”41 . Aquí convergen lecturas de clase en relación con el conflicto, pues de alguna manera se construyen “justificaciones” sobre aquellos sujetos prescindibles en función de su lugar de residencia, nivel de estudios, condición social, racial, sexual, lo que implica que las dinámicas propias del conflicto contribuyeron a profundizar cierta segregación social y, por lo tanto, mantener y reforzar el statu quo. Por ello resulta clave superar cualquier tipo de reduccionismo en la comprensión del fenómeno social, y en ese sentido, se resalta la definición multidimensional que propone Archila cuando afirma que un movimiento social debe entenderse como “una forma de acción social colectiva que enfrenta injusticias, desigualdades y exclusiones, es decir, que está inmersa en conflictos que abarcan todas las dimensiones de la sociedad y no sólo la económica”42, apreciación que se articula con la percepción de una de las madres para quien la justicia en Colombia termina siendo “precaria, indolente e indiferente”43.

Las madres y familiares de estos jóvenes asesinados (alrededor de 18 casos en Soacha pero cerca de 3.500 casos según Mateo44 (2013) y Vivanco45 (2017) a nivel nacional), habrían podido seguir sus vidas en el anonimato y la impunidad que caracteriza la historia del conflicto armado en el país46, pero fue su misma situación de exclusión y victimización, sumado a su condición de mujeres y madres en la mayor parte de los casos, el aliciente necesario para iniciar su propio proceso de transformación en un importante movimiento social, entendido como “todo desafío sostenido y organizado a las autoridades existentes, en nombre de la población empobrecida, excluida o víctima de abusos”47. Ahora bien, no se trata de reivindicar la trascendentalidad del sujeto histórico, destinado a erigirse en portavoz de los excluidos. Es su misma condición, tradicional para algunos, lo que resulta determinante en este proceso. Sostiene Archila en un intento de caracterización del movimiento social que acoge en su seno la lucha de las mujeres que, “Lo que está en el fondo de las tensiones descritas es la importancia que tienen las funciones reproductivas en la mujer, o el papel económico como jefes de hogar en las luchas sociales. Ya decíamos que la construcción de identidad de género se iniciaba generalmente por luchas reivindicativas en los comportamientos de madre, esposa o hija. [...] tenemos la paradoja de que desde posiciones tradicionales se construyen modernas identidades que apuntan cada vez más a una ciudadanía más compleja”48. Es una lectura que reconoce la contradicción como fuente misma de dinamismo y poder de movilización.

4.2 La transnacionalización de la resistencia: elementos de construcción para una agenda pública

Es en este escenario de transición y transformación en el cual su dolor privado empieza a tomar un cariz político claramente definido: se busca fundamentalmente la reivindicación de los nombres de las víctimas, las identidades y la visibilización de los hechos, pero también un escenario de paz, tranquilidad y construcción de futuro para sus vidas. Como afirma en una entrevista una de sus integrantes: “varias organizaciones se han acercado a las madres de Soacha tanto a nivel nacional como internacional. Hoy día están haciendo un trabajo con todo el núcleo familiar. Sobre todo, con los niños que están creciendo con sed de venganza. Y decir que el ejército asesinó a sus padres, a sus hermanos, a sus tíos… Entonces se ha venido trabajando con talleres de música, de teatro, de pintura, de danza… para sacar este dolor”49.

La proyección de su lucha política y social, transnacional, posibilita la construcción en red entendida como una “coalición flexible de ONG y movimientos sociales”50 que aúnan esfuerzos por visibilizar y posicionar sus demandas. La gestión y articulación con otras organizaciones, ONG y víctimas defensoras de derechos humanos, lo que podría ser definido a luz conceptual de Massal como Redes de Defensa Transnacional51, que implica también estar permanentemente “en contacto con otras organizaciones de víctimas, tanto de desapariciones forzadas como de mujeres víctimas de la violencia sexual, de niños y niñas, de reclutamientos, de desplazamientos…”52, para generar escenarios y ambientes propicios no sólo para la reivindicación y denuncia, sino un eje central de su acción basado en la prevención, pues han tratado que sus entornos inmediatos “inicien un duelo de esa pérdida y se conciencien que la venganza no es buena. Y que cambien esa actitud de pensamiento. En este momento las madres, por ayuda de las organizaciones, están siendo atendidas”53.

En consecuencia, el escenario descrito se inscribe en lo que Sassen denomina como “formas de solidaridad transfronteriza”54, entendidas como conexiones sistemáticas para la conformación de circuitos de supervivencia que están en aumento y son producto de las transformaciones de género en la constitución de subjetividades enmarcadas en grupos de identificación y pertenencia.

En esta articulación con otras organizaciones, es importante rescatar la forma de cooperación (no convencional) presentada entre las madres de Soacha y las Abuelas y Madres de la Plaza de Mayo en Argentina, quienes a manera de solidaridad y replegadas en su condición de mujer y madre deciden compartir su experiencia de organización y movilización femenina en épocas de violencia. Castells55 aduce que en el contexto contemporáneo se crean identidades colectivas de resistencia en contra de los efectos excluyentes y polarizantes, que no se han limitado a los territorios locales, sino que han trascendido sus propios límites utilizando algunos espacios abiertos por los procesos de globalización.

En este sentido, Rosenau56 propuso que el curso de las relaciones humanas, desde el fin de la Guerra Fría, ha estado pensado en el funcionamiento de las comunidades no representadas por el Estado o por la nación, sino por los individuos que orientados a lograr objetivos específicos culminan en una acción colectiva en el tablero mundial, de esa forma se da un redireccionamiento de las lealtades nacionales hacia reivindicaciones compartidas por fuera de las fronteras estatales. Así entonces, el escenario global contemporáneo advierte una serie de transformaciones, entre ellas, la construcción de identidades sociales que ahora están mediadas por los diversos retos y problemas que presenta el mundo, de tal forma que el riesgo y el interés pierden la exclusividad de una localización determinada y pasan a ubicarse como amenazas e intereses globales. Aunque de manera simultánea, estos procesos políticos transnacionales demuestran la debilidad y fragmentación del Estado.

En este sentido, la relación de las madres de Soacha y Abuelas y Madres de Mayo, permite resaltar la importancia de la construcción de vínculos transnacionales de un grupo de mujeres que, a pesar de estar ubicadas a extremos opuestos de la región suramericana y de contar con condiciones materiales diversas, son capaces de agenciarse con el único recurso disponible a su alcance, su cuerpo, su memoria, su forma de ser, sentir y pensar, que hacen de su vida un dispositivo de resistencia frente a un Estado generador de desconfianza, porque su percepción de inseguridad radica en su propio escepticismo y temor al Estado que les arrebató a sus hijos.

Aunque no han sido suficientemente documentados los encuentros y escenarios de solidaridad y las experiencias de estos dos colectivos, no se puede obviar la importancia simbólica de esta clase de ejercicios, no sólo desde la óptica de sujetas históricas, sino de las sujetas políticas que lograron transnacionalizar su resistencia en su condición misma de mujer, desde la afirmación de sus cuerpos de madres. Sus escenarios de articulación han sido diversos, uno de ellos fue la Universidad Nacional de Colombia, como lo afirma emotivamente una de sus protagonistas:

“Sí, tuvimos una entrevista con la abuela, madre de la plaza de Argentina de Mayo, y [fue] muy bonita, porque ella nos decía ‘hasta ahora ustedes están comenzando y tienen que seguir luchando’, nos decía ella, que eso fue en el simposio que hubo en la Universidad Nacional, que fue la primera vez que yo llegué a pisar la Universidad Nacional”57.

Desde otro escenario, para el año 2015 en el marco de la Cumbre Mundial de Arte y Cultura por la Paz organizada en Bogotá, en la cual participó Estela de Carlotto quien preside la Asociación argentina, a partir del relato compartido en el Panel Madres de la Paz. Crónicas de un camino por la verdad, expresó a las Madres de Soacha que aunque ¨Somos distintas, venimos de diferentes lugares, culturas, religiones, hay un tronco muy fuerte que es esto de buscar¨, en últimas su llamado estaba en el orden de motivar a continuar la lucha por la verdad, justicia y no repetición, desde Buenos Aires hasta Bogotá, desde la Plaza de Mayo hasta la Plaza de Bolívar: ¨cuenten con nosotras para lo que necesiten”, finalizó De Carlotto58.

Este tipo de experiencias pueden ser entendidas como procesos políticos transnacionales orquestados por individuos que asumen como propia la historia y la construcción de la realidad del mundo, quienes alentados por su voluntad de gubernamentalidad son muestra del mundo multicéntrico en el que actualmente vivimos, es ese escenario en el cual la centralidad de las relaciones de poder no están localizadas en el Estado, sino que por el contrario las alianzas ad hoc de grupos sociales a escala planetaria son muestra de procesos sociocéntricos y no estadocéntrícos o mercadocéntricos59. Este tipo de matrices sociales ponen en evidencia la diversidad de actores que se han conformado y articulado en torno a luchas y reivindicaciones que, para este caso, están en el orden de reclamar justicia y verdad, gestas que escapan de los márgenes del capital global pero que son protagonizadas por mujeres marginadas del mismo60, como las madres de Soacha.

Pero desde luego, no todo ha sido esperanzador en esta experiencia. Las integrantes del colectivo han tenido que sufrir de serias estigmatizaciones, escenarios de revictimización y amenazas constantes producto de su acción política y permanente denuncia contra los gobiernos de turno. De manera complementaria está el oportunismo e indolencia de la población en general, no sólo por su marcada indiferencia sino también porque durante la búsqueda de los seres queridos “La gente abusa[ba] con eso, nos llamaban y me daban cinco direcciones en los extremos de la ciudad. Juegan con el dolor y hacen daño físico y psicológico”61. Han tenido que modificar sus hábitos, bajo una total incertidumbre frente a la idea de futuro, han recibido gritos, insultos y voces desafiantes. Han sufrido acusadores señalamientos y por ello sostiene una de ellas que “La lucha no ha sido fácil, pero como madres tenemos la fortaleza y ese amor que nos queda de ellos para seguir luchando, no solamente por nosotras sino por miles de madres, hermanas, esposas, hijas, que están sufriendo este problema en todo el país y que, por miedo, por amenazas o porque no encuentran la forma de cómo hacerlo”62.

En las más recientes elecciones para el Congreso de la República (2018), se constató una vez más la enorme indiferencia e indolencia social, pues incluso en el mismo municipio de Soacha se eligió al partido político que lidera quien en su momento ofendió al colectivo con aquella lamentable expresión ya señalada, y aunque obligado a retractarse públicamente, no reconoció el dolor y lucha de estas madres. Y, sin embargo, la apuesta aún no concluye en medio de la adversidad. Se mantiene vigente su lucha contra la impunidad, que ha permitido el acompañamiento internacional en algunos juicios y condenas. Pero más allá de estos logros parciales, hay que entender que su cometido fue plenamente logrado al sostener su propia lucha y organización, al manifestarse públicamente en contra del gobierno de entonces y de su política propiciadora de más violencia. Cuando se rememora lo que ha sido su historia, no se puede dudar que “En el 2007 nunca se hablaba de crímenes de Estado, ni de ejecuciones extrajudiciales, ni de falsos positivos. Ahora, estas madres […] del común que tenían sus hogares, sus hijos, y un trabajo no muy grande pero sobrevivían, se convirtieron en defensoras de los derechos humanos. Sin quererlo, pasamos a ser sujetos políticos por nuestras propias exigencias”63.

4.3 Resistencias como proceso individual y colectivo

Precisamente, los análisis de Foucault sobre el poder, el Estado y las formas de gobierno, se pueden caracterizar de dos maneras inicialmente. Desde una perspectiva bélica o confrontacional, plantea que la guerra es una relación social y la condición de existencia misma de la sociedad, y el poder es una fuerza relacional que atraviesa por igual a dominadores y dominados. Sin embargo y en eso se puede seguir los planteamientos de Castro-Gómez64, este esquema de análisis atrapa a Foucault en un binomio difícil de resolver: dominación-resistencia. Si la dominación también está presente al interior de los dispositivos de resistencia no tendría ningún sentido luchar por construir una sociedad más justa e igualitaria, pues todo tipo de organización social estaría sometido a las mismas fuerzas.

Esto lo llevó a desarrollar la idea de gubernamentalidad, donde lo importante serán las técnicas de gobierno que se ejercen en un colectivo social (la población), orientadas no solamente a imponer una voluntad sino a crear ese tipo de voluntad65. De allí que el último Foucault considere como forma de resistencia el gobierno de sí. En esta aparente disyuntiva teórica, se ha considerado una tesis esgrimida por Muñoz66 según la cual se presenta cierta complementariedad entre los dos elementos de análisis señalados, creando una nueva acepción denominada “gubernamentalidad bélica” que permite pensar los derroteros de la guerra contemporánea como una forma específica de gobierno. Muñoz utiliza su herramienta conceptual para analizar el gobierno de la PSD y el rumbo asumido en la confrontación con la insurgencia como modelo de gestión de la pasión bélica y la participación emotiva y entusiasta por parte de la ciudadanía. También puede considerarse en las concepciones que aceptaron y legitimaron la guerra propiciando escenarios como el de los “falsos positivos”, no sólo eliminando al “enemigo”, sino creando nuevas condiciones de existencia de ese “enemigo”. Sin embargo, algo no coincidió con esta lectura y en lugar de mentes y cuerpos subyugados, obedientes y resignados a los designios políticos del momento (que también los hay), un grupo de mujeres se dieron a la tarea de transformar sus propias condiciones de existencia y erigieron nuevos escenarios de acción y apuestas políticas.

En un desarrollo correlacional de estas formas específicas de gobierno y apropiación, es preciso recordar la distinción esgrimida por Esposito del paradigma inmunitario que se reconoce en cuanto la política toma como actividad central de su práctica la protección de la vida de “los riesgos que la amenazan de extinción”67. Es decir, en una concepción corporológica del Estado donde un interés específico del gobierno es advertir, luchar y neutralizar todo lo que pueda ser una posible amenaza para la subsistencia de ese modo de gobierno considerado como cuerpo. En la base de la biopolítica la relación del cuerpo con la vida se constituye en el modo de aparición en el que la vida debe estar ligada a un órgano o a algo corpóreo. Esta relación contiene una dimensión más de la vida. El cuerpo es también el lugar en donde se resiste a la muerte y antes en él se vive la muerte, la consunción. “Es el frente de resistencia, simbólico y material de la vida contra la muerte”68.

Es la predisposición de estrategias en las que no se afirma la existencia indefinida del Estado sino que se persigue de una manera más modesta su subsistencia presente. Dentro de las estrategias de subsistencia de este poder soberano en el gobierno de Álvaro Uribe, se revivieron mecanismos que buscaban dentro del propio cuerpo político las amenazas, no sólo las insurgentes declaradas sino las amenazas de la pérdida de legitimación por parte de los medios de comunicación en su conformación de la voluntad del poder constituyente. Es así que emergen prácticas de “falsos positivos”, una práctica que reporta el enmascaramiento de agentes sociales como elementos disponibles para su eliminación, para su extirpación. Todo con la acusación y acudiendo al pérfido dispositivo de camuflarlo con las insignias del enemigo.

A esta altura del análisis se puede concordar con Esposito al referirse al Estado Hobbesiano afirmando que más allá de las analogías entre el cuerpo humano y el organismo político la predisposición de estrategias que mantienen con vida el poder de esa máquina artificial es el mecanismo inmunitario presenta “un organismo que se nutre primero de vida y más tarde también de la muerte de todas las partes que la componen”69.

La reflexión sobre el cuerpo en relación con los hijos de las madres de Soacha no pasa sólo por una metáfora política, sino que se reconoce como un cuerpo orgánico que se pliega dentro de la propia carne de la madre para la conformación de un cuerpo indistinto y una carne perteneciente llamado hijo. Un fenómeno orgánico de creación en el que los rasgos genéticos, las informaciones, se forman para que advenga a la vida. Sin embargo, esa relación inmanente entre cuerpo y carne de una madre y su hijo no se asimila en la sociedad occidental a la relación que tiene cada uno de los sujetos con el cuerpo del Estado. Esta relación cuerpo-carne escapa, se diluye. La carne como último límite interno del cuerpo culmina en su interioridad, a su vez enmarcada en un contexto más amplio de condiciones sociales y culturales donde en este caso, se inserta el “ser” mujer.

Precisamente, este “ser” mujer en el marco del conflicto armado es una tragedia doble, pues lleva implícita la discriminación producto de una sociedad machista y patriarcal (el cuerpo como botín de guerra). Pero además, en este escenario cultural, su misma condición se ve victimizada al ser el familiar masculino objeto de violencia sistémica y descargando en ellas el drama de sobrevivir y “sacar adelante” el núcleo familiar, pero también sus apuestas políticas. Lo admirable es que en medio de esta tragedia social y cultural, algunas mujeres desde esta condición han logrado posicionar y potenciar sus demandas como figuras políticas, han logrado romper el aislamiento de la escena pública y convertirse en sujetas políticas activas70. Es precisamente esta condición la que se quiere destacar en este apartado, comprendiendo que el proceso de transformación vivido por las integrantes del colectivo indica que “se trata es de crear nuevas formas de vida, de relación, de amistad, de individualidad, que se desmarquen del modo en que los cuerpos han sido gobernados por el Estado y la economía”71. Es desujetarse de las formas de gobierno tradicionales, la violencia y la exclusión, generando nuevas dinámicas de resistencia y de confrontación multidimensional.

Sin lugar a dudas, las madres de Soacha lograron transformar sus propias condiciones de existencia, modificaron su espacio vital, cambiaron su forma de percibir y relacionarse con el espacio social, político y colectivo: desde el anonimato hacia el posicionamiento de espacios públicos. Lograron visibilizar sus demandas no sólo desde un punto de vista reactivo, también han sido propositivas y han promovido campañas de prevención contra el secuestro y la desaparición adelantadas en colegios y comunidades desde el año 2009, crearon una “galería de la memoria” con el propósito de reivindicar el buen nombre de los jóvenes asesinados, de recuperar un relato sobre lo que ocurrió y plantear una alternativa a la verdad oficial. Pero además han conseguido la politización de su rol como madres, de un rol tradicional de ser madres en una sociedad como la colombiana: cuidado de la casa, ropa e hijos, a mujeres “empoderadas”: luchadoras, resistentes, propositivas y autónomas.

Desde luego, la confrontación también ha estado permeada por la adversidad y el desánimo. En una crónica a propósito de una movilización en el centro de la ciudad, se destaca la percepción de una de las madres cuando dice que “A veces siento que en estos nueve años no he hecho nada”, y en medio de lágrimas, su acompañante puede reconocer que “Durante estos nueve años en los que se la ha pasado entre juzgados y tribunales, y entre foros estrados, no ha tenido mucho tiempo para acordarse de ella”72. Un olvido de sí misma para un encuentro consigo misma. Tiene que ver con el agenciamiento de su condición de mujer, su descubrimiento, su invención, su transformación, es darse su propia forma de gobierno en términos foucaultianos.

En eso consiste finalmente el carácter de resistentes que se le otorga a esta nueva etapa de sus propias existencias. Se trata de hacer de sus vidas una “obra de arte”73, preparar su cuerpo para la protesta, para un performance de desobediencia74. Es un bello gesto de encuentro con otros y otras que comparten sus luchas, es un signo de reconocimiento político y social, de acompañamiento que les lleva a afirmar que “Venimos trabajando de la mano con muchas víctimas a nivel nacional. Con mujeres que les han cambiado su forma de pensar, su forma de hablar, su forma de actuar. Incluso hasta su forma de vestir. Hemos desarrollado estrategias para difundir nuestro mensaje. Si nos quitan la oportunidad de hacer grandes denuncias, tanto televisivas, escritas o radiales, tenemos que convertirnos en poetas, cantantes, actrices. Trabajar en muchos espacios, con el acompañamiento de muchos chicos que dan la pelea grafitando (sic) en las paredes, haciendo performas (sic) en las calles, haciendo tesis en las universidades… todo, para explicar lo que está sucediendo”75

El compromiso de estas mujeres ha implicado incursionar en espacios que hasta ese momento permanecían imbuidos de dolor y desesperanza, espacios que habían permanecido distantes: el arte y la política. Incluso, se han arriesgado a construir rastros que perduren en el tiempo y que se puedan reproducir, han buscado la forma de componer canciones que no pierdan su ritmo popular mientras alimentan la memoria de dignidad:

“Vengo a contarles la historia de los muchachos de Soacha, que fueron asesinados en el año 2008, en el mandato de Uribe y su ley de democracia. Los llevaron para Ocaña con propuestas de trabajo. Lo que ellos nunca supieron, que fueran víctimas de Estado, siendo ministro de defensa el hoy en día presidente Santos. El gobierno los llamó los falsos positivos. Como los muertos ya no hablan, fue un negocio bien lucrativo. Norte de Santander, se bañó con sangre de héroes, mientras que la brigada 15, así cobraba sus ascensos de sus múltiples asesinatos y violación a los derechos”76.

El paso del tiempo implica estar sujetos a una realidad particular, realidad que las madres de Soacha han demostrado que no es inmodificable como designio inexorable, y en medio del dolor, levantar un grito de dignidad y reivindicación de derechos que permita modificar las propias condiciones materiales de existencia. Como una historia cíclica e injusta, se podría terminar con las mismas palabras que dan origen a este artículo, cuando una de las madres de Soacha sostiene que “la lucha mía, continuará hasta que tenga el último aliento de mi vida. Ese día dejaré de luchar. El día que yo me calle será porque ya no tenga fuerzas. Mientras yo hable, mi hijo estará vivo, estará en la memoria de todo el mundo. Yo parí a mi hijo, pero mi hijo me parió para una lucha, para toda la lucha de un país”77.

5. COMENTARIOS FINALES

La revisión documental de los aportes de diversos autores que han trabajado y reconceptualizado teóricamente objetos de estudio como el Estado y su relación con la sociedad civil, las nuevas prácticas de violencia y la resistencia a la misma, permitió identificar que una de las posibles miradas al colectivo de las madres de Soacha, a través de una articulación de saberes y del diálogo teórico y conceptual, presentó un punto de inflexión: los escenarios de resistencia civil. De esta forma, las premisas seleccionadas para respaldar el desarrollo de la investigación contaron con las siguientes características: una reflexión sobre la crisis del Estado-nación, una mirada alternativa en la interpretación sobre el conflicto armado colombiano, la importancia de los movimientos sociales y su actuación por fuera de las fronteras nacionales y, por último, el ejercicio de resistencia de la mujer como práctica que transita de lo individual a lo colectivo.

En el desarrollo del artículo se mostró una interpretación sobre el conflicto colombiano derivada de una lectura particular sobre la categoría de nuevas guerras, específicamente en lo que tiene que ver con escenarios de privatización y mercantilización de la confrontación y el correspondiente involucramiento de la población civil (falsos positivos). Pero también propone una lectura diferente en relación con sus posibles impactos: coloca el acento en la construcción de nuevas subjetividades por parte de colectivos conformados por personas tradicionalmente excluidas de la esfera pública.

En esta perspectiva, el escrito propuso dos líneas de estudio. Por una parte, se avanzó en la interpretación del colectivo de las madres de Soacha como una expresión de la sociedad civil conducente a la visibilización y articulación de sus demandas políticas, en un contexto de transnacionalización de la resistencia donde ha sido evidente el reconocimiento y acompañamiento por parte de otros colectivos sociales, ONG y la articulación de sus demandas en favor de los derechos humanos. Hay que decir que la lucha continúa, que sus actividades de resistencia siguen, acompañadas de jóvenes y organizaciones académicas y sociales han hecho presencia en el escenario político con demandas, exigencias y candidaturas. Han logrado hacerse escuchar en medio de una sociedad que empieza a despertar del letargo del conflicto pero que parece todavía indiferente. Sin duda, su impronta quedará en la memoria colectiva que será fundamental en escenarios futuros.

Otra lectura posible del artículo invita a reflexionar sobre los procesos de transformación subjetiva que puede provocar esa misma acción política, en particular a través del modelo de Estado en cuanto se concibe como cuerpo y dispositivo inmunitario que busca aniquilar lo diferente o lo que es visto como una amenaza y, a reglón seguido, se presentó la implicación de una relación más profunda de la madre con su hijo que surge de su cuerpo real, no simbólico, pero también desde su inmanencia carnal. Además, se rastreó la posibilidad de modificar las condiciones de existencia en el marco de contextos adversos y erigir nuevos derroteros de acción que se constituyen en un reto para los estudios de ciencias sociales, más aún en escenarios inciertos de transformación del conflicto, en los cuales seguirá siendo una apuesta ético-política la lucha por la verdad, la justicia y la dignidad de los menos favorecidos social y económicamente, retos todos implícitos en un contexto social condicionado por las dinámicas inherentes a un escenario propicio para la construcción de paz.


Notas
*.

fn78Artículo de investigación. Recibido: 08-04-2019. Aceptado: 20-05-2019.

TLA-MELAUA, Revista de Ciencias Sociales. Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. Benemérita UniversidadAutónoma de Puebla, México / E-ISSN: 2594-0716 / Nueva Época, año 14, núm. 48, abril/septiembre 2020, pp. 263-292.

2.

fn2Camus, Albert. Carnets, Madrid, Alianza Editorial. 1985. Pág. 148

3.

fn3Ministerio de Defensa Nacional. Política de Defensa y Seguridad PDS. Para la legalidad, el emprendimiento y la equidad, p. 12, Bogotá, Ministerio de Defensa Nacional, 2019.

8.

fn8Ibid.

18.

fn18En este apartado se recogen algunos elementos teóricos y conceptuales, se discuten otros y se introducen nuevos referentes a los presentados en Mancilla, Montealegre & Rojas. Conflicto Armado Colombiano… op cit.

19.

fn19Kaldor, Mary. Las nuevas guerras… op, cit.

21.

fn21Ibidem.

22.

fn22Agamben, Giorgio. Homo Sacer. El poder soberano y la nuda vida. Valencia: Pretextos, 1998.

23.

fn23No sin razón, Luz Marina Bernal, una de las Madres de Soacha, afirma que “Fue sorprendente para ellos que unas mujeres de bajos recursos se enfrentaran a un Estado, a un gobierno y sobre todo a una cúpula militar” En: Acevedo, Tatiana. Historias Debidas. En: El Espectador, 10 de marzo de 2019. Disponible en línea: https://www.elespectador.com/opinion/historias-debidas-columna-844025

31.

fn31Offe, Claus. Los nuevos movimientos sociales… op. cit.

32.

fn32Kaldor, Mary. Las nuevas guerras… op. cit.

35.

fn35Bejarano, Jesús Antonio. Ensanchando el centro… op. cit. Pág. 9

36.

fn36Bejarano, Jesús Antonio. Ensanchando el centro… op. cit. Pág. 11

38.

fn38Ídem.

39.

fn39Bernal, Luz Marina, “Luz Marina Bernal, madre de Soacha (entrevista)… op. cit.

40.

fn40Offe, Claus. Los nuevos movimientos sociales… op. cit. pág. 183

44.

fn44Mateo, Rocío. “De madres de Soacha a sujetas políticas: capacidad de agencia ante la impunidad en Colombia. Reconstrucción de un caso desde una mirada feminista para un litigio estratégico”. Instituto Internacional Catalán por la paz. 2013. En: https://documentop.com/de-madres-de-soacha-a-sujetas-politicas-institut-catalainternacional_5a0f5a721723ddfd45b3bb17.html [consultado el 31 de enero de 2018]

47.

fn47Archila, Mauricio. Idas y venidas… op. cit. pág. 46

48.

fn48Archila, Mauricio. Idas y venidas… op. cit. pág. 411 - 412.

52.

fn52Fundación Carta de la Paz… op cit.

53.

fn53Ídem.

57.

fn57Mateo, Rocío. —De madres de Soacha a sujetas políticas… op. cit. p. 27

59.

fn59Rosenau, James. Turbulence in World Politics… op. cit.

60.

fn60Sassen, Saskia La ciudad global. Op cit.

62.

fn62Bernal, Luz Marina, “Luz Marina Bernal, madre de Soacha (entrevista)… op. cit.

63.

fn63Fundación Carta de la Paz, —Entrevista a las mamás de Soacha—. Op cit.

68.

fn68Ídem. pág. 165

69.

fn69Ibid.

73.

fn73Castro-Gómez, Santiago. Historia de la gubernamentalidad II… Op. cit.

74.

fn74Zamudio, Marío. “La historia de cómo la líder de las madres de Soacha se sembró en la Plaza de Bolívar”. Op. cit.

75.

fn75Fundación Carta de la Paz… op cit.

76.

fn76Ibíd.

77.

fn77Bernal, Luz Marina, “Luz Marina Bernal, madre de Soacha (entrevista)… op. cit.

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