Violencia objetiva y subjetiva en dos cuentos de Emiliano Pérez Cruz*

Héctor Francisco González Fernández; Víctor García Vázquez

Investigador en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México , Investigador en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México



Resumen

A la par de los estudios enfocados en la literatura, es necesario realizar análisis literarios transdisciplinarios que abarquen los aspectos textuales desde las ciencias sociales. Desde el campo de las letras, Emiliano Pérez Cruz presenta una crítica al sistema capitalista como causa de marginación de los sujetos de clase baja o los sin-lugar. Los términos de violencia objetiva y subjetiva propuestos por Slavoj Zizek son utilizados por los autores para analizar la realidad de estas personas, su periferia y su reclusión en la marginalidad producto de la misma sociedad a la que pertenecen. El objetivo de este trabajo es observar que la violencia objetiva, en sus formas sistémica y simbólica, determina la trayectoria de vida y el contexto social de los personajes principales, incluso más que la violencia subjetiva.

Received: 2019 April 17; Accepted: 2019 August 2

47. 2020 ; (48)

Keywords: Palabras clave Violencia sistémica, Violencia subjetiva, Emiliano Pérez Cruz, Sistema capitalista, Seres periféricos.
Keywords: Keywords Systemic violence, Subjective violence, Emiliano Pérez Cruz, Capitalist system, Peripheral beings.

SUMARIO

1. Introducción / 2. Caminar como los ciegos: entre la violencia objetiva y subjetiva / 3. Indiferencia y violencia sistémica / 4. Conclusión / 5. Bibliografía

1. INTRODUCCIóN

Existen diversos métodos para analizar el texto literario, aquellos que se ocupan de los aspectos intrínsecos de la obra y otros que se encargan de estudiar los aspectos extrínsecos. Sin embargo, y a la par de esos estudios, es necesario emprender la tarea de realizar análisis desde los enfoques transdisciplinarios o culturales. Esto contribuirá a darle más proyección a la obra, fortalecer el vínculo de la literatura con la sociedad y también mostrará estrategias para la comprensión de las problemáticas sociales desde la literatura. Para analizar este caso, hemos seleccionado algunos textos de Emiliano Pérez Cruz, narrador originario de Ciudad Nezahualcóyotl, que en sus cuentos y novelas retrata a los personajes marginados de la Ciudad de México y su zona conurbada. Los protagonistas de la obra de Pérez Cruz son seres periféricos, relegados, que no encuentran un lugar en esta sociedad capitalista que tiende a ocultarlos.

Una de las razones más importantes para el estudio de este autor radica en la mirada cercana a la condición humana de sus personajes, recrea los ambientes, las situaciones y el lenguaje que él mismo conoce, por tanto, su literatura posee un carácter testimonial, no es sólo un ejercicio de creación literaria. La narrativa de Pérez Cruz, por sus temas, es heredera de la obra de José Revueltas; y por sus estrategias, de los narradores de la Generación de la onda: José Agustín, Parménides García Saldaña y Gustavo Sainz; y además su obra comparte rasgos con los posonderos Eusebio Ruvalcaba y Armando Ramírez. El gusto por el lenguaje popular, la tendencia a crear testimonios y emplear la literatura como una crítica directa sobre los sistemas político-económicos, aspectos que caracterizan a los narradores mencionados, se sintetizan de forma magistral en el arte cuentístico de Emiliano Pérez cruz.

En la revisión bibliográfica y hemerográfica realizada hasta ahora, pocos son los estudios que se presentan respecto a esta forma social-cultural de observar la literatura, por lo que se hace necesario fomentar el análisis de la narrativa desde la denuncia o crítica de estos fenómenos sociales. Esto abonaría no sólo a la mejor comprensión de la sociedad actual, sino también a valorar las diversas estrategias de significación de la obra literaria.

En una búsqueda en WorldCat nos aporta solamente 15 documentos. Todos ellos libros del propio autor, en otras palabras, poco es el material académico o de investigación respecto a la narrativa de Pérez Cruz. Ahora bien, a pesar de las carencias respecto a libros que revisen su obra, fueron localizados algunos estudios que podríamos mencionar y considerar relevantes, por ejemplo, Los palacios de la memoria. La narrativa de Emiliano Pérez Cruz (1997), de José Francisco Conde Ortega1; La ficción de los márgenes (2000) de Nuria Vilanova2 o las tesis de licenciatura Aproximaciones al Realismo sucio. Me matan si no trabajo, y si me trabajo me mata de Emiliano Pérez Cruz (2013) de Jennifer Estrella Ortega3 Enríquez y Cadena de violencia en seis relatos de Emiliano Pérez Cruz (2005) de Susana Osnaya Ruíz 4.

Desde nuestra perspectiva, son los dos primeros artículos los que más aportan. Conde Ortega (1997) señala que la narrativa de Pérez Cruz tiende a los desprotegidos, a los jodidos5, a los despojados por el sistema: “…en dar, de alguna manera, la palabra a quien no tiene la oportunidad de protestar por las injusticias que son parte de la vida de todos los días” (33). Es decir, desde su narrativa hablan los maleantes, las amas de casa de colonias populares, obreros, migrantes, campesinos, desempleados, explotados. Sin embargo, el mismo Conde Ortega sostiene que no se busca hacer una crítica social, ni mucho menos una denuncia al sistema, al contrario, sólo es una manifestación de la realidad que “...puede decirse que en los cuentos de Emiliano Pérez Cruz se exacerban los conflictos humanos por voluntad del autor” (34).

Por ese motivo, lejos de hacer una denuncia, Pérez Cruz retrata una visión marginal de la realidad mexicana, una mirada periférica, a la vez que rescata las voces perdidas, las ocultas, los discursos desterrados “la opinión de los que no toman parte en el festín del poder, de los que son ignorados y que, no obstante, van uniendo sus voces hasta crear un coro gigantesco de inconformidad” (36). Aunque, como bien apuntará Conde Ortega al final de su texto, esto no significa que se deba tomar su literatura como una narrativa de denuncia o crítica social, sino como “una forma de existir más o menos en la comodidad de la indiferencia” (38). Es decir, viven el confort del destierro, de lo oculto, de lo simple y a la vez en lo complicado de tener una existencia fuera del margen que provoque una apatía atroz hacia la vida, pero, que, paradójicamente, la vida implique una tarea sobre humana cotidianamente, porque se tiende a “Una atmósfera enrarecida por el polvo y la necesidad de sobrevivir y también por el continuo abuso de las autoridades” (37).

Por otro lado, en una visión más literaria, Nuria Vilanova propone centrar su argumentación en la “estética textual que surge de la propia perspectiva narrativa interna” (201), Se parte del narrador para observar y narrar la realidad de éste, sin que, por ello, al igual que esgrimía Conde Ortega, se presente una crítica. Al contrario, la crudeza de esa realidad es presentada sin ningún afán de denuncia, sino como un medio para estetizar lo feo, lo crudo, lo grotesco: “evocar la realidad con toda su intensidad” (203)

De la misma manera que Conde Ortega, Vilanova muestra que la narrativa de Pérez Cruz está en los márgenes, en lo periférico, que esa marginalidad provoca que la gente representada apenas tenga lo necesario para sobrevivir, sin embargo, y a pesar de ello, no muestran Vilanova un centro que mira a la periferia, con la distancia que los separa”uncia, reivindicaciones, los juicios de valor y los interés en cambiar su situación. Podría decirse que no son conscientes de su realidad, asimilan su marginalidad de manera natural.

Es decir, la narrativa de Pérez Cruz, desde Vilanova, presenta la subalternidad desde la subalternidad, sin mediación de un discurso hegemónico; en otras palabras, Pérez Cruz escapa de la representación de los marginados desde el poder o desde el centro. Contrario a los narradores comprometidos pero ligados al grupo poderoso, Pérez Cruz representa a los desprotegidos desde el corazón mismo:

Siente y vive en carne propia la marginalidad de este submundo urbano que está evocando y al hacerlo desaparecen de esta narrativa el paternalismo, la denuncia, las reivindicaciones, los juicios de valor y los mensajes intencionados que subyacen implícita y explícitamente en otras obras que abordan la subalternidad desde la hegemonía, desde un centro que mira a la periferia, con la distancia que los separa” (Vilanova 205)

En suma, Vilanova y Conde Ortega explican que la narrativa de Pérez Cruz, más que ser una crítica social, es una forma de expresión desde lo marginal que evoca situaciones marginales. Se habla desde la periferia, pero no se recrea una situación de periferia mediada por un discurso de poder, sino desde el despojo mismo. Es decir, podríamos estar ante textos donde el desprotegido o despojado habla con un verdadero lenguaje propio, con una expresión relacionada directamente con su voz y su enunciación; ante un lenguaje y una escritura viva, que a todas luces ha querido revitalizar un discurso que parecía estático y mediado por los centros de poder.

Este texto se propone realizar un análisis a dos cuentos de Pérez Cruz desde los conceptos de violencia objetiva y violencia subjetiva propuestos por Slavoj Zizek (2009) en Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales. Si bien la obra de Pérez Cruz es vasta, nos enfocamos en estos dos textos debido a que presentan características importantes respecto a los tópicos o ideas centrales que queremos mencionar durante el presente trabajo.

En otras palabras, los dos cuentos analizados manifiestan elementos observables de los dos tipos de violencia que menciona Slavoj Zizek en su libro, por lo tanto, si bien no es una muestra considerable, sí se piensa que son dos textos que expresan y muestran de manera fehaciente lo crudo, la marginalidad, la periferia de los personajes y situaciones retratadas. La tesis que se defiende en este trabajo es que la violencia subjetiva de los protagonistas surge a raíz de la imposibilidad de modificar su entorno, debido a la violencia objetiva que sufren por parte de la sociedad y del estado.

Emiliano Pérez Cruz escribe sobre la violencia desde la violencia; dentro y a partir de las relaciones que se establecen desde de la concepción de violencia sistémica y simbólica que da como resultado la violencia subjetiva, aquella perceptible, observable. Es necesario advertir que Pérez Cruz expresa una literatura de crítica sin fines morales. Aunque su finalidad no es denunciar los abusos y la problemática social de los personajes desclasados o relegados social, cultural y laboralmente, la crítica emerge de los temas y situaciones que el autor propone.

Su obra se inserta en la narrativa violenta y cruda del posrealismo: “El hombre en crisis se ve abocado a una situación insostenible, atrapado entre su grandeza y miseria”.6 El posicionamiento ideológico siempre acompaña a la representación estética. Es decir, al retratar la relación violenta del individuo con su entorno, las problemáticas sociales, culturales y económicas emergen de manera inmediata. En otras palabras, Pérez Cruz relata las relaciones de poder y de dominación que se dan entre las diferentes clases sociales y que derivan en los distintos modos de violencia que se narran. Por tanto, en este trabajo nos preguntamos si la violencia objetiva, en sus formas sistémica y simbólica, determina la trayectoria de vida y el contexto social de los personajes principales, incluso más que la violencia subjetiva.

Uno de los temas que más ha ocupado en las últimas décadas a sociólogos, filósofos, criminólogos y demás especialistas de las ciencias sociales es el tema de la violencia, sus causas, sus consecuencias y su tipología. Por tanto, se vuelve necesario conocer las herramientas que los teóricos han creado y decidir cuál puede servirnos para emplearla en el análisis del discurso literario. Acudimos particularmente a Slavoj Zizek, porque sus propuestas teóricas sintetizan muchas de las corrientes de la época y porque en sus reflexiones acude a ejemplos tomados de las manifestaciones culturales de la actualidad, como el cine y la literatura. Sus propuestas siempre polémicas y a contracorriente de los modelos de pensamiento establecidos nos permiten tomar una posición como lectores y críticos.

La violencia es un fenómeno que se ha extendido a todos los ámbitos de las sociedades globalizadas, casi ningún espacio, público o privado, escapa a su influencia, y de alguna manera el ritmo de vida actual es impuesto por los mecanismos de violencia, los que ha diseñado el estado y los que el individuo expresa consciente o inconscientemente. La violencia está presente en todas las formas de gobierno, independientemente de la ideología. Una consecuencia del avance atroz del capitalismo es que, en lugar de los vínculos afectivos o de comunicación, ha propiciado que los ciudadanos vivamos en el miedo y el rechazo de la otredad.

Nuestro análisis de los cuentos parte de la delimitación que el filósofo esloveno realiza sobre los tipos de violencia: subjetiva, objetiva y las divisiones que propone Zizek de ésta última: simbólica y sistémica.7 De acuerdo con el filósofo, estas violencias sólo se pueden entender si las observamos desde distintos puntos de vista. Los sujetos que intervienen en la violencia subjetiva son ciudadanos comunes, que, ante la imposibilidad de modificar su entorno, deciden manifestarse, sin embargo, muchas veces, esas manifestaciones sociales alteran el orden político, social y familiar. Irrumpen en la cotidianidad, infringen las leyes: “la violencia subjetiva se experimenta como tal en contraste con un fondo de nivel cero de violencia. Se ve como una perturbación del estado de cosas <<normal>> y pacífico”.8

Por otro lado, la violencia objetiva es: “…la violencia inherente a esteestado de cosas <<normal>>. La violencia objetiva es invisible puesto que sostiene la normalidad de nivel cero contra lo que percibimos como subjetivamente violento”. 9 Esto permite que la sociedad se conserve estática, mantenga sus valores, el orden y el rol que se le ha asignado a cada sujeto, clase o comportamiento. La violencia objetiva es una expresión que es asumida por las personas de manera voluntaria, se respeta y se usa de marco de referencia para medir las conductas bajo el “sentido común”.

De acuerdo con Zizek, esta violencia se divide, por un lado, en simbólica, la cual se pone en práctica por medio del lenguaje; es decir, está vinculada a la imposición de significados trascendentes de la lengua y destinada a solidificar la relación opresor-oprimido. Este tipo de violencia está: “…encarnada en el lenguaje y sus formas”.10 Por otro lado, en violencia sistémica, que proviene de los modelos políticos y económicos, es invisible y contribuye a legitimar procesos como la desigualdad, la exclusión, la marginación: “…es la violencia inherente al sistema: no sólo de violencia física directa, sino también de las más sutiles formas de coerción que imponen relaciones de dominación y explotación, incluyendo la amenaza de violencia”. 11

Para contar con una guía que permita ir relacionando las ideas y confrontando la teoría con el texto literario, se considera pertinente plantear las siguientes preguntas de investigación: ¿Permiten los cuentos de Emiliano Pérez Cruz conocer con detenimiento un conjunto de pautas de comportamientos sociales donde se hace presente la violencia simbólica, sin dejar de lado la inmanencia del texto literario? ¿Analizar las condiciones de vida y el contexto social donde surgen y se desarrollan los personajes de sus cuentos desde el enfoque de la violencia sistémica facilita una mayor comprensión tanto de la literatura como de la realidad? ¿La fragmentación y la marginación social son aspectos que pueden entenderse mejor en la literatura si acudimos a modelos de análisis transdisciplinarios? En cada subtema se tratará de responder a cada uno de estos cuestionamientos iniciales.

El trabajo contará con dos apartados; en ambos, el enfoque partirá de la visión de los estudios culturales posestructuralistas. En el primero de ellos se reflexionará sobre la estrecha relación que existe entre los personajes periféricos y sus formas de resistencia ante la violencia objetiva de las autoridades y los grupos hegemónicos. En el segundo, se revisará cómo la violencia sistémica mantiene estático el contexto social, es decir, los personajes marginales o periféricos están condenados a guardar su rol en la sociedad.

2. CAMINAR COMO LOS CIEGOS: ENTRE LA VIOLENCIA OBJETIVA Y SUBJETIVA.

Existen una gran variedad de narradores que anteceden a Pérez Cruz en la estrategia de representar ciertas partes de la Ciudad de México como el escenario de sus relatos12. El narrador reproduce el lenguaje oral de los barrios marginales, sus características socioculturales, el comportamiento y la comunicación de los estratos más bajos. Sus cuentos son documentos útiles para la antropología, la sociología, la lingüística y otras áreas.

Si camino voy como los ciegos es un conjunto de cuentos donde desarrolla temáticas sociales como el desempleo, el abuso policiaco, las exigencias laborales, las riñas callejeras, la vida en la colonia o en el barrio. El autor muestra cómo los individuos son el reflejo de las relaciones de poder que se ejercen en la ciudad. Lo mismo sucede en sus obras Me matan si no trabajo y si trabajo me matan y en su libro de crónicas Noticia de los chavos banda.

Sus historias recuperan el caló citadino de los espacios populares; contextos donde la informalidad motiva una comunicación inmediata. El léxico es altisonante, machista, sexualizado. Hay una violencia verbal constante y directa. La violencia en el lenguaje exige entenderse no solamente como estrategia literaria, porque alude a la oralidad, sino como una forma de indagar en la condición humana de los personajes, porque su lenguaje es su zona de influencia, su hábitat y su arma para resistir y combatir, porque mediante el uso del sociolecto logran demostrar su sentido de pertenencia.

Desde el punto de vista sociológico-literario, la narrativa de Pérez Cruz surge como una posibilidad para darle rostro a los desclasados, a los grupos ignorados o marginados por el sistema político-económico. Aquellos que viven en las colonias populares, los barrios marginales, los vecindarios pobres. La sociedad actual, tanto en los países de primer mundo como los emergentes e incluso los países pobres, ha decidido retomar la estrategia de organizarse en parques, fragmentar la ciudad. Como sostiene Peter Sloterdijk:

Los hombres son seres que se cuidan y se protegen por sí mismos, vivan donde vivan, generan alrededor suyo el entorno de un parque. Parques urbanos, parques nacionales, parques cantonales, parques ecológicos, en todas partes el hombre debe formarse una opinión sobre el modo de regular su autosostenimiento.13

La periferia donde habitan estos personajes también se puede denominar parque, un parque proletario, donde se encuentran todas las miserias: falta de servicios, falta de seguridad y salubridad, desempleo, alcoholismo. No es una forma de vida que se elija por voluntad propia, sino que viene impuesta desde arriba, es una de las expresiones de la violencia sistémica.

Un parque proletario debe observarse como un espacio cerrado para el sistema político económico que lo crea. No tiene que ser visible desde fuera y tampoco apreciado desde el aire. Al mismo tiempo, es un espacio abierto para todos los que se quieran incorporar y, sobre todo, es un espacio abierto a todas las miserias, las desigualdades y las injusticias, pero también es un espacio abierto a la imaginación y la creatividad, porque de allí provienen expresiones auténticas de arte urbano, música popular que enriquece el patrimonio e historias extraordinarias que fortalecen la imaginación.

Por tanto, no es casual que las historias de Pérez Cruz giren en torno a personajes periféricos: niños maltratados, jóvenes desocupados, obreros explotados, empleadas domésticas o estudiantes que no tienen certeza del futuro, pero saben que de alguna manera se debe intentar cambiar el sistema, resistirse al régimen, aunque pongan en riesgo su integridad. Son seres que todos los días emprenden la lucha por la dignidad, en un mundo donde quizá ya no se puede defender la igualdad y menos la justicia. Retomamos el concepto de dignidad propuesto por Giovani Pico Della Mirandola, quien asevera que la dignidad humana consiste sobre todo en la libertad para formar y plasmar su propia naturaleza. Es decir, la búsqueda o la construcción de la dignidad es la auténtica salvación del hombre, porque gracias al estímulo de la dignidad: “Deseamos que invada nuestro ánimo una sacra ambición de no saciarnos con las cosas mediocres, sino de anhelar las más altas, de esforzarnos por alcanzarlas con todas nuestras energías, dado que, con quererlo, podremos.”14

La narrativa de Pérez Cruz se enfoca en personajes que se encuentran en la periferia. Se puede entender lo periférico desde dos acepciones: el físico y el socio-económico. Son excéntricos, fragmentados, rezagados de la modernidad, desencantados de la civilización, alejados de los centros de poder o económicos. Día a día luchan por la supervivencia y por construir un lugar habitable. Todas estas características generan un escenario pleno de violencia, porque la misma sociedad los condena a una condición de subalternidad. Es la civilización de la barbarie, un contexto que exige que el individuo transforme la cólera y la rabia en su mecanismo de adaptación. A los oprimidos o subalternos, Linda Hutcheon los define como: “…aquellos ex-céntricos anteriormente silenciados, por fuera (post-coloniales) y por dentro (mujeres, gays) de nuestra cultura occidental supuestamente monolítica”.15 Estos personajes que están lejos de los centros de poder sólo se vinculan con la sociedad por medio de su fuerza de trabajo.

Los personajes de los cuentos analizados se ubican en dos planos: el socio-económico y geográfico. Es a partir de su localización que se establece la resistencia ante los centros, una defensa que no siempre es efectiva. El primer plano es el espacio donde ellos realizan sus funciones productivas, donde se manifiesta su fuerza de trabajo, donde ocurren sus acciones desde el rol que la sociedad les impone. No pueden salir de esos límites, sin embargo, eso no implica que estén conformes con su situación, por ese motivo, intentan sabotear a la autoridad desde dentro y adaptar ese espacio a sus necesidades. Es ahí donde la violencia trabaja, porque los obliga mediante amenazas a su integridad física a respetar la autoridad, a la jerarquía. Deben obedecer órdenes, asumir su posición de oprimidos y a desprenderse de su voz. Lo que emerge es la violencia objetiva, porque se muestran los discursos hegemónicos de la autoridad.

El plano geográfico se relaciona con la configuración espacial. Los protagonistas no habitan la Ciudad de México, sin embargo, todas sus actividades productivas se realizan allí. Éstos residen en áreas marginales como: zonas conurbadas, irregulares, barrios secundarios, suburbios alejados. Franjas que el centro mira con desprecio porque representa la antinomia civilización-barbarie. No obstante, las necesita y depende de ellas porque le proporcionan mano de obra barata y, a la vez, le permite reafirmar su poder.

La Ciudad de México sólo les permite a los periféricos adentrarse para cumplir con su trabajo, aunque de la misma manera los condena a vivir en la precariedad y los suburbios de la mancha urbana. Por ejemplo, el personaje central de “¿Qué no ves que soy Judas?” es desalojado del zócalo capitalino por los policías. Elvira, la novia de Pedro, vive en un suburbio, pero su trabajo lo desempeña en fraccionamientos de clase alta. Es una sociedad que ha fraccionado profundamente la sociedad del patrón y del trabajador; o bien, acudiendo a Sloterdijk “ha abierto una fosa cuyo carácter insalvable estuvo a punto de alcanzar la dureza de una verdadera diferenciación de especies”.16

El plano geográfico es producto de los aspectos sociales, culturales y económicos de los personajes y su marginalidad. Ellos aceptan su situación y lo convierten en su zona de confort. Desde ahí practican la resistencia, ésta se materializa como indiferencia, se retrata en sus acciones, en sus roles, en donde habitan. En este plano socioeconómico los marginales buscan redimirse. Es su lugar de enunciación. Al no poder insertarse en la sociedad, regresan a su asentamiento periférico. Desde ese lugar lo excéntricos rechazan toda forma impositiva de poder, se resisten a ser homogenizados, a perder su identidad y dignidad, por eso se desplazan entre la civilización: la ciudad; y la barbarie: sus asentamientos irregulares marginales.

Esto provoca escenarios donde el poderoso por medio del rechazo o el lenguaje ejerce la violencia simbólica y subjetiva. El marginal regresa a su condición de subalterno. Se les recuerda su condición, el lugar donde pertenecen y del que no deben salir. Este tipo de violencia, aunado a la indiferencia de los personajes, provocan escenario de desolación, de pelea con sus iguales para sobrevivir, de rechazo a la autoridad, de creación de su propia moral, de creación de un léxico endémico de su lugar de residencia.

Ahora bien, debemos aclarar que esas dos formas de espacio no se separan tajantemente; funcionan como mecanismo de repulsión, de rechazo; son una forma de desestabilizar el orden que se impone dentro de la sociedad. Funcionan como resistencia ante los discursos hegemónicos que se presentan, ya sea mediante la búsqueda de espacios donde expresarse en el caso del plano geográfico o plano espacial; o por medio de la aceptación de su condición de subalternidad, el plano socioeconómico.

Mediante los dos planos, los personajes buscan, de alguna manera, reivindicar su dignidad. El primer espacio se relaciona con los sujetos de acción, esos que buscan un lugar para enunciarse. James C. Scott explica que toda lucha de clases u opuestos es el producto del choque de dos discursos: el público y el oculto. Este choque provoca la creación de estrategias o lugares de resistencia por parte de los excéntricos: “…un tipo de espacio social seguro, aunque aislado, donde pudieran intercambiar y elaborar su crítica”.17

Ahora bien, especifiquemos estos conceptos, el discurso público se relaciona con los poderosos, con una especie de tipificación de normas y comportamientos que se debe seguir en sociedad, por ese motivo: “va casi siempre, gracias a su tendencia acomodaticia, a ofrecer pruebas convincentes de la hegemonía de los valores dominantes, de la hegemonía del discurso dominante”18, es decir, busca mantener la estructura ya preestablecida de lo social, procurarla vigente, son las reglas que debemos seguir para insertarnos en la comunidad a la que pertenecemos.

Por otro lado, se presenta el discurso oculto. Éste puede encontrarse en ambas clases sociales. Scott lo explica como: “definir la conducta “fuera de escena”, más allá de la observación directa de los detentadores de poder”.19 Son espacios que los oprimidos construyen para expresar sus puntos de vista sin correr el riesgo de ser castigados. Este espacio debe ser colectivo, representar a sus integrantes, fomentar los lazos sociales y de clases, además, de ser seguro para todos. Por ejemplo: los vestidores, el patio de trabajo, la bodega, la casa, la habitación o el barrio.

Esto se puede observar en la historia de Ustedes no saben, pero ya ven…20 En este cuento, el personaje principal es Pedro, un obrero de la cadena de ferretería más importante del país. Su salario es modesto y su sueño es casarse con Elvira, una empleada doméstica. Pedro es un empleado eficiente y un ciudadano promedio. Su situación cambia cuando lo nombran delegado sindical. A pesar de ser una de las cadenas más importantes y con mayor rentabilidad, los trabajadores no reciben el pago justo, no tienen un contrato fijo, no les dan los uniformes suficientes ni les permiten un crecimiento laboral.

Pedro, por medio de reuniones con sus compañeros, comienza a ubicar las demandas de los empleados, intenta el diálogo con el líder sindical y con la patronal: “Una huelga o cualquier otro tipo de movilización sacaría a flote la podredumbre existente, el estiércol que alimenta esta rama del comercio”. 21 Sin embargo, no es escuchado, por tal motivo, busca lugares donde juntarse con sus iguales para organizarse y expresarse. Estas convocatorias tienen lugar en zonas del trabajo poco vigiladas por autoridades o esquiroles. En ellas se presenta el relato que no puede expresarse ante los patrones, se insinúa la subversión y se expresan sus inquietudes. Se comienza a crear espacio de discusión seguro, donde la colectividad y la identificación de sus integrantes les permite ser sinceros, expresar temores, descontentos e inconformidades. No obstante, también pueden presentarse momentos álgidos de discusión entre ellos. Por ejemplo, cuando los compañeros de Pedro presentan posturas distintas sobre la relación obrero patronal:

—Calma —pedía Pedro—. Usted Cacarizo no meta el desorden y tú, Zorro, tienes brazos y eres joven, tienes chance pa comenzar otra vez. Si vamos a seguír así... —Pero Pedro —argumentó el Guapo—, tú porque no tienes una familia qué sostener, pues, pero pus yo... —Pus por eso, güey, si esto es pa que los atiendas como se debe y no pa que tu vieja siga pariendo más macheteros o macuarros o empleados de confianza; esquiroles, dice un amigo mío que de esto está enterado —contestó Pedro, realmente convencido, sin el especial timbre de quien busca su salvación en los demás, de quien anhela únicamente adeptos. —Fíjate, Perico —gritó el Fierritos-, tú ya nos andas enredando con gente que ni siquiera chambea con nosotros. De ahí puede agarrarse la empresa pa corrernos, —Pus sí, el chiste no es quedarnos de a soledad dijo el Pájaro—; si vamos a estar solos, nos quiebran en menos que canta un burro. Pero no nos ganan, verás, verás... —Eso, eso—dijo Ayala, el más viejo de los macheteros-: como es seguro que el sindicato ni nos va a pelar, vamos jalando pa otro, y si sale igual, a otro y a otro, qué chingaos o hacemos uno nosotros, eso sí, porque nosotros no vamos a dejarnos de nuez, ¿o sí? —Cálmese, don ruco, no se me eche a volar. ¿Pues qué piensa usted, que la empresa está cruzada de brazos? -Intervino el Cuervo, uno de los más jóvenes, mozo barrendero, burlón y cínico en sus diecisiete años. —Pus no, pendejo, ni nosotros, y ponle más ganas al asunto o nos van a agarrar tragando moscas, demuestra que eres joven, con ganas de vivir como hombre, no como pinche camello, haciendo joroba, arrinconado ahí, en tu catre, haciéndola de perro guardián de la empresa. Ya es hora de ponerse al tiro, güey no que mejor don Félix, con sus setenta años encima, ya vez, haciéndola gacha, ya ves, pidiendo lana, ayudando a hacer volantes, no que tú... —dijo uno más. 22

Mediante la asamblea, los obreros se coordinan, exhiben sus inconformidades, pero, sobre todo, intentan salir de su opresión: “…uniformes de trabajo dos veces al año; tres días más de vacaciones, menos escamoteo en el pago de las horas extras, planta para los macheteros de los camiones y jubilación inmediata a quienes, por su antigüedad, la requirieran”.23 Los códigos de comunicación entre los empleados están plagados de violencia verbal, de confrontaciones, amenazas y disentimiento. Sin embargo, el objetivo de la plática será alertarlos sobre la violencia sistémica de la que son víctimas. No obstante, eso no cambiará los roles de poder-obediencia, aunque sí dignificará al empleado.

Aceptan su condición, pero no la expresan en público, porque se arriesgan a perder su paupérrimo trabajo: “—Caray, estábamos mejor con las horas extras, ora no alcanza pa nada. —y mi esposa que se va a aliviar. —Dicen que están reportando a los principales pa que no les den trabajo en otro lado.” 24

El sindicato funciona como medio de control a los agremiados y como herramienta de vigilancia de los patrones. La asociación, en lugar de abogar por los derechos de los trabajadores, opera en favor de la tranquilidad de los patrones: “…la reunión se pospone hasta que aprobemos los puntos a tratar, y ustedes ya no armen tanto lío, carajo, la cosa va en serio, la patronal no quiere conceder aumentos ni nada de lo que pidan” 25 les advierte el líder sindical. En estos diálogos, es evidente que la violencia simbólica que se emplea es una estrategia que los mismos empleados utilizan como un mecanismo de persuasión. El apodo, la confrontación, la ironía son expresiones de la violencia simbólica que lejos de distanciarlos, los une y sobre todo los hace conscientes de que están luchando por un mismo objetivo. En este sentido, Zizek argumenta que el lenguaje lo emplean los opresores para disuadir a los subalternos:

El significante de esta nueva realidad en la neolengua comunista liberal es inteligente: inteligente indica lo dinámico y nómada como opuesto a la burocracia centralizada; el diálogo y la cooperación contra la autoridad jerárquica, la flexibilidad contra la rutina, la cultura y el conocimiento frente a la producción industrial antigua; la interacción espontánea y la autopiesis frente a la jerarquización rígida.26

En el cuento de Pérez Cruz, los delegados anteriores se han dejado someter o convencer; sin embargo, Pedro se propone defenderlos y gestionar para que se cumplan los derechos. No le interesa la venia de sus patrones ni su tranquilidad laboral, sino que haya justicia laboral: “Pedro aprovechaba el tiempo consultando leyes, creyendo en la palabra escrita, en los consejos de alguna gente que se fiaba de los procedimientos legales, discutía con sus compañeros, intercambiaba experiencias con ellos”. 27 Cansados de tantas injusticias y explotación, redactan un pliego petitorio que Pedro presenta ante el Consejo Administrativo, pero los líderes lo rechazan y los patrones eliminan el pago de las horas extras. Asimismo, les prohíben las conversaciones durante las horas de trabajo y en su espacio laboral aparecen letreros con decisiones autoritarias como “Un minuto de retraso a la hora de entrada = castigo de tres días”.28

Los patrones, al ver que Pedro y sus compañeros continuaban con la defensa de sus derechos, mandan a Chano, el secretario del Sindicato de Obreros Metalúrgicos y Similares, para que los disuada y los intimide: “Cuiden su trabajo, no sean tontos, cuánta gente no quisiera un puesto como el de ustedes” 29 les dice el líder sindical. Esa estrategia, explica Zizek, la emplean los poderosos hacia los pobres para disuadirlos de tener mayor igualdad. Se acude al chantaje que ejerce un superyó que habla en nombre de un nosotros. “Tal es la máscara humanitaria que oculta el rostro de la explotación económica”. 30

Los empleados de “La ferretería más grande México” tienen opiniones encontradas. Los más jóvenes prefieren continuar con las pésimas condiciones laborales, para no perder su empleo. Mientras los más viejos apoyan a Pedro para que continúe con las demandas y proponen irse a huelga. En esta parte se observan los dos tipos de violencia: subjetiva y objetiva. La primera la efectúan los obreros cuando deciden explotar el local donde trabajan. Es una violencia que tiene rostro y además es visible, por tanto, sus efectos son criticables. La segunda y la que más destaca es la objetiva en su versión sistémica. No tiene rostro, pero sus efectos se verifican en la pobreza, sumisión e inestabilidad laboral de los empleados. Los empresarios explotan a sus trabajadores al amparo de un régimen laboral que les permite a ellos tener altos rendimientos, pero declarando el salario mínimo para no otorgarles todas las utilidades.

Los patrones y el sindicato emplean “la política del miedo” para convencerlos de desistir de sus peticiones, porque argumentan que la precariedad de los empleados obedece al panorama mundial y no a las decisiones de la empresa. Lo expuesto por Chano a los empleados de la ferretería es un argumento falaz para evadir las responsabilidades:

Y es que la cosa está cabrona —agregó como en secreto confidencial-, ustedes no saben, pero ya ven, la crisis metalúrgica, el avance de los rojos, la devaluación, los árabes... Hay que andarse con cuidado, les digo, en otras empresas están despidiendo bastante personal. 31

Este personaje es una especie de “comité ético” que funciona como portador de la violencia sistémica, la expresión más devastadora de la violencia, que emana del sistema económico y provoca la subjetiva, porque son los individuos, en este caso los más pobres, quienes deben confrontarse para mantener su misma posición de subalternos. Chano acude a referencias que los obreros desconocen, alude a un escenario mundial que los trabajadores ignoran y del que son ajenos. Estas alusiones forman parte del conjunto de respuestas convencionales que los patrones utilizan para introducir el miedo y así disuadir a los empleados. Chano lo dice con toda naturalidad, porque como nos recuerda Zizek: “La violencia social-simbólica en su grado más puro aparece como su opuesto, como la espontaneidad del medio en que vivimos o del aire que respiramos.” 32

Al final, los empleados acuerdan seguir con sus peticiones, pero los patrones ya tienen un plan para terminar con el conflicto: convencen a Chano para que desaparezca a Pedro. Éste muere en la periferia de la ciudad debido a la golpiza que le propinan los sicarios del líder. Mientras su amante lo espera en el cuarto donde comparten su intimidad, único espacio donde se anula todo tipo de violencia. Esta recámara se convierte en elemento simbólico porque representa el escenario donde el personaje acude para salvar su dignidad, sin embargo, no llega porque la violencia lo ha alcanzado.

Al final del relato, tardan más sus compañeros en levantar las banderas rojinegras en la ferretería, que la policía en desalojarlos y aprehender al comité de huelga. Ahí se pone en marcha el plan B: Don Félix, el empleado más viejo y el Cuervo, el más joven, colocarán una bomba para explotar el local. Los resultados se pueden advertir, no será la empresa la responsable de la inconformidad y la desesperación de sus empleados, porque los medios difundirán y criticarán la acción violenta de los empleados. Zizek explica esa paradoja al decir que mientras mantenemos los ojos muy abiertos frente a la violencia subjetiva, se percibe muy claramente nuestra “ceguera frente a la violencia sistémica”.33

3. INDIFERENCIA Y VIOLENCIA SISTéMICA

Una segunda forma de resistencia la encontramos en ¿Qué no ves que soy Judas? En éste se relata la vida de un adolescente que es aprehendido cuando caminaba por el centro histórico de la CDMX. Bajo la excusa de revisarlo para ver si porta drogas, los policías lo golpean y lo torturan para sacarle una confesión que nunca consiguen: “De capo drema se prenden y se apagan y se alejan y la mota, pero si cuál mota, culeros, cuál mota, si ya les dije que nel, putos, no le hago ya déjenme, ya me reventaron un labio” 34; finalmente lo arrojan en un relleno sanitario convencidos de que está muerto; sin embargo el sujeto todavía está agonizante y en su tribulación narra la historia de manera acrónica: “Dos oficiales bajan el cuerpo del joven para arrojarlo a los muladares, entre envases de cerveza, restos de comida, animales muertos, fetos expuestos al sereno, ratas hambrientas”. 35 El texto, con aguda visión crítica, nos muestra los contrastes entre clases sociales y entre mexicanos y extranjeros. El centro histórico de la ciudad de México se nos muestra con el punto de encuentro de las mayores desigualdades.

Mientras suena el concierto de la Banda Militar, como si en lugar de guerra se promoviera la paz por medio de la música, los novios se pelean y él se retira del zócalo. Vaga por las calles y es detenido por la policía. Es una situación donde el personaje periférico se inserta en un espacio ajeno a él. Está cometiendo una trasgresión, una falta que debe castigarse:

Mi obligación de ser tolerante con el otro significa en efecto que no debería acercarme demasiado a él, invadir su espacio. En otras palabras, debería respetar su intolerancia a mi proximidad excesiva. Lo que emerge a pasos agigantados en la sociedad tardocapitalista como el derecho humano central es el derecho a no ser acosado, que es un derecho a permanecer a una distancia segura de los demás.36

Sin embargo, el mayor contraste se da entre las acciones anteriores del personaje y su situación actual. Habitante de un asentamiento irregular, el personaje es parte del estrato social más miserable: “Ha oscurecido y las tolvaneras obligaron a la gente del barrio a refugiarse en sus barracas hechas de láminas acanaladas”. 37 Su padre es un borracho empedernido, su madre y su hermana son víctimas de una sociedad violentada por el machismo, la pobreza, la carencia de servicios públicos.

En este relato, el protagonista se deja llevar por la acidia, su existencia se limita a la fiesta, a subsistir en el barrio, a trabajar, en suma, a vivir sin una meta clara. Está tan absorto en sí mismo, que su individualidad narcisista le impide observar lo que acontece a su alrededor, lo único que lo motiva es la violencia, demostrar su valía por medio de los golpes. Inserto en lo que Lipovetsky denomina el desierto, un individualismo producto del nihilismo y de la poca certeza para salir de su realidad: “El desierto ya no se traduce por la rebelión, el grito o el desafío a la comunicación; sólo supone una indiferencia ante el sentido. Una ausencia ineluctable, una estética fría de la exterioridad y la distancia”. 38 El personaje se encuentra en una etapa de separación de la realidad, no confronta, al contrario, sólo sobrevive mediante el placer que le otorgan las emociones, el descompromiso social, la búsqueda del orgullo.

Más que buscar un cambio de su situación, el protagonista admite su realidad. Es decir, es consciente de su posición periférica y subalterna, sin embargo, su única manera de evadirla es por medio del placer y la determinación de que su vida terminará de forma trágica: “Qué pinche es la ciudad, la neta…Uno pudriéndose en la calle y ni quién lo retire a donde pueda descomponerse mejor”.39 Se observa claramente la violencia objetiva que determina el contexto del adolescente, pero, además, la ceguera sobre la violencia objetiva sistémica. La víctima considera que su mala situación depende de la falta de ayuda de los otros y no del trato irracional de los mecanismos de control que ejerce el estado sobre los marginales.

El protagonista que carece de nombre porque su marginalidad no le permite poseerlo, narra una pelea por defender un cable. En ella utiliza armas punzocortantes para provocar heridas a sus contrincantes. Estas luchas son producto de la disputa por bien material o por el orgullo. Su hábitat está lleno de cólera, de necesidad, por eso las peleas son un ritual para mostrar la identidad. Estas peleas son sangrientas y nos demuestran que la civilización coexiste con la barbarie, no son entidades separadas, sino que juntas logran equilibrarse:

Ahí estábamos el Chino y yo, partiéndonos la madre a patada y trompón; jalones de pelo, con el cuerpo empapado en sudor y los ojos brillando de coraje… Y nosotros bien emperrados, oyendo, pero sin saber para quién eran las porras. Hasta que nos separaron. El Chino llevaba las de perder, fue por eso que saltó uno de sus cuates: Sabes qué, culero, que ahora va conmigo. Y que me acicata un vergazo en plena cara. Sentí que todo se me nublaba y nomás vi rojo. Me acordé que llevaba en uno de los bolsillos las pinzas alemanas de mi jefe, del Anciano. Tenían una navaja, y pa pronto que la saco… ¡Y mocos, güey, va pa´bajo su cachete! Así, se le cayó el cachete del pinche navajazo que le di. 40

Esta violencia subjetiva es a la que se refiere Zizek, a partir de ésta enjuiciamos los comportamientos y actitudes de los marginales. Las acciones del protagonista visibilizan esta violencia; sin embargo, esas características ocultan una violencia más importante: la objetiva sistémica. En este cuento, esta violencia se demuestra por la falta de servicios públicos en la colonia donde habita el personaje y también por el abuso de autoridad de los policías, quienes por la única razón de verlo pobre y desaliñado detienen al personaje, lo golpean, lo roban y lo tiran al basurero. Todo esto se hace por medio de la ley; con golpes e intimidación le enseñan al periférico su lugar, regresan al marginal al lugar del que no debió salir. La violencia subjetiva nos seduce, pero en el fondo provoca una grave ceguera, ya que oculta la violencia más terrible y fundamentalista: la violencia objetiva sistémica que las autoridades, los gobiernos y en definitiva los modelos político-económicos generan.

Esa violencia sistémica la asume el personaje, no se resiste. A través de su indiferencia se reconoce como un ser marginal, pero, a la vez, esa indiferencia le sirve de consuelo y protección ante los embates que buscan desaparecerlo. Esa aceptación-negación de la realidad donde habita provoca que confronte a sus iguales que a la vez los siente ajenos: “Chale, no cabe duda, hay otros más jodidos que uno. Y todo por el Me Vale Madres, Yo solo yo…”41; pelea con ellos: “Ahí estábamos el Chino y yo, partiéndonos la madre a patada y trompón”42; los discrimina: “Qué pinche indio, ni siquiera sabe hablar bien, pero como le han dado un garrote, ni pedo, me levanté y a caminar”. 43 Esa misma indiferencia provoca que asuma moldes sociales opresores y los considere suyos.

De acuerdo a Vilanova, los textos de Pérez Cruz recogen el tratamiento de la pobreza, la marginalidad, lo periférico desde esa misma enunciación:

…”el tratamiento de la pobreza tiene formas más suavizadas, con un lenguaje enternecedor y, a primera vista, menos dramático. Se podría decir que el cuento de Pérez Cruz se sitúa en la marginalidad, en un espacio que se encuentra en los márgenes sociales, donde la gente tiene o consigue lo justo para sobrevivir” 44

Es decir, más que una crítica social, busca, de alguna manera, en relación con el realismo y hasta el naturalismo, presentar la pobreza en su versión más desgarradora. La denuncia queda de lado, puesto que si bien sus personajes son conscientes de su carencia, la aceptan sin reparo alguno, incluso, como en el ejemplo anterior, buscan minimizarla comparándose con otros que, por extraño que parezca, están en una situación menos privilegiada.

En los cuentos de Emiliano Pérez Cruz observamos frecuentemente estas expresiones de la violencia. Su narrativa recoge con precisión la cólera, la rabia y el descontento social contemporáneo de las víctimas que la sufren. Aunque la sociedad en general sólo observa la más escandalosa, pero no tan letal como las invisibles, pero que merman la dignidad humana. Sus cuentos funcionan como un observatorio de la violencia y al mismo tiempo un recordatorio de que debemos estar más alerta frente a las diversas formas en que los sistemas de gobierno nos violentan45. En ellos lo real y la realidad convergen, Zizek explica que:

Aquí se halla la diferencia lacaniana entre la realidad y lo real: la realidad es la realidad social de las personas concretas implicadas en la interacción y en los procesos productivos mientras que lo real de la lógica espectral, inexorable y abstracta del capital que determina lo que ocurre en la realidad social. 46

4. CONCLUSIóN

La realidad inmediata no siempre permite al escritor encontrar temas para construir su discurso literario, porque la creación no representa un retrato fiel de la experiencia; sin embargo, a los estudiosos de la literatura casi todos los textos literarios nos permiten reconstruir una realidad que se manifiesta como un conflicto subyacente en los cuentos y novelas.

Este es el caso de la cuentística de Emiliano Pérez Cruz, la cual nos ofrece un testimonio sobre la profunda brecha entre la lucha diaria del individuo y las adversidades que representan un mundo capitalista que se nutre de la desigualdad. Como hemos advertido, el propósito del autor no es plantear una denuncia sobre la desigualdad y la violencia que padecen los personajes de sus historias, sin embargo, el empleo de conceptos tomados de la sociología y la filosofía nos ha permitido verificar que las relaciones de poder que derivan en diversas formas de violencia se hacen palmarias en su literatura.

El análisis de algunos aspectos, de la expresión y del contenido, nos permitió confirmar que, aunque el autor describe situaciones de mucha violencia callejera, familiar y política, lo más importante que se debe observar es que éstas derivan de una forma de violencia que generalmente ha sido invisibilizada: la violencia objetiva sistémica. Por tanto, lo que en una primera lectura resulta atrayente y seductor, se ve desplazado cuando observamos que sólo es la punta del iceberg. Sus cuentos son un universo de significación donde la condición humana se nos presenta sin censura y al mismo tiempo sin pretensiones dogmáticas.

Consideramos, por tanto, necesario que el discurso literario sea abordado por perspectivas que normalmente no corresponden al análisis literario, porque de esta manera restablecemos el vínculo entre la literatura y la realidad, al mismo tiempo que rastreamos algunas posibles soluciones a los conflictos de la posmodernidad. Estos análisis nos permiten comprender mejor las cualidades estéticas de la obra y al mismo tiempo nos permiten hurgar en su complejidad ética.


Notas
*.

fn47Artículo de investigación. Recibido: 17-04-2019. Aceptado: 02-08-2019.

TLA-MELAUA, Revista de Ciencias Sociales. Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. Benemérita UniversidadAutónoma de Puebla, México / E-ISSN: 2594-0716 / Nueva Época, año 14, núm. 48, abril/septiembre 2020, pp. 211-231.

5.

fn5Basta recordar el título de su primer libro: Tres de ajo, al que Ignacio Trejo le agrega Tres de ajodido, es decir, hablará de los humillados, los desprotegidos, los periféricos o los despojados.

7.

fn7En sus reflexiones sociológicas, Pierre Bordieu tiene como uno de sus conceptos centrales el de la violencia simbólica; su aporte es esencial para conocer las múltiples expresiones de la violencia y el poder simbólico; sin embargo, para el análisis de los cuentos de Pérez Cruz integramos los conceptos del filósofo esloveno porque se adaptan mejor a nuestros objetivos.

9.

fn9Zizek, Slavoj, op. cit. p. 10.

10.

fn10Zizek, Slavoj, op. cit. 10.

11.

fn11Zizek, Slavoj, op. cit. 20.

16.

fn16Sloterdijk, Peter, op. cit. p.69

18.

fn18Scott, James C., op. cit. p. 27.

19.

fn19Scott, James C., op. cit., p. 28.

20.

fn20La técnica narrativa en este cuento es muy sencilla. Se emplean dos narradores, uno en tercera persona que nos expondrá los hechos que rodean al personaje protagonista y sus compañeros; y uno en segunda persona que relata desde la perspectiva interior de Elvira y que nos permitirá conocer los aspectos emocionales y actitudinales de Pedro. El manejo del tiempo es acrónico: se dan diversas analepsis a lo largo de la historia, lo cual le da un carácter más literario porque la técnica del narrador tiende frecuentemente a la crónica. Los diálogos, como se observa en la cita, recuperan el coloquialismo de la CDMX, lo cual al tiempo que es un acierto del escritor también es el mayor obstáculo para que lectores de otras latitudes puedan comprender sus cuentos.

22.

fn22Pérez Cruz, Emiliano, op. cit. p. 34.

23.

fn23Pérez Cruz, Emiliano op. cit. p. 29.

24.

fn24Pérez Cruz, Emiliano op. cit. p. 34.

25.

fn25Pérez Cruz, Emiliano, op. cit. p. 38.

26.

fn46 Zizek, Slavoj, op. cit., p. 28.

27.

fn26Pérez Cruz, Emiliano op. cit. p. 32.

28.

fn27Pérez Cruz, Emiliano, op. cit. p. 33.

29.

fn28Pérez Cruz, Emiliano, op. cit., p. 38.

30.

fn29Zizek, Slavoj, op. cit., p. 34.

31.

fn30Pérez Cruz, Emiliano, op. cit., p. 34.

32.

fn31Zizek, Slavoj, op. cit., p. 51.

33.

fn32Zizek, Slavoj, op. cit., p. 25.

34.

fn33Pérez Cruz, Emiliano, op. cit., p. 72.

35.

fn34Pérez Cruz, Emiliano, op. cit., p. 71.

36.

fn35Zizek, Slavoj, op. cit., p. 56.

37.

fn36Pérez Cruz, Emiliano, op. cit., p. 71.

39.

fn38Pérez Cruz, Emiliano, op. cit., p. 79.

40.

fn39Pérez Cruz, Emiliano, op. cit. pp. 76-77.

41.

fn40Pérez Cruz, Emiliano, op. cit., p. 80.

42.

fn41Pérez Cruz, Emiliano, op. cit., p. 75.

43.

fn42Pérez Cruz, Emiliano, op. cit., pp. 79-80.

44.

fn43Vilanova, Nuria, op. cit. p. 204

45.

fn44En ambos textos se observa a la policía como el aparato represor del estado. En el primero los agentes del orden social desalojan a los manifestantes, además que los maniatan y obligan a cumplir con lo establecido por las autoridades. En el segundo, los policías expulsan del centro histórico a este paria. No sólo eso, sino que también lo golpean y arrojan a un basurero.

46.

fn45Zizek, Slavoj, op. cit., pp. 23-24.

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